Campos Elíseos / Katia D'Artigues
Peña Nieto y el Estado laico
Diciembre me gustó…pa’que te vayas, dice la célebre canción de José Alfredo Jiménez. Y esa máxima aplicaron varios secretarios de Estado y funcionarios públicos que quieren llegar a las Cámaras en la próxima legislatura.
El miércoles, en una ceremonia, Felipe Calderón designó a l@s nuev@s secretarios del Trabajo y de la Función Pública, así como a su nuevo secretario particular.
Justo antes tuvieron una comida de fin de año en Los Pinos. Sólo que en ésta, a diferencia de otros años, hubo dos cambios: Primero que no sólo estuvo el gabinete legal y ampliado, sino muchos excolaboradores —Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero incluidos— y futuros colaboradores; y dos, el tono del discurso presidencial.
Si Felpe Calderón en otros años había hecho de este discurso entre sus cercanos una defensa, otra vez, de su combate contra la delincuencia organizada, ahora habló del sentido del servicio público.
De cómo, por ejemplo, muy joven hacía servicio social en barrios hasta que se dio cuenta de que la única manera de transformar la realidad social era entrar a la política.
Y contrario a lo esperado —¿será por los recientes traspiés de Enrique Peña Nieto?— el ambiente era de optimismo y de aprovechar el último año, aunque claro que también de incertidumbre sobre quién se quedaba y quién se iba…
Pero fue el discurso de su hoy ex secretario particular, Roberto Gil Zuarth, quien buscará ser senador, el que llamó mucho la atención.
Además de agradecerle al Presidente la confianza que tuvo para designarlo en ese cargo, dijo que aprendió mucho de sus consejos… y regaños.
Es más. Que aunque ya se lo había dicho en otras ocasiones en privado se lo diría en público:
— Yo quiero algún día ser como usted, señor presidente.
Pero eso no fue todo. Sin más comentarios, le transcribo parte de sus palabras:
—“… suelo pensar que si una fuerza superior, la mano invisible del destino o Dios ha puesto a prueba el carácter de esta nación, incluso, hasta desafiar las leyes de la probabilidad; esa fuerza, ese destino o Dios, ha tenido el cuidado, la generosidad de prestarnos al mejor Presidente de México”.
Finalmente ayer, en la Cámara de Diputados, y antes de finalizar el periodo de sesiones, se aprobó una reforma al artículo 24 Constitucional que provocó especial polémica.
El cambio de este artículo, que permitiría realizar misas en lugares públicos sin pedir permiso, venía acompañado por un rumor que llevó a la izquierda a tomar la tribuna: Que Enrique Peña Nieto había negociado este artículo que al dejar más clara la libertad de culto también abriría la posibilidad de que —forzando la ley tras esto— se pudiera dar, oficialmente (porque extraoficialmente todos sabemos que se da), catecismo en las escuelas y acceso a las iglesias, pero sobre todo a la Iglesia Católica, a los medios de comunicación.
Un polvorín en San Lázaro, se imaginará. Gerardo Fernández Noroña & Co. tomaron la tribuna con pancartas que decían: “Peña Nieto y PAN atacan Estado laico” o bien “La ignorancia de Peña Nieto, un peligro al Estado laico”.
No sólo ellos se quejaron. Una iglesia, la del Fin del Mundo, también se manifestó en contra vía un desplegado. Que sospecha que la reforma “obedezca a intereses particulares… se quiere negociar con las libertades constitucionales como resultado de la insistencia de la jerarquía católica-romana en los años recientes”.
Ahora, estas reformas pasan al Senado.
Y bueno, lo que les faltaba a los priístas: Una crítica más a su candidato. Y eso que aquí ya ni le conté de la defensa que le hizo Vicente Fox.
Esta columna se publicará el próximo domingo, en su versión de prospectiva de la semana, y regresará el domingo 8 de enero de 2012 para plantearle algunas de las muchas cosas que pasarán en el próximo año.
Desde aquí les mando un cariñoso abrazo y mis mejores deseos de que pasen unas felices fiestas.
Peña Nieto y el Estado laico
Diciembre me gustó…pa’que te vayas, dice la célebre canción de José Alfredo Jiménez. Y esa máxima aplicaron varios secretarios de Estado y funcionarios públicos que quieren llegar a las Cámaras en la próxima legislatura.
El miércoles, en una ceremonia, Felipe Calderón designó a l@s nuev@s secretarios del Trabajo y de la Función Pública, así como a su nuevo secretario particular.
Justo antes tuvieron una comida de fin de año en Los Pinos. Sólo que en ésta, a diferencia de otros años, hubo dos cambios: Primero que no sólo estuvo el gabinete legal y ampliado, sino muchos excolaboradores —Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero incluidos— y futuros colaboradores; y dos, el tono del discurso presidencial.
Si Felpe Calderón en otros años había hecho de este discurso entre sus cercanos una defensa, otra vez, de su combate contra la delincuencia organizada, ahora habló del sentido del servicio público.
De cómo, por ejemplo, muy joven hacía servicio social en barrios hasta que se dio cuenta de que la única manera de transformar la realidad social era entrar a la política.
Y contrario a lo esperado —¿será por los recientes traspiés de Enrique Peña Nieto?— el ambiente era de optimismo y de aprovechar el último año, aunque claro que también de incertidumbre sobre quién se quedaba y quién se iba…
Pero fue el discurso de su hoy ex secretario particular, Roberto Gil Zuarth, quien buscará ser senador, el que llamó mucho la atención.
Además de agradecerle al Presidente la confianza que tuvo para designarlo en ese cargo, dijo que aprendió mucho de sus consejos… y regaños.
Es más. Que aunque ya se lo había dicho en otras ocasiones en privado se lo diría en público:
— Yo quiero algún día ser como usted, señor presidente.
Pero eso no fue todo. Sin más comentarios, le transcribo parte de sus palabras:
—“… suelo pensar que si una fuerza superior, la mano invisible del destino o Dios ha puesto a prueba el carácter de esta nación, incluso, hasta desafiar las leyes de la probabilidad; esa fuerza, ese destino o Dios, ha tenido el cuidado, la generosidad de prestarnos al mejor Presidente de México”.
Finalmente ayer, en la Cámara de Diputados, y antes de finalizar el periodo de sesiones, se aprobó una reforma al artículo 24 Constitucional que provocó especial polémica.
El cambio de este artículo, que permitiría realizar misas en lugares públicos sin pedir permiso, venía acompañado por un rumor que llevó a la izquierda a tomar la tribuna: Que Enrique Peña Nieto había negociado este artículo que al dejar más clara la libertad de culto también abriría la posibilidad de que —forzando la ley tras esto— se pudiera dar, oficialmente (porque extraoficialmente todos sabemos que se da), catecismo en las escuelas y acceso a las iglesias, pero sobre todo a la Iglesia Católica, a los medios de comunicación.
Un polvorín en San Lázaro, se imaginará. Gerardo Fernández Noroña & Co. tomaron la tribuna con pancartas que decían: “Peña Nieto y PAN atacan Estado laico” o bien “La ignorancia de Peña Nieto, un peligro al Estado laico”.
No sólo ellos se quejaron. Una iglesia, la del Fin del Mundo, también se manifestó en contra vía un desplegado. Que sospecha que la reforma “obedezca a intereses particulares… se quiere negociar con las libertades constitucionales como resultado de la insistencia de la jerarquía católica-romana en los años recientes”.
Ahora, estas reformas pasan al Senado.
Y bueno, lo que les faltaba a los priístas: Una crítica más a su candidato. Y eso que aquí ya ni le conté de la defensa que le hizo Vicente Fox.
Esta columna se publicará el próximo domingo, en su versión de prospectiva de la semana, y regresará el domingo 8 de enero de 2012 para plantearle algunas de las muchas cosas que pasarán en el próximo año.
Desde aquí les mando un cariñoso abrazo y mis mejores deseos de que pasen unas felices fiestas.
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