Postales: Ho Chi Minh

Raymundo Riva Palacio

HO CHI MINH, Vietnam.- Los sonidos de esta ciudad no existen en el mundo. Es un rugir serpenteante que corre por las calles, producido por manadas de motocicletas para quienes la ley es un obstáculo. Aquí circulan sin parar más de tres millones de motocicletas, ante las cuales no se juega uno realmente la vida en forma cotidiana, pero sí el físico, al tener que desafiarlas constantemente para cruzar una calle –una aventura llena de adrenalina-, o torearlas en las esquinas, porque no hay manera de que se intimiden y frenen ante uno.

Las motocicletas –estimadas en una por cada dos habitantes-, le dan un ritmo de paso apresurado a Ho Chi Minh, y son además de termómetro de la realidad social, la sangre que pinta de dinamismo y rapidez a esta vieja capital de la Conchinchina francesa, hoy convertida en la ciudad con la principal actividad económica de esta nación, y repleta de contrastes que hacen olvidar que hace no mucho aquí, el poder militar de Estados Unidos fue humillado.

Ho Chi Minh era Saigón, capital de la colonia francesa hasta que sus tropas fueron derrotadas en 1954. La influencia de la Iglesia Católica y sus clérigos populistas y reaccionarios provocaron su partición entre norte y sur, lo que abrió la puerta para que Estados Unidos, de la mano de John F. Kennedy, entrara a una guerra en la que fue vencido en 1975. En ese año cambió de nombre, en honor al libertador de Vietnam del yugo francés y el presidente que ayudó a que el Vietcong arrebatara a Estados Unidos la parte sur del país y se reunificara el país.

Vietnam, que es un país comunista, no se convirtió en la pesadilla que temía Estados Unidos. Manejó, como China antes, un sistema de cerrazón en lo político y las libertades, y de liberalización de la economía, con un pragmatismo que la tiene con enormes claroscuros. Este es un estado que a base de coerción y amenazas mantiene el monopolio en el poder, pero al mismo tiempo su gobierno tiene legitimidad popular y permite libertades, como la de culto, y el florecimiento de una sociedad civil.

Ho Chi Minh es una ciudad donde conviven las pagodas con los rascacielos, los bulevares con influencia francesa con la red de callejones que se arrastran desde las dinastías feudales. Es eje del desarrollo vietnamita, y si Hanoi es la capital política, Ho Chi Minh es la de la industria y la economía, asiento de más de 300 mil empresas, sobre todo manufactureras.

Tiene una fuerza laboral de trabajo intensivo que maquila la ropa para algunas de las grandes marcas del mundo –Abercrombie and Fitch, por ejemplo-, y una industria de moda que ha convertido a esta ciudad en un imán de modelos europeas para las élites. El resultado es un crecimiento de 6.8% y un asombroso incremento en el ingreso per cápita de 228% entre 1990 y 2011. Sin embargo, el desarrollo social no ha corrido de la mano del económico.

Ha habido avances en matrícula escolar y expectativa de vida, resultado directo del crecimiento, pero no así en políticas sociales, como salud y educación. Estas deficiencias se notan. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud admite que el 63% de los vietnamitas están molestos con el servicio médico en los hospitales, pese a que cada vez pagan más por ellos. En el campo la preocupación es mayor, porque el 60% de los crímenes en este país lo cometen en las zonas rurales jóvenes entre 16 y 18 años ante la falta de empleo y la deserción escolar.

El problema social es un círculo vicioso. Por ejemplo, el gasto familiar en educación representa el 17.5% del total, lo que significa una enorme carga para quienes menos tienen, y que ha producido que el 83% de los estudiantes graduados carezcan de habilidades analíticas para resolver problemas. Pero al mismo tiempo, el crecimiento en el consumo de productos de lujo sube aceleradamente.

Durante los primeros 10 meses de este año, Vietnam importó camionetas de lujo por mil millones de dólares, y sólo en noviembre pagó 327 millones de dólares por celulares y componentes electrónicos. El dinero que pagan las clases más ricas en Vietnam es más alto que lo que ganaron los campesinos por las exportaciones de arroz durante los primeros 11 meses del año. Este fenómeno está llevando a una desigualdad cada vez mayor, que no va a cambiar. Al contrario.

La inequidad en Vietnam crecerá y cada vez más, su economía será más dependiente de las metrópolis. Lo que las guerras coloniales no pudieron, la económica está logrando con los vietnamitas: someterlos.

Ho Chi Minh es un espejo de ello, con los mejores rascacielos que pertenecen a empresas foráneas y todos los nuevos departamentos que se están construyendo en el centro de la ciudad para extranjeros, con sus tiendas con productos europeos de lujo que la mayoría de los vietnamitas ni trabajando un año se podrían comprar, y los automóviles de lujo, japoneses y europeos, cada vez más notorios en las calles. ¿Las motocicletas? Claro. Para los turistas, pero sobretodo, para las masas.

El país lo disfrutarán las minorías, a costo de las mayorías. La lógica económica no es nueva, y su desenlace menos. Vietnam solamente se colocó en la ruta del destino del mundo, donde sólo unos cuantos toman las decisiones y el resto, acata y sobrevive en la periferia. Es una historia conocida, y lamentablemente para muchas sociedades, irreversible.

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