Francisco Rodríguez / Índice Político
Da pena. Terminó secuestrada por su ingenuidad, ambición y narcisismo.
Ella, sí, la heroína de las clases medias. Quien en su nombre abanderó –pero, sobre todo, publicitó– poner un hasta aquí a estos condenables delitos es ahora rehén de los más oscuros intereses políticos.
Ingenua, se entregó ella misma a sus captores. Éstos encontraron que la vanidad, la sobreactuación, los micrófonos y los reflectores se convirtieron no en su fortaleza, sino en su debilidad. Y por ahí la cortejaron. Le dieron un premio. Discursos. Artículos firmados por los escribas y amanuenses afines, “los de casa”. La acercaron y cercaron. Primero Federico Döring. Después, García Luna. Luego el ocupante de Los Pinos. Y cayó.
Ambiciosa vio como se llenaba su hucha gracias al PAN. Su negocio de carteleras espectaculares –aquellos con los que alguna vez buscó a los secuestradores y ¿asesinos? de… ¿de quién?… ah, sí, de su hijo– fue al alza cuando los blanquiazules comenzaron a rentárselos.
Siguieron sus pasos. Le pusieron “cola”. Y lo hicieron pasar como su fuera su secretario particular: Bretón. Sí, Bretón, quien antes era secretario particular de Döring.
Es una víctima. De su ingenuidad. De su ambición. De su narcisismo.
Y claro, es una víctima del amplio poder económico que la dizque guerra en contra del narcotráfico confirió a sus secuestradores.
Víctima, abusada y abducida por esas fuerzas corruptoras incontrolables que, en colusión con aquello que dicen combatir, han consolidado una compleja trama de infiltración del Estado, cada vez más difícil de comprender y categorizar.
El concepto de cooptación que por estos días se discute con motivo de la postulación de la señora Isabel Miranda como candidata del PAN a la jefatura del gobierno de la capital nacional debe trascender los espacios de discusión estrictamente partidistas, donde ya ha dejado muertos y heridos en el camino a los comicios del primer día de julio. Véanse si no las caras de los burladores burlados: Sodi, Orvañanos, Cuevas, et al.
Porque la cooptación es, ante todo, una forma de corrupción a gran escala con la que grupos criminales organizados y aún los desorganizados distorsionan la formulación de leyes, normas, decretos, reglas y regulaciones. La cooptación debilita la estructura institucional de un país.
Y entre esos grupos criminales anote usted, por supuesto, a la camarilla que controla Felipe Calderón o, peor todavía, a la que lo controla a él.
Da pena la señora Miranda. Es una víctima, aunque ella crea todo lo contrario.
Esta sola. Muy sola, aunque ella cree que la siguen millares. Porque prácticamente todos nos fuimos dando cuenta de su “levantón” y muy pocos o nadie metimos las manos.
Comenzó cuando dejó de lado el discurso que la lanzó a la fama y al estrellato. El del secuestro y presunto asesinato de su hijo. Como nunca encontró el cadáver –y aún así hay quienes también están secuestrados por “la justicia” purgando penas en la cárcel por un crimen que no se ha confirmado–, se refugió en el de “la urgencia de la reforma política”. Paso lógico. Una cosa, naturalmente lleva a la otra ¿qué no?
E hizo causa común con Calderón. Pasó a formar parte de los coros y orquesta de aquellos que exigían a la Cámara de Diputados los cambios políticos que siempre favorecen sólo a los políticos.
Después le dieron un premio. De esos “nacionales”. Y en Los Pinos.
Se hizo imprescindible en cuanto foro político organizaban los políticos.
¿Y el hijo? ¿Cómo se llama o cómo se llamaba el hijo?
Hasta ella misma lo olvidó.
Aunque antes, claro, lo “mercadeó”.
Como lo han hecho otros en situaciones similares. Salvo excepciones como Vargas o Gallo, creo que nadie más.
Y no. Lo de Sicilia es otra cosa. Muy distinta. Otra cosa. Como lo es lo de LeBarón.
Lo de la señora Miranda, en cambio… Da pena. Pena por ella, claro.
Está secuestrada.
Es rehén de quienes, con o contra la delincuencia, tienen al país sumido en la violencia. Con decenas de miles de muertos, de desaparecidos, de familias rotas, de atraso económico, de paria mundial al que ya casi ningún turista se quiere siquiera acercar…
Primero fue abusada…
Ahora está abducida.
Índice Flamígero: Escribió ayer el controvertido Luis Carlos Ugalde (IFE, 2006) que “México perderá un ejemplo de lucha ciudadana sin ganar a cambio a una buena candidata”. Y ello lo celebran, claro, en los cuarteles del PRD y del PRI, los reales beneficiarios del secuestro de la no menos controversial señora Miranda.
Da pena. Terminó secuestrada por su ingenuidad, ambición y narcisismo.
Ella, sí, la heroína de las clases medias. Quien en su nombre abanderó –pero, sobre todo, publicitó– poner un hasta aquí a estos condenables delitos es ahora rehén de los más oscuros intereses políticos.
Ingenua, se entregó ella misma a sus captores. Éstos encontraron que la vanidad, la sobreactuación, los micrófonos y los reflectores se convirtieron no en su fortaleza, sino en su debilidad. Y por ahí la cortejaron. Le dieron un premio. Discursos. Artículos firmados por los escribas y amanuenses afines, “los de casa”. La acercaron y cercaron. Primero Federico Döring. Después, García Luna. Luego el ocupante de Los Pinos. Y cayó.
Ambiciosa vio como se llenaba su hucha gracias al PAN. Su negocio de carteleras espectaculares –aquellos con los que alguna vez buscó a los secuestradores y ¿asesinos? de… ¿de quién?… ah, sí, de su hijo– fue al alza cuando los blanquiazules comenzaron a rentárselos.
Siguieron sus pasos. Le pusieron “cola”. Y lo hicieron pasar como su fuera su secretario particular: Bretón. Sí, Bretón, quien antes era secretario particular de Döring.
Es una víctima. De su ingenuidad. De su ambición. De su narcisismo.
Y claro, es una víctima del amplio poder económico que la dizque guerra en contra del narcotráfico confirió a sus secuestradores.
Víctima, abusada y abducida por esas fuerzas corruptoras incontrolables que, en colusión con aquello que dicen combatir, han consolidado una compleja trama de infiltración del Estado, cada vez más difícil de comprender y categorizar.
El concepto de cooptación que por estos días se discute con motivo de la postulación de la señora Isabel Miranda como candidata del PAN a la jefatura del gobierno de la capital nacional debe trascender los espacios de discusión estrictamente partidistas, donde ya ha dejado muertos y heridos en el camino a los comicios del primer día de julio. Véanse si no las caras de los burladores burlados: Sodi, Orvañanos, Cuevas, et al.
Porque la cooptación es, ante todo, una forma de corrupción a gran escala con la que grupos criminales organizados y aún los desorganizados distorsionan la formulación de leyes, normas, decretos, reglas y regulaciones. La cooptación debilita la estructura institucional de un país.
Y entre esos grupos criminales anote usted, por supuesto, a la camarilla que controla Felipe Calderón o, peor todavía, a la que lo controla a él.
Da pena la señora Miranda. Es una víctima, aunque ella crea todo lo contrario.
Esta sola. Muy sola, aunque ella cree que la siguen millares. Porque prácticamente todos nos fuimos dando cuenta de su “levantón” y muy pocos o nadie metimos las manos.
Comenzó cuando dejó de lado el discurso que la lanzó a la fama y al estrellato. El del secuestro y presunto asesinato de su hijo. Como nunca encontró el cadáver –y aún así hay quienes también están secuestrados por “la justicia” purgando penas en la cárcel por un crimen que no se ha confirmado–, se refugió en el de “la urgencia de la reforma política”. Paso lógico. Una cosa, naturalmente lleva a la otra ¿qué no?
E hizo causa común con Calderón. Pasó a formar parte de los coros y orquesta de aquellos que exigían a la Cámara de Diputados los cambios políticos que siempre favorecen sólo a los políticos.
Después le dieron un premio. De esos “nacionales”. Y en Los Pinos.
Se hizo imprescindible en cuanto foro político organizaban los políticos.
¿Y el hijo? ¿Cómo se llama o cómo se llamaba el hijo?
Hasta ella misma lo olvidó.
Aunque antes, claro, lo “mercadeó”.
Como lo han hecho otros en situaciones similares. Salvo excepciones como Vargas o Gallo, creo que nadie más.
Y no. Lo de Sicilia es otra cosa. Muy distinta. Otra cosa. Como lo es lo de LeBarón.
Lo de la señora Miranda, en cambio… Da pena. Pena por ella, claro.
Está secuestrada.
Es rehén de quienes, con o contra la delincuencia, tienen al país sumido en la violencia. Con decenas de miles de muertos, de desaparecidos, de familias rotas, de atraso económico, de paria mundial al que ya casi ningún turista se quiere siquiera acercar…
Primero fue abusada…
Ahora está abducida.
Índice Flamígero: Escribió ayer el controvertido Luis Carlos Ugalde (IFE, 2006) que “México perderá un ejemplo de lucha ciudadana sin ganar a cambio a una buena candidata”. Y ello lo celebran, claro, en los cuarteles del PRD y del PRI, los reales beneficiarios del secuestro de la no menos controversial señora Miranda.
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