José Carreño Figueras
Washington.- Para algunos, en México y en Washington, la pregunta está en si puede mantenerse el nivel de cooperación alcanzado los últimos años por los cuerpos policíacos y de seguridad de los dos países.
Ese fue de hecho el tema subyacente en la visita que el Secretario de Seguridad Pública federal (SSP-F), Genaro García Luna, hizo a Washington la semana pasada y que lo llevó a entrevistarse con la plana mayor de los organismos de seguridad y de inteligencia de ese país.
García Luna se reunió incluso con funcionarios que teóricamente están fuera de su área de trabajo, como el Procurador General de Justicia, Eric Holder, y el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), General David Petraeus. Aquel es contraparte de Marisela Morales, la Procuradora General de la República, este lo sería mas bien de Jaime Domingo López Buitrón, del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
En principio, el propio García Luna cree que la colaboración continuará al margen de lo que pase en las elecciones de este año en los dos países, un sentimiento que al menos públicamente es compartido por Michelle Leonhart, directora de la Agencia Antinarcóticos Estadounidense (DEA), que en una entrevista hizo enormes elogios de la cooperación bilateral y los éxitos alcanzados gracias a ella.
El hecho es que ninguno de los dos países puede darse el lujo de dejar de participar con el otro.
Si por un lado puede alegarse que los estadounidenses ponen el vicio, el dinero y las armas y los mexicanos los muertos, lo cierto también es que la posición geográfica y la economía han hecho de los cárteles mexicanos los actores principales de una película que se desarrolla a ambos lados de la frontera.
Pero al mismo tiempo, el hecho es que desde el punto de vista mexicano no es posible aceptar que haya poderes paralelos al del Estado o que rivalicen con él en algunas partes del territorio, y menos cuando se trata de regiones tan sensibles como las fronteras, y en especial con Estados Unidos.
Para el lado estadounidense, no resulta aceptable que grupos criminales tengan capacidad de influir en la política y las decisiones de un país vecino, y menos uno que por sí solo representa casi el 14 por ciento de su comercio exterior.
Sin embargo, hay preocupación por lo que pudiera ocurrir en los próximos meses, sobre todo ante la posibilidad de que grupos narcotraficantes desplieguen sus recursos a niveles local y estatal para asegurarse espacios y la ceguera, cuando no la complicidad, de algunas autoridades en México.
Paralelamente, el creciente rechazo a la violencia generada por la “guerra a las drogas” y los avances de la legalización de la mariguana en Estados Unidos complican las cosas y la cooperación.
García Luna lo sabe y sin duda también los aspirantes a la presidencia y sus consejeros. Que piensen hacer y como esperan hacerlo tendrá un impacto considerable en la relación bilateral. En ese marco la visita de García Luna a Washington adquiere caracteres distintos de cara al futuro.
Washington.- Para algunos, en México y en Washington, la pregunta está en si puede mantenerse el nivel de cooperación alcanzado los últimos años por los cuerpos policíacos y de seguridad de los dos países.
Ese fue de hecho el tema subyacente en la visita que el Secretario de Seguridad Pública federal (SSP-F), Genaro García Luna, hizo a Washington la semana pasada y que lo llevó a entrevistarse con la plana mayor de los organismos de seguridad y de inteligencia de ese país.
García Luna se reunió incluso con funcionarios que teóricamente están fuera de su área de trabajo, como el Procurador General de Justicia, Eric Holder, y el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), General David Petraeus. Aquel es contraparte de Marisela Morales, la Procuradora General de la República, este lo sería mas bien de Jaime Domingo López Buitrón, del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
En principio, el propio García Luna cree que la colaboración continuará al margen de lo que pase en las elecciones de este año en los dos países, un sentimiento que al menos públicamente es compartido por Michelle Leonhart, directora de la Agencia Antinarcóticos Estadounidense (DEA), que en una entrevista hizo enormes elogios de la cooperación bilateral y los éxitos alcanzados gracias a ella.
El hecho es que ninguno de los dos países puede darse el lujo de dejar de participar con el otro.
Si por un lado puede alegarse que los estadounidenses ponen el vicio, el dinero y las armas y los mexicanos los muertos, lo cierto también es que la posición geográfica y la economía han hecho de los cárteles mexicanos los actores principales de una película que se desarrolla a ambos lados de la frontera.
Pero al mismo tiempo, el hecho es que desde el punto de vista mexicano no es posible aceptar que haya poderes paralelos al del Estado o que rivalicen con él en algunas partes del territorio, y menos cuando se trata de regiones tan sensibles como las fronteras, y en especial con Estados Unidos.
Para el lado estadounidense, no resulta aceptable que grupos criminales tengan capacidad de influir en la política y las decisiones de un país vecino, y menos uno que por sí solo representa casi el 14 por ciento de su comercio exterior.
Sin embargo, hay preocupación por lo que pudiera ocurrir en los próximos meses, sobre todo ante la posibilidad de que grupos narcotraficantes desplieguen sus recursos a niveles local y estatal para asegurarse espacios y la ceguera, cuando no la complicidad, de algunas autoridades en México.
Paralelamente, el creciente rechazo a la violencia generada por la “guerra a las drogas” y los avances de la legalización de la mariguana en Estados Unidos complican las cosas y la cooperación.
García Luna lo sabe y sin duda también los aspirantes a la presidencia y sus consejeros. Que piensen hacer y como esperan hacerlo tendrá un impacto considerable en la relación bilateral. En ese marco la visita de García Luna a Washington adquiere caracteres distintos de cara al futuro.
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