Quiero un Póster de Peña Nieto

Luis Alfredo Pérez Salazar

Los ejemplos en positivo

No nos llamemos a engaño. El acto de leer, por sí sólo, no significa gran cosa, como no hacerlo tampoco es señal de nada. En primer lugar, porque abundan los libros mediocres y manipuladores; en segundo porque nuestra sociedad está llena de pedantes leídos, de obtusos que recitan obras de memoria, y de dictadores de jardín que hablan de escritores como si fueran sus parientes; y por último, porque también está llena de gente valiosa que no ha leído ni siquiera los empaques de cereal, y de gente sin muchas lecturas que sin embargo es brillante.

He visto, sin embargo, muchas imágenes que me han motivado a leer. Y la mayor parte de ellas son en positivo: me han mostrado lo bueno que puede traer consigo.

Hay un canal de energía, de inteligencia y de creatividad en el ser humano y en la sociedad que forma. Cuando decimos que somos enanos a hombros de gigantes nos referimos en parte a todos los seres humanos que han vivido antes que nosotros y ensanchado ese canal.

Los libros son una manera de tocar su maestría y pasión, de percibir lo que percibieron ellos, de acceder a la riqueza que nos han legado. De esa manera me explico que la inmensa mayoría de la gente brillante e inspiradora que he conocido esté en contacto con libros, sean de ficción, historia, novela negra, fotografía, diseño, ensayo, historia, poesía, cómics, automovilismo o moda. Da igual: los libros están abiertos a y funcionan con cualquier tema.

Por eso resultan adictivos. Al igual que la música y el arte, te ponen en contacto con los sentimientos, sensaciones y visiones más potentes del alma humana.



Los ejemplos en negativo

Pero también he encontrado ejemplos que me motivan a leer para no convertirme en algo que, ¿cómo decirlo?, me entusiasma poco.

A mi lista de los más elocuentes acabo de añadir a Enrique Peña Nieto intentando recordar, sin éxito, los tres libros que más lo han influido. Quedó claro que el hombre no lee ni por error, y que si algún triste libro cayó en sus manos alguna vez, pasó por ahí sin que Peña Nieto se percatara.

Quizá por eso lo que muestran las imágenes es a un hombre que no consigue ordenar sus ideas, que no sabe cuándo dejar de hablar, y que se enreda con argumentos imposibles. Señor Peña Nieto: leer ayuda a organizar la mente, la vuelve ágil y la afina. Su cerebro puede llegar ser un instrumento poderoso, pero necesita cultivarlo.

Y sin embargo, no es el hecho de que no lea lo que me deja pasmado.

No sólo no pudo mencionar tres libros que han sido importantes en su vida, lo más fascinante es que no tenía idea. No sabía títulos, no conocía autores, no le vino a la mente ninguna trama, ningún personaje ni cliché, ninguna historia trillada. Parecía estar intentando explicar cómo funciona un detector de neutrinos: el este sale disparado por el, ¿cómo se llama? Sí, ¿no? Y lo miden, con algo. De alguna manera. ¿Verdad? Es más o menos así.

Pero la física de partículas supone una especialización espectacular; nadie espera que un ciudadano de a pie tenga las ideas claras al respecto. Nuestra sociedad, en cambio, está llena de librerías, bibliotecas, mochilas que cargan libros, novelas que pasan de mano en mano, iPads que almacenan cientos de ejemplares, cuentos que se piratean, gente que discute historias y abomina o venera a tal o cual autor.

Lo que evidenció Peña Nieto es un desinterés portentoso por un pilar de nuestra sociedad. No hay aún un medio más eficiente y poderoso que el libro para transmitir nuestra cultura, sea alta, pop o de serie B. Nadie espera tampoco que nuestros políticos hayan leído a [ponga aquí a Tolstoi, Shakespeare, Rulfo, Tolkien, Rowling, Coehlo, Murakami o a cualquiera de sus autores admirados o detestados]. Pero semejante ignorancia sobre un patrimonio tan importante es tan dramático que se convierte en comedia.

El hombre fue a la Feria del Libro en español más importante del planeta como quien va a cortar flores por la pradera. No se le cruzó por la cabeza que le fueran a preguntar sobre el tema, y no preparó nada. (¿Dónde deja eso, por cierto, a su equipo?). Fue el hombre equivocado lanzándose de cabeza al lugar incorrecto, pero tan contento. Los políticos no perdonan ni una.

Que una persona termine siendo tan inculta es, como los accidentes de aviación, consecuencia de más de un error. Evitemos el más obvio de ellos, y de paso hagamos algo por el medio ambiente:

Propongo que después de las elecciones reciclemos todos los póster y publicidad de su campaña; que sus retratos se enmarquen, y se regalen a quien lo soliciten: a partir de ahora, los padres que desean que sus hijos entiendan la importancia de leer podrán poner un póster de Peña Nieto en sus habitaciones. “¿A ti tampoco te gusta lo que ves? Ándele mi chulo, después de jugar con sus amigos póngase a leer un rato.”

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