Azoro en el FBI

Francisco Rodríguez / Índice Político

Llegaron desde temprano al sexto piso del edificio Ronald Reagan en el 1300 de la Avenida Pennsylvania, apenas a tres cuadras de esa otra edificación que de vez en vez aparece en las producciones hollywoodenses, el J. Edgar Hoover que es la sede del FBI.

Y pese a la corta distancia se adelantaron para no perder detalle alguno del evento trascendental, esperado en todos los circuitos de seguridad que confluyen en el Distrito de Columbia, la capital estadounidense. Lo mismo los de la vecina nación que los de todos aquellos países con representaciones diplomáticas ante la Casa Blanca.

La voz comenzó a correr desde temprano. Que Genaro García Luna, ocupante de la Secretaría de Seguridad Pública de la fallida administración de Felipe Calderón, ya se encontraba en Washington. Que por la tarde, a las 18 horas, presentaría su esperado y más reciente libro en el Woodrow Wilson Center.

La presencia de García Luna para tan trascendente ocasión ya había provocado que las delegaciones de agencias como la Mossad israelí, la británica M16, la Sureté francesa, entre otras, emitieran alertas a sus más avezados agentes para que estuviesen presentes y, de primera mano, se hicieran de una copia de El Nuevo Modelo de Seguridad para México, obra que por supuesto también habrá de servir para que israelíes, ingleses y, entre otros, franceses revolucionen y evolucionen en sus ya anticuados sistemas de lucha en contra de la delincuencia.

Pero los muchachos de Robert S. Mueller III les ganaron la partida. Fueron los primeros en llegar. Con muchas horas de antelación, pues no querían perderse detalle de tan fausta ocasión: García Luna, el exitoso policía mexicano, prodigándose en enseñanzas en las que habría que zambullirse, empaparse.

Suertudotes se sentían los agentes del FBI. Aprenderían de primera mano, sin intermediarios, del propio autor de El Nuevo Modelo de Seguridad no sólo para México, para el mundo entero, satélites y –modestia aparte– planetas circunvecinos. Afortunados de verdad.

Ya se imaginaban de regreso a sus oficinas. Se veían rodeados de sus colegas del FBI preguntándoles qué sintieron por estar tan cerca del nuevo Sun Tzú de la guerra contra la delincuencia. Y lo mejor, que ¿qué habían alcanzado a entender de tan elevadas teorías, de tan indiscutibles prácticas que –¡eso es eficiencia!– en cinco años han producido 50 mil muertos, la multiplicación de los cárteles de la droga, el trasiego de cada vez más toneladas de estupefacientes y, claro, la atomización del secuestro, los chantajes, los asesinatos impunes?

Un exitazo El Nuevo Modelo de Seguridad…

Un quinquenio se llevaron García Luna y su jefe para darle la vuelta al panorama. ¡Qué barbaros! ¡Qué brutos!

Los agentes del FBI, por supuesto, estaban azorados.

Y agradecidos con su director Mueller, por haberlos enviado desde tempranito al Woodrow Wilson Center. Un 11 de enero. Nunca olvidarán la fecha.

Porque fue todo un agasajo el beber de las palabras de este pequeño gran hombre que cambió radicalmente el panorama de la seguridad en México.

Y prácticamente solo. Porque ya desde el principio, envidiosos que son, los militares y los marinos no quisieron sumarse a su gran esfuerzo.

Y solo contra el mundo, contra la opinión de quienes se dicen expertos, aún en contra de los deudos de esos 50 mil muertos, estoico, recio, García Luna se ha mantenido inamovible: su estrategia es La Estrategia. No hay otra más.

Y ahora, ¡qué suerte!, la comparte con el mundo, precisamente desde la capital imperial. Desde ese pequeño espacio del sexto piso del edificio Ronald Reagan en el 1300 de la Avenida Pennsylvania que, por unos pocos instantes, tuvo la dicha de convertirse en la Meca de la seguridad pública mundial.

¡Que digo la Meca! ¡El Vaticano! ¡La sede del cónclave de los expertos mundiales de seguridad pública que, cubiertos con sus capelos –no, no estaban embozados–, bebían con deleite las palabras de ese cáliz de sapiencia que es García Luna!

Mira que 50 mil muertos en sólo cinco años…

¿Y si lo dejaran seis años más?

Índice Flamígero: Ni una línea en el The Washington Post. En cambio, en los medios de la aldea obtuvo primeras planas, teassers en los noticiarios y comentarios elogiosos. Y eso que tuvo el mal tino de decir que “la violencia en México disminuye”, justo cuando la PGR daba a conocer la negra cifra de víctimas cobrada por la guerra de Calderón. ¿O no se ponen de acuerdo? ¿O qué feo se llevan?

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