El veneno y el antídoto
De nuevo agua y aceite
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Odios más, amores menos, el acto perredista que parece haber unido a las dos alas más opuestas del PRD es, se quiera o no, un acto casi suicida de Andrés Manuel López Obrador frente a los mercenarios chuchos.
López Obrador no camina a ciegas por ese filo de la navaja, ni mucho menos borró de la memoria reciente, fresca, que uno de los hechos encabezados por el chuchismo se realizaron en su contra. Bueno, cuando menos eso creemos.
Y no se trata de agravios verbales que muchas veces el tiempo mata, sino de metas diferentes, de caminos contrarios que no pueden unir las voluntades ni los intereses políticos. Son idiomas diferentes que impiden entendimientos. Son, para decirlo de una vez, planos contrarios desde donde se mira al país, y no tienen punto de convergencia.
¿Quién aceptó qué? Lo que mucha gente espera, la gran mayoría dentro y fuera del PRD, pero militantes de la izquierda, es que de ninguna manera López Obrador haya aceptado las condiciones de la socialdemocracia (la izquierda de la derecha) como fundamento de su proyecto para llegar a la Presidencia de la República.
También se tiene confianza en que López Obrador esté cierto de que para el chuchismo es muy fácil prometer el apoyo, y los muy pocos votos que le quedan, para una causa, y definir al final en favor del PRI, como hicieron recientemente en la elección del estado de México.
Es decir, la gente supone que si AMLO se echó a esos alacranes sobre la espalda, que seguro lo habrán de picar, es porque ya tiene a la mano el antídoto para el veneno; caso contrario sería, como dijimos antes, un suicidio.
Buscar la unidad no es malo, por ningún motivo, pero se deben juntar los iguales y en este caso no existen; por el contrario, como en su momento Marcelo Ebrard tuvo, y acaso tiene que cargar con el desprestigio de Nueva Izquierda, López Obrador tendría que llevar durante la campaña el fardo de esa tribu nefanda para una izquierda en búsqueda de justicia, en todos sentidos.
Si bien el tabasqueño tendrá, con toda seguridad, la comprensión de muchos militantes, también deberá enfrentar el reclamo de buena cantidad de gente que desde hace mucho exige la ruptura con quienes una y otra vez caminaron por el rumbo de sus conveniencias y olvidaron los intereses de una población cada vez más desprotegida por el poder.
Entonces, el asunto de la unidad, sea como sea, ya está hecho. Retozan en el mismo recipiente el agua y el aceite, pero sin revolturas, cada uno por su lado. Es a todas luces un acuerdo de corto plazo, de aquí al final de la elección presidencial; después, sea cual sea el resultado, se requerirá una profunda revisión de las causas de la izquierda para que la población en general no caiga en el engaño.
Ir a las urnas con la confianza de que el progresismo, es decir, la socialdemocracia recargada, velará por un destino más justo para toda la población es una falacia, y por eso, de cara a la gente, se tiene que explicar qué tanta derecha hay en ese proyecto y preguntarse entonces, como ahora: ¿dónde está la izquierda?
Por cierto, en la reunión de reconciliación hubo un colado, y dicen que todos, hasta Marcelo Ebrard, le hicieron el fuchi. Jesús Ortega no estaba invitado, se dice por todas partes, pero al final lo sentaron en la mesa de paz y amor. ¡Quiúbole!
De pasadita
Obdulio Ávila, que encabezaba al PAN en la ciudad, fue renunciado del cargo no porque se requiriera su presencia en alguna otra área del gobierno federal, sino porque Felipe Calderón pretende que su parienta, Mariana Gómez del Campo, sea la candidata a la jefatura de Gobierno, y Obdulio, dicen algunos, no estaba de acuerdo con la imposición.
De todas formas, como se ven las cosas, cualquiera de los panistas que pretenda el cargo es un enemigo de la ciudad, como ha sido el propio Felipe Calderón. Luege, Cuevas, Sodi o Mariana, quien sea es peor.
De nuevo agua y aceite
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Odios más, amores menos, el acto perredista que parece haber unido a las dos alas más opuestas del PRD es, se quiera o no, un acto casi suicida de Andrés Manuel López Obrador frente a los mercenarios chuchos.
López Obrador no camina a ciegas por ese filo de la navaja, ni mucho menos borró de la memoria reciente, fresca, que uno de los hechos encabezados por el chuchismo se realizaron en su contra. Bueno, cuando menos eso creemos.
Y no se trata de agravios verbales que muchas veces el tiempo mata, sino de metas diferentes, de caminos contrarios que no pueden unir las voluntades ni los intereses políticos. Son idiomas diferentes que impiden entendimientos. Son, para decirlo de una vez, planos contrarios desde donde se mira al país, y no tienen punto de convergencia.
¿Quién aceptó qué? Lo que mucha gente espera, la gran mayoría dentro y fuera del PRD, pero militantes de la izquierda, es que de ninguna manera López Obrador haya aceptado las condiciones de la socialdemocracia (la izquierda de la derecha) como fundamento de su proyecto para llegar a la Presidencia de la República.
También se tiene confianza en que López Obrador esté cierto de que para el chuchismo es muy fácil prometer el apoyo, y los muy pocos votos que le quedan, para una causa, y definir al final en favor del PRI, como hicieron recientemente en la elección del estado de México.
Es decir, la gente supone que si AMLO se echó a esos alacranes sobre la espalda, que seguro lo habrán de picar, es porque ya tiene a la mano el antídoto para el veneno; caso contrario sería, como dijimos antes, un suicidio.
Buscar la unidad no es malo, por ningún motivo, pero se deben juntar los iguales y en este caso no existen; por el contrario, como en su momento Marcelo Ebrard tuvo, y acaso tiene que cargar con el desprestigio de Nueva Izquierda, López Obrador tendría que llevar durante la campaña el fardo de esa tribu nefanda para una izquierda en búsqueda de justicia, en todos sentidos.
Si bien el tabasqueño tendrá, con toda seguridad, la comprensión de muchos militantes, también deberá enfrentar el reclamo de buena cantidad de gente que desde hace mucho exige la ruptura con quienes una y otra vez caminaron por el rumbo de sus conveniencias y olvidaron los intereses de una población cada vez más desprotegida por el poder.
Entonces, el asunto de la unidad, sea como sea, ya está hecho. Retozan en el mismo recipiente el agua y el aceite, pero sin revolturas, cada uno por su lado. Es a todas luces un acuerdo de corto plazo, de aquí al final de la elección presidencial; después, sea cual sea el resultado, se requerirá una profunda revisión de las causas de la izquierda para que la población en general no caiga en el engaño.
Ir a las urnas con la confianza de que el progresismo, es decir, la socialdemocracia recargada, velará por un destino más justo para toda la población es una falacia, y por eso, de cara a la gente, se tiene que explicar qué tanta derecha hay en ese proyecto y preguntarse entonces, como ahora: ¿dónde está la izquierda?
Por cierto, en la reunión de reconciliación hubo un colado, y dicen que todos, hasta Marcelo Ebrard, le hicieron el fuchi. Jesús Ortega no estaba invitado, se dice por todas partes, pero al final lo sentaron en la mesa de paz y amor. ¡Quiúbole!
De pasadita
Obdulio Ávila, que encabezaba al PAN en la ciudad, fue renunciado del cargo no porque se requiriera su presencia en alguna otra área del gobierno federal, sino porque Felipe Calderón pretende que su parienta, Mariana Gómez del Campo, sea la candidata a la jefatura de Gobierno, y Obdulio, dicen algunos, no estaba de acuerdo con la imposición.
De todas formas, como se ven las cosas, cualquiera de los panistas que pretenda el cargo es un enemigo de la ciudad, como ha sido el propio Felipe Calderón. Luege, Cuevas, Sodi o Mariana, quien sea es peor.
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