Elogio en boca propia es vituperio

Eduardo Ibarra Aguirre

Como un patriota actuó Calderón Hinojosa en la guerra, que ahora denomina lucha, contra el narcotráfico y el crimen organizado. El modesto juicio no es mío, por supuesto, sino del mismísimo Felipe del Sagrado Corazón de Jesús.

Dijo mucho más de sí mismo, como si el titular del Ejecutivo no tuviera miles de subordinados de primero y de segundo niveles salariales, capaces de pronunciar lisonjas, como su secretario particular, Roberto Gil Zuarth: “Quiero algún día ser como usted”. O su también secretario, pero del Trabajo, Javier Lozano Alarcón: “Sépanlo bien todos, que esté yo desde esté me mantendré presente y vigente en su proyecto, en su equipo y en su vida”.

Insatisfecho con el torneo de elogios en se convirtió la ceremonia por los enésimos cambios en el gabinete, el miércoles 14, ahora para que los amigos y cuates contiendan por un cargo de elección popular en busca del ansiado fuero, el general de cinco estrellas reconfirmó la naturaleza autocrática de la guerra que decretó el 11 de diciembre de 2006. “Independientemente del juicio que merezca este tiempo en las generaciones venideras, por lo que a mí respecta, y estoy seguro que por lo que toca a cada uno de ustedes, lo que hay también es una conciencia absolutamente cierta de haber obrado en busca de bien, en busca del bien de los demás, y en busca del bien de México”.

En política y sobre todo la que se realiza desde la cúspide del poder, importan centralmente los resultados que se obtienen y menos, mucho menos, las intenciones.

Salvo un señor o señora que tengan al diván como instrumento de trabajo, pueden someter a duda que el abogado, economista y administrador público no “obró en busca del bien de México”. Pero de buenas intenciones está sembrado el camino del infierno y ésta es una de las referencias en que fue educado el primer empleado de la nación. Tan bien formado que impulsa la iniciativa de ley para permitir que los actos de culto religioso puedan practicarse de manera colectiva en público y sin dar aviso a la autoridad.

Los resultados de cinco años de aventura guerrerista por encima de la Constitución son dramáticos: más de 55 mil muertos (10-11 por ciento “daños colaterales”), 10 mil desaparecidos, de 120 mil a un millón de deslazados de sus hogares y ciudades, además de la duplicación del número de adictos a drogas. Y todo ello pese a la detención o asesinato de 22 de los 37 capos más buscados por el gobierno de… Estados Unidos, país beneficiario y en grande por la venta de armas y el lavado de dinero.

El comandante supremo discursea y se autoelogia en forma obsesiva, mas no oculta que tiene dudas sobre el futuro de su estrategia, “si es que continúa este esfuerzo”, dentro de 349 días en que seguramente partirá a residir allende el Río Bravo, gobierno ante el que no mostró el patriotismo que presume, sino subordinación sin precedente. Tanta que su asesor principal en la materia es Álvaro Uribe, el de la “seguridad democrática” que multiplicó por 10 el número de adictos y la producción de cocaína florece en Colombia.

Incertidumbre presidencial, estimulada por la demanda ante la Corte Penal Internacional, que lleva a presionar a la Cámara de Diputados para que apruebe la Ley de Seguridad Nacional para legitimar la militarización del país.

“Quieren legalizar el horror y nos negamos a ello”, advierte Javier Sicilia y alerta que cualquier cosa que abone a ella “es absolutamente criminal”. La estrategia, puntualiza, es de Calderón, pero quienes quieren avalarla son los partidos políticos, así, sin mediar matices. Y es entonces cuando los besos y los abrazos pierden todo sentido político y hasta humano.

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