Lavandería invisible

FC nada sabe
Más pifias de EPN
Las corbatas de AMLO

Julio Hernández López / Astillero


Para la administración policiaca calderonista debe ser descorazonador (en sen- tido figurado, obviamente) que, a pesar de la enorme cantidad de información sobre delincuencia organizada que ha logrado juntar a lo largo de cinco años terribles, no haya sabido absolutamente nada respecto a operaciones semanales de lavado de dinero que, según la revelación que ha hecho The New York Times, han contado con la participación y supervisión de coordinadísimos agentes de Estados Unidos y México.

Descorazonador porque, hasta ahora, el jefe de las operaciones bélicas en casa, el licenciado F. Calderón, ha tenido como timbre de orgullo el presunto éxito internacional de sus dotes policiacas y militares, elogiado y aplaudido en Washington, salvador del mundo y no solamente en asuntos de mercadeo de drogas, mencionado en su momento como una versión de Elliot Ness, él mismo deseoso de ser un Jack Bauer.

Sin embargo, resulta que el jefe de los interestelares servicios de inteligencia, que son capaces de detectar presuntas conexiones iraníes en vías de detonar sedes diplomáticas en Washington o, más recientemente, de reventar planes de reubicación inmobiliaria clandestina de un hijo del difunto coronel Kadafi, ¡nada consigue saber de la vertiente fundamental del narcotráfico que es el lavado de dinero! Muertos y más muertos, violencia sangrienta por todos lados, asesinatos por decenas de miles sin investigación ni sujeción real a proceso judicial, sin que el afanoso comandante Calderón atine a comenzar a indagar y golpear donde todo mundo recomienda y exige, es decir, en el terreno donde el trasiego vulgar se convierte en negocio presuntamente adecentado, en la zona de complicidades de élite en que los billetes verdes del consumo gringo se transmutan en ganancias lícitas de empresarios y políticos. El mundo rojo y negro de los cárteles, santificado financieramente por los delincuentes de cuello blanco (el lector puede agregar colores conforme le parezca: en todas las combinaciones partidistas que proponga habrá siempre ejemplares de ese tipo).

Pero en este México abatido la ignorancia pareciera ser no solamente pretexto o coartada, sino incluso ingrediente fundamental para sostener y desarrollar carreras políticas. Calderón ignora todo sobre el asunto de los cargamentos de dólares semanalmente traídos a México con escoltas binacionales de lujo (tarea desarrollada durante décadas, según ahora se sabe. Durante el priísmo, ciertamente, pero también durante el foxismo, que hizo gran negocio de hacerse el desentendido).

Otro aplicado practicante de la ignorancia es el precandidato único del PRI a la Presidencia de la República, el maniquí convencionalmente conocido como Enrique Peña Nieto. Sería rudeza excesiva insistir aquí en el involuntario espectáculo de desnudismo intelectual que protagonizó en la pasarela libresca de Guadalajara diez días atrás. Pero resulta que el mexiquense persevera en consolidarse como la revelación del año en materia de ignorancia, con preocupante aspiración de refrendar el título entre escándalo público durante seis años. Entrevistado por El País, estimó el salario mínimo en menos de la mitad de lo que realmente es, y rebautizó a la creación de la profesora Gordillo como partido Alianza Nacional, cuando hasta Jorge Kawhagi sabe que el nombre oficial de ese negocio es Nueva Alianza.

La incesante comprobación pública de que el licenciado Peña Nieto tiene graves problemas cuando menos de retención de datos ha ido deteriorando la impresión de viabilidad imparable, virtual invulnerabilidad, que parecía acompañar a la postulación del ex gobernador del estado de México. Es cierto que ha habido un ejemplo peor, el del silvestre Vicente Fox y su conductora designada, la señora Marta, pero el enojo social contra el modo de gobernar del PRI durante siete décadas llevó en 2000 a buscar alternativas tan desesperadas como la de confiar en un personaje cuyo valor más distintivo era un par de botas. Pero ahora, en el México de catástrofe que va dejando Calderón (si es que finalmente permite que haya elecciones o que se respeten los resultados de éstas si le son desfavorables), en un escenario igualmente desesperado que el de 2000, hay una corriente de votantes que desea el regreso del oficio político de los priístas para volver a encauzar al país aunque sea por senderos como los antes activamente rechazados pero hoy vistos casi como paraíso por recobrar.

La gran desgracia para ese segmento que desea el retorno del priísmo dinosáurico es que el personaje seleccionado para competir está exhibiendo de manera lamentable que si algo le falta es justamente ese oficio del viejo priísmo y que a pasos agigantados está demostrando que no tiene la capacidad suficiente para enfrentar una tarea de reconstrucción nacional. No deja de ser irónico que sin mover un solo dedo y sin recurrir a tretas del submundo político a las que sus malquerientes le consideran afecto, el senador Manlio Fabio Beltrones mantenga presencia política suficiente como para que haya quienes se pregunten si no sería mejor candidato que el descoordinado Enrique, visto como está que ignorancia va matando carita.

Del lado de las izquierdas lo que no se sabe es cuánto tiempo durarán las imágenes de conveniencia que hoy muestran a la cúpula del PRD chuchista en amoroso arreglo con su candidato compartido, el Peje de Tres Amores que a la hora de registrarse como precandidato único en el sol azteca, Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo, mostró habilidades camaleónicas de corbata al usarlas en cada caso con los colores correspondientes a cada organización.

Y, mientras Neto Cordero se aferra a seguirse considerando precandidato viable, a pesar de que Chepina Vázquez va adelante en imagen y en manejables encuestas de opinión e incluso está recibiendo apoyo de corderistas que creen desfondado al ex secretario de Hacienda, ¡hasta mañana, con múltiples aspirantes de temporada a romper la piñata de las candidaturas a diputaciones y senadurías!

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