John Saxe-Fernández
Los órdenes de magnitud de la debacle humana, económica y hegemónica ocasionada por la guerra desatada por Estados Unidos en marzo de 2003 sobre la población iraquí son de orden mayor. El número de bajas no se mide en pocos cientos de miles, como dicen algunas ONG de ese país, por lo que conviene precisar que la prestigiosa revista Lancet registró 100 mil muertes por violencia relacionada con la invasión y ocupación en 2004. Una encuesta realizada a mediados de 2006 por investigadores de la Universidad Johns Hopkins elevó la cifra a 600 mil bajas civiles.
En una amplia encuesta realizada en regiones y ciudades de Irak por Opinion Research Business (OPB) de Inglaterra, usando procesos y datos confirmados por el Independent Institute for Administration and Civil Society (IIACS), empresa de investigación que opera en Irak con una red de entrevistadores que cubren regiones y las principales ciudades y áreas rurales, concluyó que entre marzo de 2003 y agosto de 2007, la cifra de muertos por la guerra y ocupación fue de un millón 33 mil. Tomando en cuenta el margen de error presente en toda encuesta, el rango oscila entre 946 mil y un millón 120 mil bajas. ¡Eso fue hace cuatro años!
La catástrofe humanitaria en Irak (y en Afganistán) es de enorme magnitud, en medio de la indolencia, para decirlo de manera muy suave, por parte de Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. En 2004 fui testigo de la fiscalía en el juicio a Estados Unidos por crímenes de Guerra en Irak realizado por el tribunal BRussells, (llamado así en homenaje a Bertrand Rusell, y porque tiene su sede en Bruselas) una instancia de conciencia que se convocó siguiendo la tradición sentada por el tribunal convocado por Russell y Sartre en torno a la guerra de Vietnam, que ahora opera en el mundo y en México como Tribunal Permanente de los Pueblos. Al escuchar los testimonios de habitantes, médicos, ingenieros, profesores, investigadores, era claro que la embestida por el petróleo, toda ella, era –y es– un gran crimen de guerra, equiparable a lo peor que se vivió durante la era oscura de los nazis.
Se registran más de 5 mil 500 científicos, filósofos, académicos, investigadores y particularmente científicos atómicos, médicos y químicos, asesinados o desaparecidos. Cincuenta por ciento de todos los habitantes de Bagdad reportan haber perdido al menos un familiar entre marzo de 2003 y marzo de 2009. Con una población de 23 millones hay 5 millones de huérfanos y 3 millones de viudas. Los hospitales desabastecidos de médicos y medicinas, las cárceles repletas y con 400 centros secretos donde las condiciones que el mundo vio en Abu Graib son descritas como humanas en comparación con lo que ocurre en un sistema de cárceles de un gobierno bajo la égida y ocupación de Estados Unidos, que ha sacrificado 5 mil soldados suyos y 2 mil quinientos de la coalición. (Statements, Dossiers of the BRussells Tribunal:)
El costo económico relacionado con el precio del petróleo y la inestabilidad en Medio Oriente es enorme. Para Joseph Stiglitz y Linda Bilnes, en 2008 ya se acumulaba un monto de 3 billones de dólares. En 2010 reconocieron que sus cálculos, que incluyen el presupuesto destinado a Irak y el impacto sobre la economía de Estados Unidos, había sido muy bajo porque no se contemplaron los costos de oportunidad. En sus palabras, hoy parece que nuestro cálculo de 3 billones fue, si se puede decir algo, muy bajo.
Para 2011 el contagio desde Europa de la debacle económico-financiera y del empleo acentúan riesgos depresivos ominosos para América Latina y la paz mundial, por la propensión de Estados Unidos de tratar de neutralizar su desplome moral y desbarajuste económico y hegemónico, por la vía militar. Con miras a la relección Obama anuncia con fanfarrias el retiro de tropas ante un electorado que rechaza la guerra, pero no menciona que aumentará el número de contratistas. Washington se ahoga en sus crímenes de guerra y en el pantano de su propia hechura.
Los órdenes de magnitud de la debacle humana, económica y hegemónica ocasionada por la guerra desatada por Estados Unidos en marzo de 2003 sobre la población iraquí son de orden mayor. El número de bajas no se mide en pocos cientos de miles, como dicen algunas ONG de ese país, por lo que conviene precisar que la prestigiosa revista Lancet registró 100 mil muertes por violencia relacionada con la invasión y ocupación en 2004. Una encuesta realizada a mediados de 2006 por investigadores de la Universidad Johns Hopkins elevó la cifra a 600 mil bajas civiles.
En una amplia encuesta realizada en regiones y ciudades de Irak por Opinion Research Business (OPB) de Inglaterra, usando procesos y datos confirmados por el Independent Institute for Administration and Civil Society (IIACS), empresa de investigación que opera en Irak con una red de entrevistadores que cubren regiones y las principales ciudades y áreas rurales, concluyó que entre marzo de 2003 y agosto de 2007, la cifra de muertos por la guerra y ocupación fue de un millón 33 mil. Tomando en cuenta el margen de error presente en toda encuesta, el rango oscila entre 946 mil y un millón 120 mil bajas. ¡Eso fue hace cuatro años!
La catástrofe humanitaria en Irak (y en Afganistán) es de enorme magnitud, en medio de la indolencia, para decirlo de manera muy suave, por parte de Naciones Unidas y la Corte Penal Internacional. En 2004 fui testigo de la fiscalía en el juicio a Estados Unidos por crímenes de Guerra en Irak realizado por el tribunal BRussells, (llamado así en homenaje a Bertrand Rusell, y porque tiene su sede en Bruselas) una instancia de conciencia que se convocó siguiendo la tradición sentada por el tribunal convocado por Russell y Sartre en torno a la guerra de Vietnam, que ahora opera en el mundo y en México como Tribunal Permanente de los Pueblos. Al escuchar los testimonios de habitantes, médicos, ingenieros, profesores, investigadores, era claro que la embestida por el petróleo, toda ella, era –y es– un gran crimen de guerra, equiparable a lo peor que se vivió durante la era oscura de los nazis.
Se registran más de 5 mil 500 científicos, filósofos, académicos, investigadores y particularmente científicos atómicos, médicos y químicos, asesinados o desaparecidos. Cincuenta por ciento de todos los habitantes de Bagdad reportan haber perdido al menos un familiar entre marzo de 2003 y marzo de 2009. Con una población de 23 millones hay 5 millones de huérfanos y 3 millones de viudas. Los hospitales desabastecidos de médicos y medicinas, las cárceles repletas y con 400 centros secretos donde las condiciones que el mundo vio en Abu Graib son descritas como humanas en comparación con lo que ocurre en un sistema de cárceles de un gobierno bajo la égida y ocupación de Estados Unidos, que ha sacrificado 5 mil soldados suyos y 2 mil quinientos de la coalición. (Statements, Dossiers of the BRussells Tribunal:)
El costo económico relacionado con el precio del petróleo y la inestabilidad en Medio Oriente es enorme. Para Joseph Stiglitz y Linda Bilnes, en 2008 ya se acumulaba un monto de 3 billones de dólares. En 2010 reconocieron que sus cálculos, que incluyen el presupuesto destinado a Irak y el impacto sobre la economía de Estados Unidos, había sido muy bajo porque no se contemplaron los costos de oportunidad. En sus palabras, hoy parece que nuestro cálculo de 3 billones fue, si se puede decir algo, muy bajo.
Para 2011 el contagio desde Europa de la debacle económico-financiera y del empleo acentúan riesgos depresivos ominosos para América Latina y la paz mundial, por la propensión de Estados Unidos de tratar de neutralizar su desplome moral y desbarajuste económico y hegemónico, por la vía militar. Con miras a la relección Obama anuncia con fanfarrias el retiro de tropas ante un electorado que rechaza la guerra, pero no menciona que aumentará el número de contratistas. Washington se ahoga en sus crímenes de guerra y en el pantano de su propia hechura.
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