Pedro Joaquín, a cohesionar

Francisco Rodríguez / Índice Político

Hay en el PRI un nuevo dirigente político nacional. Se trata de Pedro Joaquín Coldwell, quien fuera primer gobernador constitucional de uno de los dos estados más jóvenes del país, Quintana Roo, allá por el no tan lejano comienzo de la década de los 80’s.

Pedro Joaquín llegó a la gubernatura de su entidad siendo muy joven. Tenía entonces 30 años de edad. Pero antes, a los 22, fue secretario general de gobierno y, justo cuando tenía 25 –y al dejar de ser territorio su natal Quintana Roo– fue electo Diputado al Congreso Constituyente de ese estado, el cual también presidió.

Conocí entonces a quien era un joven político y ya aspiraba a servir como gobernante en su entidad. Recuerdo que había muchos que, por cuestiones de edad, le ponían trabas a su candidatura.

Uno de ellos, ya se lo platiqué, era el ahora líder cetemista Joaquín Gamboa Pascoe, quien en un tono un tanto cuanto irónico le preguntaba qué iba a ser cuando dejara de ser gobernador y ya fuera grande.

Hoy, la respuesta se la puede dar cualquiera a Gamboa Pascoe. Pedro Joaquín Coldwell es su nuevo líder. Ni más ni menos que el dirigente nacional del PRI.

Pero llegar a este cargo de máxima responsabilidad, sobre todo cuando las maquinarias partidistas está a punto de ebullición por el inminente inicio de las campañas presidenciales, es uno más de los pasos de este todavía joven quintanarroense, quien ha sido varias veces legislador, conciliador de la paz chiapaneca, secretario de Despacho presidencial y embajador.

Una carrera más que completa. Sólida.

Y una responsabilidad aún mayor, pues el papel de conciliador es el que le ha correspondido jugar a Pedro Joaquín Coldwell al seno de un partido que, aunque presume unidad, muchas veces aparece dividido en cuando menos dos bandos.

Dicen los politólogos, cual Jorge Medina Viedas, que la llegada al PRI de Pedro Joaquín Coldwell constituye un viraje tajante del proyecto priista hacia el centro del espectro político.

El actual senador fue solidario en momento de apremio político con Enrique Peña Nieto. Y sin dobleces, lo ha sido también en las andanzas de Manlio Fabio Beltrones.

Pedro Joaquín constituye “la pieza del rompecabezas” que el PRI necesitaba para completar el espíritu de cuerpo que había extraviado.

El nombramiento del senador Pedro Joaquín Coldwell, implica que Peña Nieto hace explícita la tácita alianza con Beltrones, no sólo con “pragmáticos” fines electorales, sino afianzando el proyecto programático “moderado socialdemócrata” que prepara el precandidato único del PRI, el cual comparten el futuro líder del partido y una buena cauda de militantes.

Y aunque esto tendrá que demostrarse, estoy convencido que con Pedro Joaquín Coldwell al frente de la dirigencia nacional, el PRI podrá restablecer los puentes de entendimiento entre varias generaciones, recobrar confianza social y ética política, y colocarse en condiciones de dar pasos mucho más firmes en su trayectoria hacia Presidencia de la República.

El tiempo lo dirá…

Índice Flamígero: Creo que fue don Jesús Reyes Heroles quien alguna vez dijo, refiriéndose al PRI, que “el partido es un devorador de hombres”, lo que además de ser cierto, aplica también a los demás partidos. Lo anterior viene a colación en referencia a la reciente renuncia del político coahuilense Humberto Moreira, quien después de una exitosa gestión al frente de su partido, ahora se perderá entre las ruinas del mismo, tal como pasó con muchos que como él ocuparon el mismo cargo aunque en diferentes circunstancias. Es el caso de los aún vivientes como Gustavo Carvajal Moreno, Pedro Ojeda Paullada, Jorge de la Vega Domínguez, Ignacio Pichardo Pagaza, Fernando Ortiz Arana, Dulce María Sauri Riancho, Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer y hasta el mismísimo Roberto Madrazo, algunos de los cuales parecerían reciclables, aunque ya en papeles secundarios. El caso de Moreira no deja de ser anecdótico ya que en su corta gestión el PRI obtuvo triunfos electorales –sin derrota–, el último de ellos en Michoacán, pero habiendo dejado tras de sí una larga cola que significa la enorme deuda –no es el caso único– que dejó en el Estado que gobernó con resultados aceptables. Víctima de un inmisericorde linchamiento, tuvo que defeccionar, dijo, para no ensombrecer más al instituto político y a su aspirante presidencial. Sic transit gloria mundi, ¿o no?

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