Alfredo Jalife-Rahme / Bajo la Lupa
El asombroso éxito de Brasil en la primera década del siglo XXI se suele atribuir en forma hiperreduccionista al rubro geoeconómico y deja de lado la toma de decisiones de gran trascendencia geopolítica que colocaron al gigante sudamericano en los primeros sitiales del planeta.
En forma relevante el dos veces canciller Celso Amorim –en la fase de Itamar Franco (etapa de unipolaridad estadunidense), de 1993 a 1995, y en la era Lula, de 2003-2011– revela en un luminoso ensayo en America’s Quarterly (Reflejos sobre el crecimiento global de Brasil, primavera de 2011) la imaginación de su país, que entendió la dinámica del nuevo orden mundial en su travesía de la caduca unipolaridad a la incipiente multipolaridad y a cuya lectura se adelantó un año antes el equipo de Lula (El éxito de Brasil y el fracaso del México neoliberal panista; Contralínea, Radar Geopolítico, 22/5/11).
No es igual la toma de decisiones por la misma persona en dos fases distintas de la geopolítica global. Mientras Brasil se arriesgó temerariamente en 2003 al pronunciarse contra la invasión de Estados Unidos a Irak, el México neoliberal panista profundizaba su relación bilateral con la otrora superpotencia unipolar: aquí se comenzó a escribir el diferente destino de los dos países de Latinoamérica.
El México neoliberal panista ahondaba su relación sadomasoquista con Estados Unidos –una potencia en decadencia–, en tanto Brasil abría creativas relaciones multipolares conectándose con países africanos (básicamente de habla portuguesa), árabes e islámicos no árabes para conformar lo que llamo el BIT (alianza virtual de intereses nucleares entre Brasil, Irán y Turquía). Peor aún: el México neoliberal panista cerraba sus mercados (v.gr. el cierre demencial de la embajada en Angola), ya se diga Arabia Saudita, mientras Brasil los abría con sentido geopolítico.
Cuando el México neoliberal panista se encapsulaba en una concha inexistente (el blindaje de Estados Unidos en franco declive), Brasil, en la era creativa de Lula, emprendía una complementariedad geoeconómica de primer orden con China: su primer socio comercial global.
A partir de la derrota militar de Estados Unidos en Irak –que observé desde la primavera de 2004– se aceleran todos los sucesos que marcan el fin de la unipolaridad y el inicio de la multipolaridad, donde Brasil y el México neoliberal panista toman antagónicamente sus decisiones geopolíticas y geoeconómicas.
Tres meses después de la invasión de Irak, Brasil lanzó sus vectores geoeconómicos en el Foro IBSA (precursor de los BRICS), ya no se diga su ruptura mercantil en la cumbre de la OMC de Cancún, ocho meses más tarde, cuando se alia al sur subdesarrollado (China e India) frente al proteccionismo alimentario y de servicios de Estados Unidos y la Unión Europea.
En tal lapso, el México neoliberal panista –cuya política exterior fue secuestrada en la fase foxiana por los hermanos Rozental y Castañeda Gutman– favorece la invasión contra la tradición política del país (como alertó Adolfo Aguilar Zinser, embajador de México en el Consejo de Seguridad de la ONU: Miente Vicente Fox sobre Irak, Contralínea, Radar Geopolítico, 28/11/10), profundizando su entrega al modelo neoliberal global y su absorción gradual por Estados Unidos, que había empezado con el TLCAN y prosiguió con el documento Nuevos horizontes (La desnacionalización de Pemex, 2009, Orfila) del CSIS (Center for Strategic and International Studies), con sede en Washington, y que intentó prolongar la agonía ya visible con el decálogo neoliberal del Consenso de Monterrey (sic), entregándose aún más en la reuniónsecreta de la ASPAN, Alianza para la Seguridad (sic) y Prosperidad (sic) de América del Norte (TLCAN plus).
Desde 2004, el TLCAN había sido desacreditado por el NBER (National Bureau of Economic Research), el máximo think tank en economía de Estados Unidos: El TLCAN y México: menos que un desempeño estelar (enero de 2004).
Los muy creativos mandatarios de Sudamérica en su generalidad entendieron correctamente el cambio de los tiempos de la unipolaridad a la incipiente multipolaridad; cabe destacar sus audaces iniciativas: el Alba (14/12/04), Unasur (18/12/04) y el reciente papel geoestratégico de la Celac.
México se encuentra ausente de las grandes jugadas de los mandatarios de Sudamérica en sus variantes del Alba y Unasur. Peor aún: se arroja insensatamente a los brazos del militarismo de Estados Unidos, llevándolo a la incrustación del México neoliberal, en la fase calderonista, al desquiciante Plan México: un clon del Plan Colombia que fue rebautizado Plan Mérida cuando ya había fracasado el proyecto geoeconómico foxiano del hilarante cuan delirante Plan Puebla-Panamá. ¡Toda una autopsia!
La crisis financiera global (15/11/08) golpeó a Brasil y a México. Lo que para los centralbanquistas del México neoliberal fue un catarrito, en Brasil lo tomaron muy en serio y salieron de su marasmo, mientras el calderonismo exhibía una de las mayores depresiones económicas del mundo, con alrededor de 7 por ciento de crecimiento económico negativo.
Brasil salió pronto de su crisis debido a dos consideraciones: 1) la existencia de una banca nacional, tanto comercial como de desarrollo, que permitió refinanciar sus grandes proyectos; y 2) su complementariedad geoeconómica bidireccional con China, el gran triunfador de la globalización económica.
Cabe señalar que el banco de desarrollo de Brasil (BNDES), en contrapunto a Banobras (hoy en manos monetaristas), concertó la mayor oferta pública inicial de la historia para lanzar a la estratosfera a la empresa petrolera estatal (sic) Petrosal, con el fin de explotar los pletóricos yacimientos de Brasil en el océano Atlántico.
Un tema más en el que Brasil y el México neoliberal estarán en lados opuestos es el reconocimiento del Estado palestino, al que Lula se adelantó y en el que el México neoliberal panista todavía está ausente debido al entreguismo de Calderón a Estados Unidos e Israel.
Pese a las ventanas multipolares de oportunidades que se han abierto, el México neoliberal panista sigue empecinado en hundirse con el Titanic de Estados Unidos, hoy en decadencia inexorable, que sucede cuando amenaza la última fase de entrega del México neoliberal, que pasa probablemente por su incrustación militarista al Comando Norte (NorthCom) bajo la férula de Estados Unidos y su unilateral Seguridad de la Patria.
No es asunto de personas, sino de toma política de decisiones en los momentos trascendentales que marcan el destino de las naciones.
Brasil con Lula se atrevió un año antes del derrumbe del orden unipolar a jugar en forma temeraria la carta multipolar.
El México neoliberal panista no pudo, o no quiso, y hoy se sume en el Titanic unipolar arrumbado en la catatonia y sin creatividad. El próximo presidente requiere de un golpe de timón que contemple la pertenencia ineludible de México a la multipolaridad, sin dañar la bilateralidad geopolítica y geoeconómica de las trascendentales relaciones con Estados Unidos, hoy en decadencia.
Para ello deberá enterarse de que la unipolaridad cesó y hoy nos encontramos en el incipiente nuevo orden multipolar, donde México conserva tres cartas de primer orden geoestratégico: el bono demográfico (su población juvenil), el petróleo y la plata.
El asombroso éxito de Brasil en la primera década del siglo XXI se suele atribuir en forma hiperreduccionista al rubro geoeconómico y deja de lado la toma de decisiones de gran trascendencia geopolítica que colocaron al gigante sudamericano en los primeros sitiales del planeta.
En forma relevante el dos veces canciller Celso Amorim –en la fase de Itamar Franco (etapa de unipolaridad estadunidense), de 1993 a 1995, y en la era Lula, de 2003-2011– revela en un luminoso ensayo en America’s Quarterly (Reflejos sobre el crecimiento global de Brasil, primavera de 2011) la imaginación de su país, que entendió la dinámica del nuevo orden mundial en su travesía de la caduca unipolaridad a la incipiente multipolaridad y a cuya lectura se adelantó un año antes el equipo de Lula (El éxito de Brasil y el fracaso del México neoliberal panista; Contralínea, Radar Geopolítico, 22/5/11).
No es igual la toma de decisiones por la misma persona en dos fases distintas de la geopolítica global. Mientras Brasil se arriesgó temerariamente en 2003 al pronunciarse contra la invasión de Estados Unidos a Irak, el México neoliberal panista profundizaba su relación bilateral con la otrora superpotencia unipolar: aquí se comenzó a escribir el diferente destino de los dos países de Latinoamérica.
El México neoliberal panista ahondaba su relación sadomasoquista con Estados Unidos –una potencia en decadencia–, en tanto Brasil abría creativas relaciones multipolares conectándose con países africanos (básicamente de habla portuguesa), árabes e islámicos no árabes para conformar lo que llamo el BIT (alianza virtual de intereses nucleares entre Brasil, Irán y Turquía). Peor aún: el México neoliberal panista cerraba sus mercados (v.gr. el cierre demencial de la embajada en Angola), ya se diga Arabia Saudita, mientras Brasil los abría con sentido geopolítico.
Cuando el México neoliberal panista se encapsulaba en una concha inexistente (el blindaje de Estados Unidos en franco declive), Brasil, en la era creativa de Lula, emprendía una complementariedad geoeconómica de primer orden con China: su primer socio comercial global.
A partir de la derrota militar de Estados Unidos en Irak –que observé desde la primavera de 2004– se aceleran todos los sucesos que marcan el fin de la unipolaridad y el inicio de la multipolaridad, donde Brasil y el México neoliberal panista toman antagónicamente sus decisiones geopolíticas y geoeconómicas.
Tres meses después de la invasión de Irak, Brasil lanzó sus vectores geoeconómicos en el Foro IBSA (precursor de los BRICS), ya no se diga su ruptura mercantil en la cumbre de la OMC de Cancún, ocho meses más tarde, cuando se alia al sur subdesarrollado (China e India) frente al proteccionismo alimentario y de servicios de Estados Unidos y la Unión Europea.
En tal lapso, el México neoliberal panista –cuya política exterior fue secuestrada en la fase foxiana por los hermanos Rozental y Castañeda Gutman– favorece la invasión contra la tradición política del país (como alertó Adolfo Aguilar Zinser, embajador de México en el Consejo de Seguridad de la ONU: Miente Vicente Fox sobre Irak, Contralínea, Radar Geopolítico, 28/11/10), profundizando su entrega al modelo neoliberal global y su absorción gradual por Estados Unidos, que había empezado con el TLCAN y prosiguió con el documento Nuevos horizontes (La desnacionalización de Pemex, 2009, Orfila) del CSIS (Center for Strategic and International Studies), con sede en Washington, y que intentó prolongar la agonía ya visible con el decálogo neoliberal del Consenso de Monterrey (sic), entregándose aún más en la reuniónsecreta de la ASPAN, Alianza para la Seguridad (sic) y Prosperidad (sic) de América del Norte (TLCAN plus).
Desde 2004, el TLCAN había sido desacreditado por el NBER (National Bureau of Economic Research), el máximo think tank en economía de Estados Unidos: El TLCAN y México: menos que un desempeño estelar (enero de 2004).
Los muy creativos mandatarios de Sudamérica en su generalidad entendieron correctamente el cambio de los tiempos de la unipolaridad a la incipiente multipolaridad; cabe destacar sus audaces iniciativas: el Alba (14/12/04), Unasur (18/12/04) y el reciente papel geoestratégico de la Celac.
México se encuentra ausente de las grandes jugadas de los mandatarios de Sudamérica en sus variantes del Alba y Unasur. Peor aún: se arroja insensatamente a los brazos del militarismo de Estados Unidos, llevándolo a la incrustación del México neoliberal, en la fase calderonista, al desquiciante Plan México: un clon del Plan Colombia que fue rebautizado Plan Mérida cuando ya había fracasado el proyecto geoeconómico foxiano del hilarante cuan delirante Plan Puebla-Panamá. ¡Toda una autopsia!
La crisis financiera global (15/11/08) golpeó a Brasil y a México. Lo que para los centralbanquistas del México neoliberal fue un catarrito, en Brasil lo tomaron muy en serio y salieron de su marasmo, mientras el calderonismo exhibía una de las mayores depresiones económicas del mundo, con alrededor de 7 por ciento de crecimiento económico negativo.
Brasil salió pronto de su crisis debido a dos consideraciones: 1) la existencia de una banca nacional, tanto comercial como de desarrollo, que permitió refinanciar sus grandes proyectos; y 2) su complementariedad geoeconómica bidireccional con China, el gran triunfador de la globalización económica.
Cabe señalar que el banco de desarrollo de Brasil (BNDES), en contrapunto a Banobras (hoy en manos monetaristas), concertó la mayor oferta pública inicial de la historia para lanzar a la estratosfera a la empresa petrolera estatal (sic) Petrosal, con el fin de explotar los pletóricos yacimientos de Brasil en el océano Atlántico.
Un tema más en el que Brasil y el México neoliberal estarán en lados opuestos es el reconocimiento del Estado palestino, al que Lula se adelantó y en el que el México neoliberal panista todavía está ausente debido al entreguismo de Calderón a Estados Unidos e Israel.
Pese a las ventanas multipolares de oportunidades que se han abierto, el México neoliberal panista sigue empecinado en hundirse con el Titanic de Estados Unidos, hoy en decadencia inexorable, que sucede cuando amenaza la última fase de entrega del México neoliberal, que pasa probablemente por su incrustación militarista al Comando Norte (NorthCom) bajo la férula de Estados Unidos y su unilateral Seguridad de la Patria.
No es asunto de personas, sino de toma política de decisiones en los momentos trascendentales que marcan el destino de las naciones.
Brasil con Lula se atrevió un año antes del derrumbe del orden unipolar a jugar en forma temeraria la carta multipolar.
El México neoliberal panista no pudo, o no quiso, y hoy se sume en el Titanic unipolar arrumbado en la catatonia y sin creatividad. El próximo presidente requiere de un golpe de timón que contemple la pertenencia ineludible de México a la multipolaridad, sin dañar la bilateralidad geopolítica y geoeconómica de las trascendentales relaciones con Estados Unidos, hoy en decadencia.
Para ello deberá enterarse de que la unipolaridad cesó y hoy nos encontramos en el incipiente nuevo orden multipolar, donde México conserva tres cartas de primer orden geoestratégico: el bono demográfico (su población juvenil), el petróleo y la plata.
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