Adictos, narco y la otra “guerra”

Eduardo Ibarra Aguirre

Hasta que sesionó el Consejo Nacional contra las Adicciones, el viernes 13 con la participación del general de cinco estrellas y el jefe de gobierno capitalino, se partió de la idea, brindada por el entonces secretario de Salud, José Ángel Córdova, de que en la década panista en Los Pinos se duplicó el número de adictos a las drogas prohibidas.

Y la duplicación la estimaron sumamente grave los analistas del fenómeno delictivo. Resulta que la información brindada por el hoy precandidato a gobernador por Guanajuato, y muy probable perdedor frente al de la poderosa Organización Nacional El Yunque, se quedó irresponsable o deliberadamente corta frente a los datos que enhorabuena brinda Felipe Calderón.

En voz del titular del Ejecutivo federal fue posible enterarse de la cortísima visión de Córdova, difundida por Carlos Olmos, cuando sólo de 2002 a 2008, es decir en seis años de dos gobiernos blanquiazules, no en los 11 años que ya cubrieron, el consumo de drogas en México creció más de 300 por ciento, al pasar de 0.4% (2002) a 1.4 por ciento (2008).

Pero esa más que triplicación de los adictos a las drogas ilícitas en territorio azteca, mientras la tendencia en Estados Unidos y otras latitudes es hacia su gradual y controlada liberalización, no contempla por razones que no se explicitan ni los primeros dos años del “gobierno del cambio”, presidido por la inolvidable “pareja presidencial”, la de Vicente Fox y Martha Sahagún, ni los últimos dos de Calderón Hinojosa.

Para no prejuzgar, sería pertinente que el CNA de los viajes intergalácticos, no el de las Artes, explicara a qué obedece tan notabilísima omisión. Si se trata de un problema presupuestal resulta injustificable en el sexenio de la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, que consumió recursos públicos ilimitados e hizo florecer negocios particulares al amparo del poder público, por supuesto que con las respectivas comisiones para quienes brindaron los contratos, porque en esta materia la administración pública, en sus tres niveles de gobierno, sigue instalada en las prácticas del priato, con sus plausibles excepciones que confirman la regla no escrita.

Si por el contrario, la carencia informativa deriva de la incapacidad tecnológica y/o humana, resulta menos aceptable. Mas si la omisión obedece a un afán de ocultar datos actualizados, como lo acaba de hacer la Procuraduría General de la República sobre el número de homicidios dolosos, para no evidenciar el estrepitoso fracaso de la estrategia punitiva y militarista que aplica el comandante supremo de la Fuerzas Armadas Mexicanas bajo la presión de la Casa Blanca y el Pentágono, en tal caso sería una maniobra tan inaceptable como efímera, porque los costos del sexenio, sus políticas y estrategias para bien y para mal estarán a la luz del día conforme se acerca su escandaloso final.

Y si a la oportuna pero sumamente incompleta información brindada por Felipe del Sagrado Corazón de Jesús, le añadimos sus explicaciones sobre las causas del crecimiento espectacular de los adictos a estupefaciente –aumento del poder adquisitivo de los mexicanos y ensanchamiento de las capas medias, amén de que 56 millones tienen menos de 26 años–, entonces pretende desvanecer que su fundamentalista estrategia obligó a los corporativos de las drogas a ampliar su mercado en México ante el sellamiento de la frontera sur de Estados Unidos, a cargo no de las fuerzas de Washington sino de las que comanda Calderón.

Muy tarde, pero finalmente entendió el michoacano de Morelia que la adicción a las drogas es un problema centralmente de salud pública y ésa fue la “guerra” que nunca libró.

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