¿Narco elecciones?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Padecen los mexicanos cinco años del mismo e improbable cuento, porque no son los barones de la droga quienes incursionan en política y hacen hasta lo indecible para incidir en los resultados electorales. Al presidente Calderón se le llena la boca cuando insiste en que no hay más ruta que la suya, que la medicina es amarga y las muertes muchas, pero hasta este momento no han presentado pruebas irrefutables de que las disputas de los cárteles se resuelvan a horca y cuchillo, que sean sus capitostes quienes se han adueñado de parte del Estado, quieran meterse a la cocina y estacionar sus vehículos en la sala.

Hoy amaga con el mismo cuento, pero un desplegado en la prensa ligado al asesinato del edil de La Piedad, Michoacán, puede ser publicado por manos ajenas a los cárteles; las narco mantas y los videos o grabaciones tampoco son constancias irrefutables de que son los capos mexicanos los que conceptúan, proponen y ordenan los operativos para combatirse entre ellos y hacerse con parte del poder político del Estado, porque del financiero disponen para lavar.

Muy bien puede ocurrir lo contrario, como lo muestran los operativos para el tráfico de armas y el lavado de dinero en suelo mexicano, con tácita aprobación del actual gobierno, que voltea a la derecha mientras por el lado izquierdo los oficiales de las agencias estadounidenses de seguridad y de combate a la delincuencia delinquen como Pedro por su casa, lesionan la soberanía nacional e imponen criterios por sobre las normas legales que supuestamente rigen en esta atribulada nación.

Es tiempo de que se exija la presentación de pruebas irrefutables de los asesinatos y/o ejecuciones achacadas a los barones de la droga. Es momento de que se hagan públicas las actas ministeriales de todas y cada una de las muertes achacadas al narco, porque únicamente con ellas en la mano de la titular de la PGR podrán los mexicanos aceptar que los muertos no se deben a los infiltrados de las agencias estadounidenses, a las policías municipales, estatales o federales, o a las fuerzas armadas de México, lo que sería terrible por su significado y consecuencias.

Sófocles pone en labios de Creonte lo siguiente: “Es que a los humanos no hay planta alguna que les brote tan pujante como la plata, falaz moneda: ésta arrasa incluso ciudades, ésta hace saltar de su casa a los hombres, ésta enseña y enajena las mentes honradas de los mortales para que se subleven y vengan a caer en una conducta deshonrosa, y les enseñó a los hombres a que estén dispuestos a hacer cualquier cosa sin escrúpulo alguno… Y cuantos, ávidos de dinero, vienen a terminar en esta conducta, acaban en cualquier momento por pagar la pena debida”.

Es la corrupción la que tiene a los mexicanos agarrados de la yugular, y ésta violencia de los valores, de las buenas costumbres es la que venció a Felipe Calderón y su gobierno, cuyos integrantes se esforzarán por permanecer. Son más los corruptos que los muertos, son los primeros los que determinarán el curso de las elecciones, si los dejan.

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