FMI: espejitos por oro

¿Mayor poder de voto?
Comienza la desbandada

Carlos Fernández-Vega / México SA


Cero y van tres. Allá por septiembre de 2006, alguien en el Fondo Monetario Internacional amaneció con una suerte de cruda moral, tras registrar (con seis décadas de retraso) que ese organismo financiero reportaba un déficit de democracia en la estructura de votación. Por ello propuso un cambio profundo en ella para que distintas naciones obtuvieran mayor poder en la toma de decisiones, y la junta de gobernadores del FMI (integrada por los ministros de finanzas de los países miembros de la institución) lo avaló.

Así, de un plumazo, fue solucionado el déficit de democracia en el FMI, y para demostrar que iba en serio México –junto con China, Turquía y Corea del Sur– fue seleccionado como uno de los países que obtendría mayor poder de votación en el seno del organismo, aunque para ello antes debió desembolsar alrededor de 800 millones de dólares para gozar de tal privilegio. ¿Qué logró a cambio el gobierno mexicano? Un sustancial aumento de 0.23 puntos porcentuales en el poder de voto, al pasar de 1.2 a 1.43 por ciento del total, mediante la inyección de la cantidad descrita. Eran los tiempos de Vicente Fox y su prometido cambio (que de cambiar no cambió nada), quien cayó en el garlito, y a los mexicanos les costó casi 800 millones de billetes verdes.

Dos años después, ya instalado en Los Pinos, Felipe Calderón repitió el numerito. En noviembre de 2008 anunció con bombo y platillos que habría más democracia fondomonetarista para México, para lo cual se desembolsaron otros 800 millones de dólares. El poder de voto de nuestro país creció de 1.43 a 1.47 por ciento del total. Ambos panistas dieron credibilidad a la declaración del FMI, en el sentido de que su intención era llevar a esas naciones (México y las citadas líneas arriba) a niveles que reflejen con mayor fidelidad su importancia relativa en la economía mundial. En los hechos, la importancia relativa de la economía mexicana fue de mal en peor, aunque de todas maneras se erogaron mil 600 millones de dólares entre amabas administraciones blanquiazules.

El FMI vendió espejitos a Fox y Calderón el FMI, y los panistas, gustosos, los pagaron a precio de oro, porque si algo ha quedado claro en sus cerca de 60 años de existencia es que a quienes controlan el Fondo Monetario Internacional lo menos que les interesa es la democratización de la toma de decisiones. Lamentable, pero todo indica que el actual inquilino de Los Pinos no quedó satisfecho con la tanda de espejitos que en 2008 adquirió, ni con la que en 2006 su antecesor compró. Quiere mayor poder de votación y sigue creyendo en aquello de la importancia relativa de la economía.

Ayer se hizo público que el inquilino de Los Pinos presentó una iniciativa al Senado de la República para que éste le autorice incrementar en 146 por ciento, en números cerrados, la cuota de México en el Fondo Monetario Internacional y, por ende, su poder de voto en el organismo. Ello, según el susodicho, para aumentar su influencia en la toma de decisiones de ese organismo, para lo cual intenta desembolsar cerca de 8 mil 500 millones de billetes verdes.

Según la versión calderonista, de ser autorizado el movimiento por el Senado de la República la participación mexicana pasaría de 1.52 a 1.87 por ciento del total de cuotas en el FMI, y de 1.47 al 1.8 por ciento del total de la votación.

Recién estuvo en México la directora-gerente del FMI, Cristina Lagarde, quien repartió azúcar por todos lados y humildemente reconoció que no tenemos más que alabar y encomiar la conducción económica y la fortaleza de la economía mexicana. Se entiende que el piropo fue para enganchar al devaluado gobierno calderonista, y éste de inmediato pico el anzuelo: cuánto por mayor poder de voto e influencia en la toma de decisiones. Y sólo espera la decisión senatorial para meter más recursos a la quimera.

Feliz, el inquilino de Los Pinos desde ahora saborea el mayor poder que obtendría México, según su versión, aunque no llegará muy lejos con el carísimo 1.8 por ciento de la votación total. La fortaleza y la importancia reales de nuestro país en el seno del FMI (187 naciones representadas) y en la propia comunidad de naciones quedaron más que confirmadas cuando arrasadoramente perdió el candidato calderonista al puesto principal del Fondo Monetario Internacional (Agustín Carstens), y lo hizo frente a la propuesta francesa, que no fue otra que la señora Lagarde.

Como se ha comentado en este espacio, la crisis europea requiere dinero fresco y el FMI va por él. A cambio ofrece a los palurdos los espejitos de más poder de voto, mayor reconocimiento a la fortaleza económica del país aportante y creciente peso en la toma de decisiones en el seno del organismo. Fox y Calderón los compraron todos y en tres ocasiones consecutivas, y los adquirieron a un organismo creado y dominado por los grandes, que no deja pasar ni el aire y al que lo menos que le interesa es democratizar algo. Entonces, por ejemplo, ¿qué hará México con su 1.8 por ciento del voto total (en caso de que el Senado autorice la inversión) frente al 16.76 por ciento de Estados Unidos? ¿Qué, frente al casi 45 por ciento del voto total del G-7, o el 26.1 por ciento de la Unión Europea? Con respecto a México, China tiene más del doble de poder de voto (3.82 por ciento del total), Rusia está por arriba (2.4 por ciento) al igual que India (2.34).

Mucho más productivo sería promover la creación de un nuevo organismo financiero internacional, democrático de origen, no de mentiritas, como el Fondo Monetario comprenderá. Pero al panismo instalado en Los Pinos le da terror siquiera pensar en algo parecido a eso; prefiere creer en los espejitos.

Las rebanadas del pastel

Comienza la desbandada. Tres tristes tigres de papel con el sello del calderonato se van a gozar de inmunidad e inmerecida cuan generosa beca al Senado de la República (siguiente legislatura, por cortesía del inquilino de Los Pinos). Seguirán exprimiendo los impuestos que pagan los mexicanos, porque van de plurinominales; ni siquiera harán el intento de convencer al electorado para que voten por ellos. Por fin se fue Javier Lozano del gabinetazo. Tras de sí deja un espeluznante tiradero en el sector laboral, pero el inquilino de Los Pinos le dio su premio de consolación; Salvador Vega Casillas, quien desde la Secretaría de la Función Pública hizo la hombrada de hundir aún más a México en el inventario internacional de países corruptos, y Roberto Gil, que en este sexenio ha servido de chile, de dulce y de manteca. Y si hay de otro sabor, también.

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