Una campaña presidencial al estilo estadounidense

José Carreño Figueras

Las elecciones estadounidenses, para bien o para mal el paradigma y modelo de las estrategias y técnicas de campaña política, se realizan sobre todo en base a imágenes, la creación de impresiones que de hecho sirven como símbolos de lo bueno ó lo malo que es tal o cual candidato y ayudan a transmitir mensajes.

En 1992 la imagen de un George HW Bush ignorante de lo que hace un “escáner” comercial en un supermercado contribuyó a la impresión de que estaba divorciado de la realidad de sus gobernados; en 2000, el comportamiento de Al Gore durante un debate, con audibles “bufidos” contribuyó a la idea de que era agresivo, poco atrayente. Fue la imagen de un Ronald Reagan relajado, confiado contra la de un Jimmy Carter abrumado en 1980…

Pero el éxito de esas imágenes depende en gran medida de la penetración de los medios de comunicación -los “viejos” y los “nuevos”- en la vida diaria de los estadounidenses. Los medios -y sus mensajes- son prácticamente omnipresentes en los Estados Unidos. en cualquiera de sus formas. La imagen, de hecho, puede hacer o destruir a un candidato.

En ese sentido la “intelligentsia” mexicana, la mas imbuida en la vida moderna y por tanto en las imágenes, parece haber descalificado a Enrique Peña Nieto, el presunto candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tras su muy publicitado error cultural en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

Y no es que la tormenta sea inconsecuencial. Ciertamente puede disculparse que un aspirante se confunda en cuánto a libros y autores. La respuesta al “mini-escándalo” es la que puede ofrecer información sobre el aspirante. Y en ese sentido Peña Nieto enfrenta los problemas de una candidatura construida a base de imágenes, criticada porque se ha hecho en base a “mercadotecnia” -aunque en ese sentido, tal vez Peña Nieto y su equipo son mas realistas que sus críticos-.

Lo que debía preocuparnos, ahora, ayer y mañana, es que aún si la incultura de Peña Nieto fuera una realidad, estaría mas cerca de sus electores que sus detractores.

Después de todo, no es el México “instruido” el que se espera vote por Peña Nieto, el candidato del PRI que ha construido su candidatura a base de imágenes y una estrategia de mercadotecnia. No, para nada. La mayor parte del México “instruido” votará por Andrés Manuel López Obrador o quien resulte el candidato del Partido de Acción Nacional (PAN).

La realidad del país nos muestra que la pelea por los votos urbanos no está en la Condesa o en Polanco -bueno, ahí quien sabe-, sino en los barrios de clase media de Narvarte o del Valle, de Veracruz o Tijuana, en las zonas populares de Ixtapalapa o de Tlaxcala; no está entre los lectores de periódicos, sino entre quienes escuchan radio, no está entre los lectores de libros sino entre los de “TV y Novelas”.

Para muchos de los votantes esos lectores el “internet” todavía es un instrumento extraño y a pesar de los números, tanto “Facebook” como “twitter” son herramientas de comunicación que pasan por encima de las cabezas de una gran parte de nosotros, tal vez tanto como el 70 por ciento de los mexicanos.

Pero eso no evita que dejemos de usar el recurso del mini-escándalo para desacreditar o demeritar a un alguien, en una técnica perfeccionada durante las elecciones presidenciales estadounidenses, donde la imagen es reina. En ellas los errores, sea de dicción o de geografía, para no mencionar autores de libros, se convierten en tormentas que con toda frecuencia tienen los límites del vaso de agua y en el mejor de los casos ayudan a crear impresiones que conforman o deforman al candidato -como por cierto puede atestiguar Andrés Manuel López Obrador-.

Pongamos el problema en una perspectiva distinta. Preocupémonos porque el promedio de la sociedad mexicana es inculto y porque nuestros políticos reflejan esa realidad; pongamos atención a un problema como los déficits de educación, tan grave o peor que la distribución de la riqueza -de hecho oscilamos entre el culteranismo y la ignorancia- y si, tratemos de evitar que las elecciones sean simplemente un concurso de imágenes.

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