Postales: Los túneles de ratas

Raymundo Riva Palacio

BEN DUOC, Vietnam.- En esta región al norte de Ho Chi Minh hay una selva tropical con árboles de hule separados por menos de un metro unos de otros. Hoy no se alcanza a ver más allá de 10 metros por lo espeso de la vegetación, pero hace 30 años era tierra arrasada. Sobre esta zona, en el Distrito de Cu-Chi en donde se encuentra Ben Duoc, bombarderos B52 de Estados Unidos arrojaron miles de kilos de bombas, y lanzaron tanques y maquinaria de demolición junto con 40 mil soldados para aniquilar toda la vida existente en la región. Fracasaron.

De haber tenido éxito, aquí se pudo haber cambiado la historia de la Guerra de Vietnam, pero no fue así. Estados Unidos y todo su poderío militar perdió en Ben Duoc y el Distrito Cu-Chi, donde se organizó la resistencia política y militar de la resistencia, y se escribió el prólogo de su derrota en Indochina, la única guerra que han perdido los estadounidenses en su larga historia de conflictos e intervenciones.

Aquí se encontraba el comando sur del Vietcong, la guerrilla en el viejo Vietnam del Sur, y su cuartel general político. Aquí terminaba también la ruta Ho Chi Minh, el sistema logístico que corría desde Vietnam del Norte, Laos y Camboya para abastecer a la guerrilla, llamada oficialmente Frente de Liberación Nacional, con 90 toneladas diarias de armas y comida, y cuyos suministros jamás tampoco pudieron ser frenados.

Desde aquí se dirigió la Ofensiva Tet, en el inicio del año lunar vietnamita el 31 de enero de 1968, cuando durante un mes el Vietcong y el ejército regular de Vietnam del Norte lanzaron una campaña en más de 100 ciudades y pueblos con 80 mil soldados, que fue un fracaso militar porque no derrocaron al régimen en Saigón que era el objetivo y perdieron muchas vidas, pero que políticamente definió el rumbo que seguiría la guerra al demostrar a Estados Unidos que jamás vencería.

Estados Unidos no pudo cambiar su destino al haber sido incapaz de borrar Cu-Chi, desde donde sus enemigos operaban una telaraña de 200 kilómetros de túneles en tres niveles de tres a 10 metros de profundidad, con refugios antiaéreos, búnkers, lugares para dormir, hospitales, cocinas y un sistema de defensa desde donde se dirigieron las operaciones políticas y militares en el sur de Vietnam contra del gobierno marioneta de Saigón y el poder real, la Embajada de Estados Unidos, y el comando militar enviado por Washington.

Este sistema complejo de vías subterráneas fue descrito por los australianos que descubrieron su valor estratégico, como “túneles de ratas”. El comandante de una unidad australiana de ingenieros enviada a Vietnam, Alec MacGregor, describió los túneles años después de haber hecho el hallazgo que abrió los ojos a todos sobre lo que tenían bajo sus pies:

“El silencio es ominoso, aunque no del todo completo porque el latido de tu corazón retiembla en todo el cuerpo. La oscuridad de vuelve abrumadora. La adrenalina corre y hace más difícil mantener el aliento. Entonces te empiezas a marear y comienzas a confundirte, porque te falta aire. La razón y los sentidos se evaporan mientras la oscuridad te reclama”.

Los túneles son realmente angustiantes y enemigos de la claustrofobia. Son tan pequeños que sus cientos de entradas escondidas entre la maleza de Cu-Chi miden escasamente 16 centímetros cuadrados. Estaban diseñados al tamaño de los vietnamitas, y era imposible que cupieran los estadounidenses. Para entrar en ellos se utilizaron soldados surcoreanos, sin éxito alguno.

Los túneles son tan pequeños que aún las personas de baja estatura tenían que llevar el cuerpo inclinado. Son tan angostos, que quien tiene espalda ancha se atora en sus paredes. No había espacio para que uno se diera la vuelta. Sólo se podía caminar hacia delante, y si no se conocían las salidas del laberinto había dos alternativas: ser arrestado, o quedar atrapados o muertos en las trampas colocadas contra los intrusos.

La falta de éxito de los surcoreanos los llevó a utilizar pastores alemanes para que olieran en dónde había personas y lanzar bombas por los túneles para aniquilarlos, pero un sistema de compuertas evitaba daños mayores al mitigar las explosiones e impedía que los gases lanzados se dispersaran por los laberintos subterráneos. En otro momento, a través de las puertas de entrada y algunos de los miles de respiraderos que se confundían con madrigueras de animales, se inyectó agua inundarlos, pero un sistema hidráulico la canalizaba hacia el cercano río Saigón.

Los estadounidenses quisieron acabar permanentemente los túneles, y usaron mucha fuerza militar a Ben Duoc y sus alrededores para demolerlos. La resistencia vietnamita aguantó. Ya tenía una larga experiencia, al comenzar a cavar túneles desde 1948 para enfrentar a los invasores franceses.

La construcción se intensificó a partir de 1965, con los estadounidenses encima –a los franceses los derrotaron en 1954- y nunca dejaron de hacerlos sino hasta la victoria en abril de 1975, dos años después incluso del cese al fuego acordado en París. El bombardeo diario destruyó muchos, pero cada vez que uno quedaba inutilizado, se empezaba a cavar el otro.

Los túneles se convirtieron de una gran obra de ingeniería y en un dispositivo militar letal. En algún momento llegaron a vivir bajo tierra 10 mil personas de manera simultánea, y permitieron siempre que el Vietcong se escondiera de día y por la noche saliera de sus refugios a la cosecha –el ejército rebelde también era temporalero y cultivaban arroz para el autoconsumo- y a realizar acciones de sabotaje en el viejo Saigón.

Estados Unidos lanzó la Operación Crimp en 1966 para acabarlos. Sus aviones tiraron 30 toneladas de bombas –el cráter que dejaba cada una era de más de 10 metros de diámetro, con un daño expansivo de casi un centenar de metros- y ocho mil soldados apoyaron en tierra. No pudieron. Al año siguiente, en la Operación Cedar Falls fueron 30 mil soldados, 130 tanques y vehículos artillados y 28 aviones los que arrasaron esta comunidad, pero no encontraron la forma de frenar las acciones desde los túneles.

Los estadounidenses fueron descubriendo que inclusive sus bases militares en la zona se levantaban sobre el sistema de túneles, que ya no sólo era una red defensiva, sino operacionalmente ofensiva. Por ahí emergía el Vietcong y se aparecía en las calles para atacar sus objetivos. Por ahí desaparecían los batallones ante la mirada de sus enemigos.

Los túneles permitían que las noches en Saigón fueran de la guerrilla. De día, el Ejército estadounidense tenía el control ficticio de la situación. Aquí se demostró que la fuerza no es suficiente para alcanzar un objetivo, sino que se requiere organización política. Estados Unidos no la tenía; el Vietcong sí. En 15 años esa diferencia los hizo perder la guerra y el honor, algo de lo cual aún se avergüenzan.

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