Asesinos

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

El único texto sensato en torno a los asesinatos de dos estudiantes normalistas de Ayotzinapa es de Luis González de Alba, lo demás es la misma basura impulsada desde el gobierno, con el propósito de distraer a la sociedad de los graves problemas que habrá de enfrentar este año, más el saldo dejado por la campaña presidencial.

Los gobiernos federal y estatal son los responsables directos de esas dos muertes, por donde quiera que se le vea, pues a ellos se debe la mediocridad de los planes de estudio de esas normales, la complicidad con el SNTE que propicia la estupidización que obliga a sus víctimas a salir a la calle para exigir un sueño que les inculcaron, pero que no merecen, por mediocres.

En un amplio porcentaje ambos gobiernos son responsables de la mediocridad de los egresados de las escuelas superiores cuyo funcionamiento es atribución exclusiva del Estado, por lo que no debe asombrar que en la intención de permanecer de pie frente a las autoridades, decidieran incendiar la bomba de una gasolinera, lo que en realidad va más allá de un acto vandálico, de una protesta, porque se constituye de inmediato en delito que pone en riesgo la vida de una o muchas personas. Por lo pronto, nadie ha formulado un reconocimiento público a la actitud valiente de Gonzalo Miguel Rivas Cámara, quien es el empleado que hasta el primero de enero de 2012 vivió en el estertor, con más del 50 por ciento del cuerpo con quemaduras de segundo y tercer grado. Gracias a él la gasolinera no explotó; gracias a él Ángel Heladio Aguirre sólo tiene tres muertes entre sus manos, lo que al gobernador de Guerrero parece no importarle, pues ni siquiera fue capaz de visitar a los familiares de ese valiente empleado de salario mínimo. Al acudir al funeral no se exime de su responsabilidad.

La CNDH vuelca toda su infraestructura y sabiduría en el esfuerzo por dar castigo a los asesinos de dos estudiantes, pero nadie en esa Comisión parece interesarse por esa víctima debida al vandalismo con el que se condujeron uno o varios normalistas de Ayotzinapa, a quienes consideran imprescindible defender de los abusos de la autoridad de procuración de justicia, sin cuidarse de la defensa de los derechos de la víctima o las potenciales víctimas de haber estallado la gasolinera.

No se confundan, de idéntica manera en que deben ser castigados el gobernador y los elementos de procuración de justicia del estado de Guerrero, los estudiantes de Ayotzinapa deben ser llevados a juicio por vandalismo, por obstruir las vías federales de comunicación, por su estúpido intento de crear un conflicto mayor para ocultar sus fechorías. Los asesinos están en ambos lados.

Pero no sucederá nada, Ángel Heladio Ramírez continuará durmiendo con la muerte a su lado, como se acostumbró a hacerlo desde Aguas Blancas, cuando sustituyó al Tigre de Huitzuco.

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