2012: Crisis de expectativas

Carlos Ramírez / Indicador Político

1.- El 2011 fue otro año sin decisiones

A pesar de la existencia de evidencias en el sentido de que el sistema, el régimen y el Estado mexicanos ya no resisten las nuevas correlaciones de fuerzas sociales, políticas y generacionales, se va el 2011 con más experiencias frustradas que con posibilidades de avances.

Lo grave del asunto es que viene el 2012 con las elecciones presidenciales más jaloneadas de los últimos cincuenta años y no hay nada en el escenario político que asegure que alguno de los candidatos tenga las ofertas que exige la sociedad o, siquiera, que esté preocupado por el 2 de julio.

Además de los indicios de tensiones políticas, de violencias criminales y de agotamiento del sistema electoral, los precandidatos y sus partidos aparecen ajenos a la realidad. Tal como estamos, el próximo gobierno -quien quiera que gane- carecerá de margen de maniobra tan sólo para la administración de la crisis.

El 2011 fue el año de las posibilidades fallidas. Hubo iniciativas para reformas del Estado, de la economía, del sistema electoral y del régimen de gobierno, pero las élites políticas se negaron al cambio y desbarrancaron las posibilidades de la modernización. El país sigue esperando las tres grandes reformas: Del modelo de desarrollo, del sistema político y del pacto constitucional.

Las posibilidades de los desarrollos político, económico y social son menores a las exigencias y dejan un país desbordado por las demandas de bienestar. A lo largo de 2011 hubo evidencias de que la actual estructura de México sólo responde para atender al 35% de los mexicanos; de ese tamaño es la crisis de la organización política y productiva de México. La tasa de crecimiento del PIB no distribuye riqueza por no existen canales de reasignación de bienestar.

El país puede seguir así dos o tres sexenios más, pero el rezago como nación se acumula y agranda el esfuerzo para después salir del bache. No somos un país del tercer mundo pero estamos en el sótano del segundo. El país crece pero aumenta más rápidamente el número de demandas sociales; lo vemos con claridad en el subempleo o la economía informal, casi ya más grande que la formal.

El México del siglo XX se agotó con el final del ciclo político del PRI, porque ambos estaban atados en expectativas. La alternancia no ha podido definir nuevos caminos y nuevos acuerdos. Lo peor que le puede pasar al país no es que regrese el PRI a la presidencia sino que las élites políticas condenen al país a la mera alternancia de grupos en el poder y no al objetivo del bienestar de las mayorías.

Se perdió 2011 y parece que también se perderá 2012.

2.- En el 2012 no se ve nada claro en horizonte

Si en el 2011 se perdieron irresponsablemente algunas oportunidades para avanzar en las reformas del Estado, el 2012 debe darse ya perdido de antemano: El primer semestre será de campañas basadas en demagogias y el segundo de protestas poselectorales y de conformación de la siguiente administración.

Lo malo es que el país ya no puede esperar a que las élites políticas se pongan de acuerdo porque el modelo de desarrollo es insuficiente para atender las demandas de bienestar de más de 110 millones de mexicanos. Pero como las reformas pasan por los acuerdos entre partidos y fuerzas productivas y éstas se encuentran permanente divididas, entonces el pesimismo concluye en que el 21012 será otro año perdido.

Y el 2013 tampoco ofrece indicios de que las cosas puedan mejorar, porque desde ahora se perciben élites políticas aisladas y sin voluntad de entendimiento con otras. Los partidos en la Cámara de Diputados tardaron en ponerse de acuerdo para definir a los tres consejeros electorales del IFE que faltaban y tuvieron que hacerlo en lo oscurito para evitar el debate y los seleccionados al final no ocultaron sus preferencias partidistas; el problema no era sacar a los tres sino ofrecer las garantías de un IFE sin influencias partidistas.

Las posibilidades de los acuerdos deben eludir el saldo electoral porque el partido que gane las elecciones difícilmente querrá negociar con los que perdieron. De ahí que los acuerdos necesitan más bien de estadistas que por ahora no se ven en el escenario de corto plazo. El problema es doble: A los ganadores les falta grandeza para aceptar que no pueden solos y que necesitan de las energías de los que perdieron y los que fueron derrotados son dominados por las pasiones enfermizas de los que rechazan las posibilidades de los acuerdos.

Así, es posible prever que a México le pueden faltar varios años más no digamos de estancamiento sino de falta de acuerdos para modernizar el modelo de desarrollo. Para crecer más de 4% y tener nuevos mecanismos de distribución de la riqueza hace falta el rediseño del aparato productivo, institucional, de seguridad social y constitucional. Sin embargo, México lleva cuando menos tres sexenios sin acuerdos de
modernización.

De ahí el pesimismo sobre en 2012, y se profundiza cuando se perciben los datos de que el país quedará dividido entre tres fuerzas incapaces de ponerse de acuerdo para proyectos del futuro. Por tanto, la sociedad debía moverse en la creación de organizaciones no partidistas para operar como grupos de presión en torno a proyectos de desarrollo conjuntos.

3.- La crisis no es superficial; se trata de la peor crisis del capitalismo, no del Estado.

Nacido para terminar la guerra de todos contra todos --Hobbes--, el Estado pasó de ser el primer contrato social a la bestia salvaje con vida apropiada por élites especulativas. Las protestas sociales del año pasado fueron la evidencia de que el Estado entró en una crisis de existencia y que el tema central será socializar de nuevo su existencia.

El problema del Estado radica en el hecho de ya no es producto de un contrato social sino que ha pasado a ser propiedad de una élite política y de poder. De ahí la intensidad de las protestas sociales en África y Europa: El Estado se olvidó de la sociedad y la sociedad salió a las calles a protestar por la ausencia del Estado como estructura de administración de proyectos de desarrollo y de la democracia.

La crisis del periodo 2008-2011 volvió a poner al Estado en el centro del debate: El gasto público aumentó sin equilibrios fiscales bajo el argumento de las élites gobernantes de que el Estado tiene la obligación de proveer el bienestar social y de proteger a los más débiles; sin embargo, el Estado disparó el déficit al gastar más ingresando menos, y hoy se pagan las consecuencias de una equivocada concepción del Estado.

El problema no se localiza en el Estado sino en el uso de sus atribuciones o en el abuso de sus justificaciones. Por tanto, las críticas debieran dirigirse a la clase gobernante, a su mecanismo de toma de decisiones y a las políticas prácticas, aunque esas élites siempre se esconden debajo de las faldas del Estado.

La disminución del gasto público no demerita la función del Estado ni su aumento la magnifica. Por tanto, lo que se debe discutir es la eficacia en las políticas económicas de los gobiernos. Y ahí es donde se localizan las falles que condujeron a la severa crisis del periodo 2008-2011 que no terminará en el 2012: Los gobiernos capitalistas permitieron el funcionamiento sin regulaciones de las corporaciones financieras y esa especulación llevó a una burbuja ficticia de riqueza. Se trató, por así decirlo, de una pirámide Ponzi mundial: Nuevos inversionistas pagaban los altos rendimientos de los existentes y esa pirámide operó hasta que ya no hubo inversiones. Asimismo, los gobiernos capitalistas avalaron mecanismos de especulación financiera que no fueron sino bonos basura.

El déficit presupuestal se financió con deuda y ahí estallaron dos burbujas especulativas adicionales: Los gobiernos ya no pudieron pagar sus deudas y entonces el colapso se presentó como escasez de gasto corriente. Ahora esos gobiernos tienen que aumentar la carga fiscal o disminuir el gasto social para pagar cuentas atrasadas o los bancos quebrarán y se llevarán en su desplome a los ahorradores.

De ahí la certeza de que lo que está fallando no es el Estado ni la responsabilidad se localiza en su gasto social, sino que lo que ya no sirve es el funcionamiento codicioso del capitalismo. Los programas de ajuste con altos costos sociales se tomaron en el 2011 y seguirán en el 2012 sólo para salvar al capitalismo de las corporaciones financieras. De ahí que lo importante no sea gastar más para reactivar la economía con sus vicios corporativos, sino emparejar los recortes de gasto social a nuevas y más severas regulaciones corporativas que terminen con las riquezas acumuladas de minorías en un sistema económico ya no productivo sino especulativo.

De ahí la certeza de que la falla que llevó a la crisis no fue del Estado sino del capitalismo.

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