Cuernavaca, la eterna corrupción

Francisco Rodríguez / Índice Político

El ex alcalde priísta de la capital de Morelos, el joven Manuel Martínez Garrigós, se presenta a sí mismo en Wikipedia como heredero de “valores que resultan fundamentales en su carrera profesional; como político y como luchador social. Valores como el amor a Cuernavaca que lo vio nacer, el servicio a la comunidad, la rectitud, la honestidad, la superación personal y la igualdad” que, dice, son pilares con los cuales trabaja día con día.

No obstante, este último lunes, Manuelito echó su herencia por la borda.

Antepuso su amor por una jovencita, al amor que supuestamente le tiene al municipio cuyo cabildo encabezó.

Relegó el servicio a la comunidad, por el servicio a sí mismo.

Mandó a volar la rectitud.

Hizo trizas a la honestidad.

¡Ah!, pero eso sí, se superó en propiedades.

Aspirante con posibilidades al gobierno de Morelos, ahora que el panismo va en declive en esa entidad mal gobernada por blanquiazules los últimos once años –se reproduce exactamente el fenómeno que se presenta en el plano federal–, Martínez Garrigós intenta poner en orden sus asuntos personales.

Para ello fue que el 31 de octubre envió a su novia, una jovencita de aproximadamente 21 años de edad que ahora mismo espera un bebé fruto de su relación, a las oficinas del notario número 2 cuernavaquense para cerrar una operación de compra-venta de una residencia, por la cual ya había adelantado parte del costo total.

Hasta ahí todo dentro de los cánones.

Nada de raro hay en la política “a la mexicana” –y “a la gringa”, y “a la francesa”, wherever– con la tradición de las “casas chicas” que, en efecto, no pocas veces resultan ser más grandes que “las grandes”.

Lo que rompió el orden, no obstante, fue que el pago de la propiedad pretendió hacerse en efectivo.

Imagínese usted, una operación multimillonaria en dinero contante y sonante. Nada de cheques. Tampoco traspasos bancarios electrónicos. “En efe”.

Los vendedores de la residencia, por supuesto, pusieron el grito en el cielo y, de plano, se negaron a seguir adelante con la operación si es que la adquiriente se empeñaba en que aceptaran los fajos de billetes puestos sobre la mesa.

El notario, en su papel, los secundó. Dijo a la joven que, en caso de que ella insistiera en pagar con numerario, él estaba obligado a reportarlo a las autoridades tributarias. Que a tal lo obliga la ley.

La joven, ante ello, sacó su prepotencia –¿por ósmosis?– a flote. Que sí. Que no. Que Manuel (Martínez Garrigós) esto. Que Manuel lo otro. Que alcalde. Que de Cuernavaca. Que… Nerviosa, alterada, Alejandra Díaz –que así se llama “la novia”– no entraba en razón. Nada podía calmarla. Ni Leo, una señora mayor que la acompañaba –¿su madre?, ¿su consejera espiritual?, ¿de plano la bruja o hechicera?–, podía consegurilo.

Abro un paréntesis:

¿Por qué se intentó hacer la compra en efectivo?

Los implicados podrán dar las explicaciones que se les antoje, pero la respuesta real es una y sólo una: son dineros producto de la corrupción. De la “venta” de permisos, licencias, etc. De las compras y las licitaciones “a modo”. De…

Cierro el paréntesis.

La compra venta se llevó finalmente a cabo.

Previa llamada a Manuel… y otra de Manuel hasta el rumbo distritofederalense de Polanco, desde donde hubo de viajar hasta Cuernavaca un personaje a quien se otorgó el carácter de apoderado.

El pago, finalmente, se hizo con cheque.

Pero la historia no paró ahí.

Seguramente porque el apoderado “consultó” con familiares de Manuel –muy probablemente con su hermano gemelo, entre otros–, éstos intervinieron en la operación y arguyeron que no, que la propiedad no se escriturara a nombre de Alejandra –que así se llama la novia–, que dizque porque “si se llegara a saber” afectaría las posibilidades del alcalde morelense a la candidatura priísta de esa entidad, y…

Cuando el enviado-apoderado llegó con tales novedades a la notaría, Alejandra entró en un estado de alteración muy próximo a la histeria.

No obstante estos sucesos, penosos en más de un sentido, Martínez Garrigós ya tiene una nueva propiedad.

La “casa chica”, misma que se ubica en Jardines de Cuernavaca y quedó a nombre de Inmobiliaria Cart, en la que presuntamente tiene intereses el gemelo del alcalde.

Ah, y por cierto, ahí en la Notaría 2 están esperando que, please!, si’l vous plait!, pase a pagar los gastos de escrituración.

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