Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate
Por fin fue doblada la arrogancia de Huberto Moreira Valdez, ex líder Nacional del PRI, quien contra viento y marea aseguraba, de manera desafiante con insistentes declaraciones, que no renunciaría a la dirigencia de su partido, y que por el contrario, se quedaría hasta el 2015, año en el que concluiría su periodo como dirigente de ese instituto político. Sin embargo, aquí cobra vigencia el refrán popular que dice que cae más pronto un hablador que un cojo, ya que Moreira más tardó en vociferar que no se iría que en desplomarse al no poderse sostener más en ese liderazgo y con ello también acabó tragándose sus propias palabras.
Pero lo cierto es que más que a otros factores, tal caída se debió a los cuestionamientos y a la presión que ejerció la sociedad civil coahuilense, así como a la imbatible crítica de la opinión pública, relacionado con aquello de las falsificaciones de documentos en su gobierno y el endeudamiento de su estado.
Cabe señalar que aquí en este mismo espacio informativo dijimos que su cargo de máximo dirigente en el PRI, estaba sostenido tan solo con alfileres, y creo que no nos equivocamos, porque finalmente rodó su cabeza, lo zafaron y lo echaron de la dirigencia priista casi a empujones, ya que el cínico se negaba a salir de su partido, aunque a la postre y ante lo irremediable no le quedó de otra más que tristemente agachar la cabeza y con argumentos baladíes expresar que se fue por su propia voluntad y que para ello renunció, supuestamente, para no perjudicar a su candidato Enrique Peña Nieto, cuando en realidad desde antes el perjuicio ya estaba causado, no nada más para él, sino también para Peña Nieto, a quien a lo largo su la campaña política presidencial, de seguro lo perseguirá el estigma de la corrupción más reciente que envolvió escandalosamente a Coahuila, aunque éste no sea de ahí.
Sí, como ha sido del conocimiento público, los actos de corrupción que aparecieron en ese estado después de que Humberto Moreira lo dejó como gobernante para irse a dirigir al PRI, vale decirlo de nuevo, consistieron en la falsificación de diversos documentos oficiales, principalmente decretos emitidos por el poder legislativo local, con el fin de engañar arteramente a los acreedores, que en este caso fue la banca privada, a la que le solicitaron prestamos millonarios, con lo que se endeudó a Coahuila, según lo reportado y conocido, hasta por montos que oscilen entre los 34000 y 37000 mil millones de pesos.
Pero lo grave del asunto es que estas fechorías, como también se mencionó en la referida entrega pasada, las cometieron las propias autoridades de las áreas de finanzas del gobierno priista, encabezado en su momento por Humberto Moreira, actos de corrupción similares a los cometidos por las bandas criminales o la delincuencia organizada, con los que injustificadamente endeudaron a esa entidad federativa y sin que hasta la fecha se conozca con exactitud a donde fue a parar esa enorme cantidad de recurso económicos, como tampoco se sabe en que se invirtieron o que se hizo de ellos. Claro, no queremos pecar de ingenuos, porque lo más seguro es que si acuciosamente se le busca, a lo mejor resulta que se encuentran, no invertidos en obra pública ni en programas sociales, pero sí en los bolsillos y quizá también en depósitos de las cuentas bancarias personales de quienes tramaron esa manera fraudulenta de atracar al estado de Coahuila, que indudablemente se quedará endeudado por algunas décadas.
No obstante, volviendo a la reciente renuncia de Humberto Moreira, cuya dimisión todo mundo esperaba, como si hubiese sido la crónica de una renuncia anunciada, pues resulta de que aparte de resistirse a dejar el cargo de dirigente del PRI, retrasó esta decisión hasta el último instante en que a él le convino, a pesar de la también insoportable presión interna que ejercieron las cúpulas priistas para que cuanto antes se separara de la dirigencia de ese partido, ya que calcularon que entre más se tardara en renunciar, en esa misma medida aumentaría la crisis de desprestigio en el PRI.
Moreira, cínicamente aguantó “vara”, y renunció hasta que cumplió sus compromisos contraídos de antemano con el PANAL y con el Partido Verde. El primero, perteneciente a su maestra y líder moral, Elba Esther Gordillo, y el otro, propiedad del famoso “niño verde”, con los que el PRI va en alianza en los procesos electorales federales, y a quienes Moreira por ese motivo les aseguró un puñado de candidaturas para senadores y diputados, respectivamente, en detrimento de priistas connotados que se consideraban con suficientes derechos, pero que por virtud de un plumazo en el convenio aliancista, fueron desplazados no importando sus trayectorias políticas..
Además de eso, Moreira no iba a renunciar hasta asegurarse que su hermano, tomara protesta de la gubernatura de Coahuila, que él, a que decirlo, generosa y políticamente, como buen hermano, le heredó.
Ahora Moreira en la calle, fuera del PRI, tampoco se va a quedar con los brazos cruzados, y lo más probable es que también ya amarró una candidatura para senador, pues no espere usted verlo en el ostracismo político como un castigo por el endeudamiento en Coahuila, al contrario, él seguirá en el juego de la política y cuando sea senador, implícitamente obtendrá la protección que da el fuero, por aquello de no te entumas, y mientras tanto, pues viva la impunidad en este país.
Pálida tinta: Dicen que la tercera es la vencida, la verdad no se si sea la tercera, la cuarta o la quinta, pero creo que ahora sí en la Cámara de Diputados por fin van a elegir a los tres consejeros electorales que desde hace más de un año le faltan al IFE. Aquí la pregunta que surge es si les tocará uno a cada partido, por aquello de la equidad, es decir, uno al PRD, uno al PAN y otro al PRI, o ¿abusando de su mayoría legislativa habrá algún partido que se agandalle?
Por fin fue doblada la arrogancia de Huberto Moreira Valdez, ex líder Nacional del PRI, quien contra viento y marea aseguraba, de manera desafiante con insistentes declaraciones, que no renunciaría a la dirigencia de su partido, y que por el contrario, se quedaría hasta el 2015, año en el que concluiría su periodo como dirigente de ese instituto político. Sin embargo, aquí cobra vigencia el refrán popular que dice que cae más pronto un hablador que un cojo, ya que Moreira más tardó en vociferar que no se iría que en desplomarse al no poderse sostener más en ese liderazgo y con ello también acabó tragándose sus propias palabras.
Pero lo cierto es que más que a otros factores, tal caída se debió a los cuestionamientos y a la presión que ejerció la sociedad civil coahuilense, así como a la imbatible crítica de la opinión pública, relacionado con aquello de las falsificaciones de documentos en su gobierno y el endeudamiento de su estado.
Cabe señalar que aquí en este mismo espacio informativo dijimos que su cargo de máximo dirigente en el PRI, estaba sostenido tan solo con alfileres, y creo que no nos equivocamos, porque finalmente rodó su cabeza, lo zafaron y lo echaron de la dirigencia priista casi a empujones, ya que el cínico se negaba a salir de su partido, aunque a la postre y ante lo irremediable no le quedó de otra más que tristemente agachar la cabeza y con argumentos baladíes expresar que se fue por su propia voluntad y que para ello renunció, supuestamente, para no perjudicar a su candidato Enrique Peña Nieto, cuando en realidad desde antes el perjuicio ya estaba causado, no nada más para él, sino también para Peña Nieto, a quien a lo largo su la campaña política presidencial, de seguro lo perseguirá el estigma de la corrupción más reciente que envolvió escandalosamente a Coahuila, aunque éste no sea de ahí.
Sí, como ha sido del conocimiento público, los actos de corrupción que aparecieron en ese estado después de que Humberto Moreira lo dejó como gobernante para irse a dirigir al PRI, vale decirlo de nuevo, consistieron en la falsificación de diversos documentos oficiales, principalmente decretos emitidos por el poder legislativo local, con el fin de engañar arteramente a los acreedores, que en este caso fue la banca privada, a la que le solicitaron prestamos millonarios, con lo que se endeudó a Coahuila, según lo reportado y conocido, hasta por montos que oscilen entre los 34000 y 37000 mil millones de pesos.
Pero lo grave del asunto es que estas fechorías, como también se mencionó en la referida entrega pasada, las cometieron las propias autoridades de las áreas de finanzas del gobierno priista, encabezado en su momento por Humberto Moreira, actos de corrupción similares a los cometidos por las bandas criminales o la delincuencia organizada, con los que injustificadamente endeudaron a esa entidad federativa y sin que hasta la fecha se conozca con exactitud a donde fue a parar esa enorme cantidad de recurso económicos, como tampoco se sabe en que se invirtieron o que se hizo de ellos. Claro, no queremos pecar de ingenuos, porque lo más seguro es que si acuciosamente se le busca, a lo mejor resulta que se encuentran, no invertidos en obra pública ni en programas sociales, pero sí en los bolsillos y quizá también en depósitos de las cuentas bancarias personales de quienes tramaron esa manera fraudulenta de atracar al estado de Coahuila, que indudablemente se quedará endeudado por algunas décadas.
No obstante, volviendo a la reciente renuncia de Humberto Moreira, cuya dimisión todo mundo esperaba, como si hubiese sido la crónica de una renuncia anunciada, pues resulta de que aparte de resistirse a dejar el cargo de dirigente del PRI, retrasó esta decisión hasta el último instante en que a él le convino, a pesar de la también insoportable presión interna que ejercieron las cúpulas priistas para que cuanto antes se separara de la dirigencia de ese partido, ya que calcularon que entre más se tardara en renunciar, en esa misma medida aumentaría la crisis de desprestigio en el PRI.
Moreira, cínicamente aguantó “vara”, y renunció hasta que cumplió sus compromisos contraídos de antemano con el PANAL y con el Partido Verde. El primero, perteneciente a su maestra y líder moral, Elba Esther Gordillo, y el otro, propiedad del famoso “niño verde”, con los que el PRI va en alianza en los procesos electorales federales, y a quienes Moreira por ese motivo les aseguró un puñado de candidaturas para senadores y diputados, respectivamente, en detrimento de priistas connotados que se consideraban con suficientes derechos, pero que por virtud de un plumazo en el convenio aliancista, fueron desplazados no importando sus trayectorias políticas..
Además de eso, Moreira no iba a renunciar hasta asegurarse que su hermano, tomara protesta de la gubernatura de Coahuila, que él, a que decirlo, generosa y políticamente, como buen hermano, le heredó.
Ahora Moreira en la calle, fuera del PRI, tampoco se va a quedar con los brazos cruzados, y lo más probable es que también ya amarró una candidatura para senador, pues no espere usted verlo en el ostracismo político como un castigo por el endeudamiento en Coahuila, al contrario, él seguirá en el juego de la política y cuando sea senador, implícitamente obtendrá la protección que da el fuero, por aquello de no te entumas, y mientras tanto, pues viva la impunidad en este país.
Pálida tinta: Dicen que la tercera es la vencida, la verdad no se si sea la tercera, la cuarta o la quinta, pero creo que ahora sí en la Cámara de Diputados por fin van a elegir a los tres consejeros electorales que desde hace más de un año le faltan al IFE. Aquí la pregunta que surge es si les tocará uno a cada partido, por aquello de la equidad, es decir, uno al PRD, uno al PAN y otro al PRI, o ¿abusando de su mayoría legislativa habrá algún partido que se agandalle?
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