Sandoval Íñiguez: poder y soberbia

Bernardo Barranco V.

Sin haber coronado su paso como arzobispo de Guadalajara como él hubiera deseado, concluyendo el santuario de los mártires cristeros, el cardenal Sandoval pasa a retiro como lo establece el derecho canónico. Dicho trámite lo presentó hace tres años, acompañado entonces de reproches y movilizaciones de importantes sectores de la sociedad civil que presentaron cerca de siete mil demandas en contra de los donativos del erario ofrecidos por el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez; uno de ellos de más de 90 millones de pesos, para el mencionado santuario. Bajo el principio laico de la equidad tanto el cardenal como el llamado “góber piadoso” dan marcha atrás ante la inédita presión social. Juan Sandoval se retira, asentado probablemente como el actor religioso con mayor poder en la historia reciente de Jalisco, acostumbrado a ser tomado en cuenta en las grandes decisiones políticas de la entidad como interlocutor obligado y ser al mismo tiempo factor de gobernabilidad.

El arzobispo de Guadalajara es simbólicamente la cabeza del catolicismo tradicional del Bajío. Si el censo muestra una baja promedio nacional a 83% de la población católica, en la región del Bajío se mantiene en los porcentajes cercanos a 90%. Las estructuras religiosas siempre han sido sólidas con gran incidencia en la vida social y cultural, y por supuesto en la política. No olvidemos que ahí es la cuna de la Independencia y de la cruenta Guerra Cristera. La circunscripción eclesiástica de Guadalajara es una de las más importantes del mundo católico. Se trata de una demarcación con 6.4 millones de católicos, 343 parroquias y un presbiterio compuesto por mil 432 sacerdotes, entre diocesanos y religiosos. Su seminario mayor acoge 667 estudiantes, con el mayor número de seminaristas en toda la catolicidad; los religiosos masculinos son mil 36 y las monjas unas 3 mil 250. Ante la crisis de vocaciones, los sacerdotes jóvenes son “exportados” por otras diócesis de América Latina y algunos colaboran en la Curia Romana.

Robusto, rojizo, de voz grave, rebosante de salud, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez presume sus orígenes humildes y precarios de su natal Yahualica, centro-norte de Jalisco, región de pozoles, tostadas y tejuino. Sus modestos orígenes –que le han valido el mote del “cardenal ranchero”– contrastan con el lujo y confort con el que vive actualmente. La revista Quién nos mostró fotos de su lujosa mansión en Tlaquepaque en que destaca su piscina techada y su bien equipado gimnasio. El cardenal es un clérigo a la antigua, eclesiocéntrico con tendencias teocráticas de someter el poder a los intereses y agenda de la Iglesia. Un sacerdote tradicionalista de ideas fijas y rígidas, al que le cuesta trabajo comprender los cambios de época que atraviesa la sociedad. Su terquedad y autoritarismo explican los absurdos pleitos que ha provocado con grupos de derechos humanos, colectivos de mujeres, homosexuales, intelectuales, académicos, dirigentes de partidos políticos y periodistas. Es decir con todos aquellos sectores pensantes y actores seculares.

Tras el trágico asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en mayo de 1993 todos pensaban que el sucesor natural sería su obispo auxiliar Martín Rábago, que guardaba gran ascendencia entre el clero; sin embargo, el Vaticano realizó cambios y enroques bajo la influencia del entonces nuncio Girolamo Prigione; inclina la balanza por Juan Sandoval, quien era obispo de Ciudad Juárez, ya candente entonces por la influencia del narco. De inmediato el nuevo arzobispo de Guadalajara utilizó la causa de Posadas, defenderlo como mártir, para posicionarse no sólo ante el difícil clero tapatío sino para ganar notoriedad en la clase política regional y de paso hacerse sentir en el Vaticano. Con terquedad ha denunciado una y otra vez su hipótesis de complot y de crimen de Estado pero no ha podido o no ha querido demostrarlo de manera contundente. Dicha posición lo llevó a enfrentarse con muchos obispos que querían llevar la fiesta en paz; recordamos aquel sonado episodio en el que el extinto obispo de Cuernavaca Luis Reynoso, y José Fernández Arteaga, de Chihuahua, formaron parte del grupo interinstitucional que en 1998 integró una nueva investigación del caso Posadas. En su reporte final y en su carácter de jurista, Reynoso consideró que no existen pruebas suficientes para demostrar que hubo un complot contra el religioso. Gracias a su tenacidad Sandoval ha convencido tanto a los obispos como a la Santa Sede de que el magnicidio fue un crimen de Estado y por tanto, de iniciar un proceso de beatificación.

Como Norberto Rivera en la Ciudad de México, bajo las instrucciones de Roma combatió con saña todo brote de progresismo católico en los ochenta, las corrientes de la Teología de la Liberación y de la pastoral de las comunidades eclesiales de base son reprimidas y todavía ahora se jacta de tal iniciativa: “La Teología de la Liberación ya pasó de moda. Esa estuvo muy activa hace 30 años. Por ahí quedan ‘grupillos’, pero ya no, ya no los calienta ni el sol”.

Juan Sandoval proviene de la región de Los Altos de Jalisco, cuna de la Guerra Cristera y de los sectores católicos más conservadores del país. Sus modales hoscos y sus polémicas declaraciones lo han llevado a tener fricciones con diversos actores de la sociedad. Es un cardenal que se refugia en la impostura del personaje claridoso, sus planteamientos no guardan matiz ni sutilezas, son contundentes y no admiten mediación, como cuando declaró que: “Se necesita no tener madre para ser protestante”, provocando la reacción airada de los Testigos de Jehová y otras iglesias. A los homosexuales los llama “maricas” y estableció que “las desviaciones de algunas personas no deben servir para condenarlas, pero tampoco para presumirlas; que las mantengan más bien en secreto”. O sobre el acoso a las mujeres, el cardenal estipuló que “las mujeres no deben de andar provocando, por eso hay muchas violadas”, lo que le valió duras críticas de los colectivos femeninos, por lo que se vio obligado a desdecirse (EFE, 25/09/2003). Sus confrontaciones con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Jalisco son sonoras: en 2007 arremetió contra sus militantes al llamarlos “hijos de las tinieblas” (La Jornada, 9/5/2007).

Estos ejemplos muestran el efervescente temperamento del cardenal, que lo lleva a imprudencias costosas. Después acusa a los medios de fabricar una imagen falsa. Sin embargo el 15 de agosto de 2010 sus declaraciones rebasaron sus habituales exabruptos al afirmar que los ministros de la Suprema Corte de Justicia eran “maiceados” por Marcelo Ebrard, cuando éstos deliberaban el tema de las adopciones de parejas del mismo sexo. Sin embargo su diatriba provocó justamente lo contrario y la forma en que se posicionó fue reprobada por una buena parte de la opinión pública, así como de diversos actores políticos e incluso eclesiásticos.

No obstante siempre fue un actor poderoso en Jalisco. Su secreto ha sido articularse con la iniciativa privada y con el gobierno, estableciendo redes triangulares de complicidad, apoyo y fortalecimiento institucional mutuo que han posibilitado la gobernabilidad en la entidad. Cada vez que alguno enfrenta una controversia o alguna adversidad, es respaldado por los otros. Sin duda el episodio más delicado que ha enfrentado el cardenal son las acusaciones en 2003 por lavado de dinero y nexos con el narcotráfico, así también su estrecha relación con José María Guardia, el zar del juego; dicha denuncia fue promovida, como todos recordamos, por el exprocurador Jorge Carpizo McGregor. Así, sus cuentas, nexos familiares, movimientos y negocios fueron investigados. Si bien fue finalmente exonerado, el cardenal en un momento pareció zarandeado por la presión mediática que se generó en su contra. Esta sombra lo borró de la lista de posibles candidatos latinoamericanos para suceder a Juan Pablo II en el cónclave de 2005.

En la designación del cardenal José Francisco Robles Ortega el Vaticano mantiene la misma línea conservadora, pero el hasta hace poco arzobispo de Monterrey está alejado del estilo hosco, rudo y majadero de Sandoval. Es suave de modales y aparentemente mediador. Robles Ortega desde 2003 se posicionó con los grandes empresarios regiomontanos, amigo cercano del Opus Dei e íntimo de los Legionarios de Cristo. Se caracterizó por haber desmontado la labor social y pastoral de su antecesor Adolfo Suárez Rivera, ensañándose particularmente con el Secretariado Social. Llama la atención que en sus primeras declaraciones no ha mencionado el santuario cristero por lo que es presumible que don Juan, en retiro, continúe con su obsesión. Robles Ortega tuvo un largo paso por Toluca, de 1991 a 2003, donde condescendió de manera entusiasta con el inexistente Grupo Atlacomulco y el priismo de la clase política mexiquense; por lo que es presumible que haya ciertas tensiones con las posturas abiertamente panistas no sólo del ahora cardenal en retiro sino de gran parte del clero del Bajío.

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