Otto Schober / La Línea del Tiempo
El primer amor de Maximiliano de Habsburgo, que fuese efímero emperador de México, fue la condesa Paula Von Linden, una bella joven de mejillas rosadas, de 19 años de edad, hija del ministro de Wirteemberg, uno de los bellos reinos alemanes que disfrutaban de representación diplomática de la corte de Viena.
Cuando el joven Maximiliano la conoció, quedó prendado de ella, era la época en que Maximiliano se inició como marino y tenía su base en el puerto de Trieste.
Maximiliano era el más enamorado de los dos, pero la corte de Viena, encabezada por su hermano Francisco José y su madre, la archiduquesa Sofía, desaprobaron la relación y Maximiliano siempre aprovechó los valses de Strauss para tener entre sus brazos a su amada. En el último día del carnaval de 1832, se organizaron dos bailes: Uno con el príncipe de Auesperg y el imperial, organizado por la archiduquesa Sofía.
Paula recibió un ramo de flores anónimo, sobre el que tuvo que mentir sobre quién se las había enviado, porque si su sospecha era correcta, Maximiliano se sentiría defraudado si ella no acudía al primer baile con el ramo, de acuerdo a las costumbres de la época.
En el baile, Paula se dio cuenta de que Maximiliano sustituía a su hermano, el emperador Francisco José y pensó que seguramente abriría el baile con la dama de la casa, pero ante sorpresa de todos, Maximiliano invitó a bailar a Paula con la frase “estoy contento de que portes mis flores”, la joven sonrió tímidamente y emocionada disfrutó la velada.
Terminado el primer gran baile, ella regresó a su casa para prepararse para el segundo, ya en su casa, recibió otro ramo de flores, Paula las aceptó y las llevó al palacio de Hofburg. Como era usual, Maximiliano volvió a bailar la primera pieza con ella y la mayoría de las demás hasta medianoche, en que la orquesta, según la costumbre, dejó de tocar.
Los asistentes se dispersaron porque el carnaval había terminado. Cuando Maximiliano y Paula se despidieron esa noche, ellos no sabían que habían bailado el último vals de la temporada y el último en sus vidas.
Al día siguiente el emperador Francisco José le ordenó a Maximiliano regresar a sus deberes navales en Trieste y el rey de Wirteember recibió una “indirecta” del emperador de Austria y cambiaron a su embajador, al ministro Von Linden transfiriéndolo a Berlín, junto con su esposa y su hija Paula.
Siempre se tuvo la seguridad de que atrás de estas medidas, estuvo la mano de la archiduquesa Sofía, la poderosa madre de Maximiliano. Paula se casó con el Conde de Bülow y ya muerto Maximiliano, Paula se encontró en Viena con la archiduquesa Sofía que ya peinaba canas y de pié ante un cuadro de su hijo sacrificado, con rostro angustiado, reconoció que Maximiliano le había dicho en vida lo que significaba Paula para él y Paula por su arte, reconoció que le faltó carácter para seguir insistiendo en comunicarse con Maximiliano.
(Tras las huellas de un desconocido de Konrad Ratz)
El primer amor de Maximiliano de Habsburgo, que fuese efímero emperador de México, fue la condesa Paula Von Linden, una bella joven de mejillas rosadas, de 19 años de edad, hija del ministro de Wirteemberg, uno de los bellos reinos alemanes que disfrutaban de representación diplomática de la corte de Viena.
Cuando el joven Maximiliano la conoció, quedó prendado de ella, era la época en que Maximiliano se inició como marino y tenía su base en el puerto de Trieste.
Maximiliano era el más enamorado de los dos, pero la corte de Viena, encabezada por su hermano Francisco José y su madre, la archiduquesa Sofía, desaprobaron la relación y Maximiliano siempre aprovechó los valses de Strauss para tener entre sus brazos a su amada. En el último día del carnaval de 1832, se organizaron dos bailes: Uno con el príncipe de Auesperg y el imperial, organizado por la archiduquesa Sofía.
Paula recibió un ramo de flores anónimo, sobre el que tuvo que mentir sobre quién se las había enviado, porque si su sospecha era correcta, Maximiliano se sentiría defraudado si ella no acudía al primer baile con el ramo, de acuerdo a las costumbres de la época.
En el baile, Paula se dio cuenta de que Maximiliano sustituía a su hermano, el emperador Francisco José y pensó que seguramente abriría el baile con la dama de la casa, pero ante sorpresa de todos, Maximiliano invitó a bailar a Paula con la frase “estoy contento de que portes mis flores”, la joven sonrió tímidamente y emocionada disfrutó la velada.
Terminado el primer gran baile, ella regresó a su casa para prepararse para el segundo, ya en su casa, recibió otro ramo de flores, Paula las aceptó y las llevó al palacio de Hofburg. Como era usual, Maximiliano volvió a bailar la primera pieza con ella y la mayoría de las demás hasta medianoche, en que la orquesta, según la costumbre, dejó de tocar.
Los asistentes se dispersaron porque el carnaval había terminado. Cuando Maximiliano y Paula se despidieron esa noche, ellos no sabían que habían bailado el último vals de la temporada y el último en sus vidas.
Al día siguiente el emperador Francisco José le ordenó a Maximiliano regresar a sus deberes navales en Trieste y el rey de Wirteember recibió una “indirecta” del emperador de Austria y cambiaron a su embajador, al ministro Von Linden transfiriéndolo a Berlín, junto con su esposa y su hija Paula.
Siempre se tuvo la seguridad de que atrás de estas medidas, estuvo la mano de la archiduquesa Sofía, la poderosa madre de Maximiliano. Paula se casó con el Conde de Bülow y ya muerto Maximiliano, Paula se encontró en Viena con la archiduquesa Sofía que ya peinaba canas y de pié ante un cuadro de su hijo sacrificado, con rostro angustiado, reconoció que Maximiliano le había dicho en vida lo que significaba Paula para él y Paula por su arte, reconoció que le faltó carácter para seguir insistiendo en comunicarse con Maximiliano.
(Tras las huellas de un desconocido de Konrad Ratz)
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