Rubén Cortés
Por vencer al PRI como fuera en las pasadas elecciones para gobernador en Guerrero, el PRD olvidó la memoria de sus muertos: hizo candidato a un priísta al que había acusado de complicidad en el asesinato de decenas de militantes.
Ante la escasez de candidatos propios, y sin panista potables para hacer la alianza formal que les funcionó en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, Marcelo Ebrard, quien llevó mano en la designación, optó por hacer abanderado de “la izquierda” a Ángel Heladio Aguirre.
Aguirre había sido desechado por el PRI, que se decidió por Manuel Añorve, cuyas credenciales no podían ser peores: bajo su gobierno, el municipio de Acapulco dejó de ser buen lugar para visitar desde 2009, convertido en escenario de ajustes de cuentas entre cárteles de la droga.
Según el centro de inteligencia político económico y de seguridad Stratfor, el 10 por ciento de los taxistas de Acapulco está en la nómina de algún cártel y los conductores de seis mil taxis registrados en el balneario son informantes o “halcones”.
Como competencia a Añorve, el PRD echó mano al despechado Aguirre, sin importarle que pesaran sobre él acusaciones por el asesinato de 17 miembros de la Organización Campesina Sierra del Sur, el 28 de junio de 1995 en Aguas Blancas.
Involucrado, además, en la muerte de 11 personas en la escuela Caritino Maldonado, el 7 de junio de 1998, y en el crimen del dirigente juvenil de izquierda Eusebio Vázquez Juárez, en el poblado de Tepetixtla, Coyuca de Benítez, el 9 de julio de 1998.
Aguirre estaba ligado también al encarcelamiento ilegal del activista Macario Cruz Ventura, la represión contra un centenar de estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y el asesinato de Martín Romero en la Costa Chica de Guerrero.
Esta semana, el fantasma resucitó: dos normalistas murieron a manos de policías locales en una manifestación en Chilpancingo. El gobernador Aguirre destituyó su gabinete de seguridad, pero el peso muerto de los hechos no se lo quita nadie de encima al PRD.
Porque el PRD no aprende la lección: insiste en pepenar lo peor del PRI. Por ejemplo, para las pasadas elecciones intermedias, impulsó a José Guadarrama Márquez como aspirante a la gubernatura de Hidalgo, aun cuando años atrás le había cargado la muerte de varios de sus militantes.
En 1991, la CNDH emitió la recomendación número 75, por la muerte de Gilberto Camacho, Armando Camacho y Ramiro Márquez, en un asesinato “organizado y ordenado por caciques y gatilleros encabezados por Guadarrama”.
¿Por qué el PRD recicla lo peor del PRI? No hay secreto: porque sufre de una desideologización enfermiza, que le provoca una pobreza extrema de cuadros jóvenes.
Por eso, para ganar Guerrero, tuvo que echar mano a Ángel Heladio Aguirre.
Por vencer al PRI como fuera en las pasadas elecciones para gobernador en Guerrero, el PRD olvidó la memoria de sus muertos: hizo candidato a un priísta al que había acusado de complicidad en el asesinato de decenas de militantes.
Ante la escasez de candidatos propios, y sin panista potables para hacer la alianza formal que les funcionó en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, Marcelo Ebrard, quien llevó mano en la designación, optó por hacer abanderado de “la izquierda” a Ángel Heladio Aguirre.
Aguirre había sido desechado por el PRI, que se decidió por Manuel Añorve, cuyas credenciales no podían ser peores: bajo su gobierno, el municipio de Acapulco dejó de ser buen lugar para visitar desde 2009, convertido en escenario de ajustes de cuentas entre cárteles de la droga.
Según el centro de inteligencia político económico y de seguridad Stratfor, el 10 por ciento de los taxistas de Acapulco está en la nómina de algún cártel y los conductores de seis mil taxis registrados en el balneario son informantes o “halcones”.
Como competencia a Añorve, el PRD echó mano al despechado Aguirre, sin importarle que pesaran sobre él acusaciones por el asesinato de 17 miembros de la Organización Campesina Sierra del Sur, el 28 de junio de 1995 en Aguas Blancas.
Involucrado, además, en la muerte de 11 personas en la escuela Caritino Maldonado, el 7 de junio de 1998, y en el crimen del dirigente juvenil de izquierda Eusebio Vázquez Juárez, en el poblado de Tepetixtla, Coyuca de Benítez, el 9 de julio de 1998.
Aguirre estaba ligado también al encarcelamiento ilegal del activista Macario Cruz Ventura, la represión contra un centenar de estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y el asesinato de Martín Romero en la Costa Chica de Guerrero.
Esta semana, el fantasma resucitó: dos normalistas murieron a manos de policías locales en una manifestación en Chilpancingo. El gobernador Aguirre destituyó su gabinete de seguridad, pero el peso muerto de los hechos no se lo quita nadie de encima al PRD.
Porque el PRD no aprende la lección: insiste en pepenar lo peor del PRI. Por ejemplo, para las pasadas elecciones intermedias, impulsó a José Guadarrama Márquez como aspirante a la gubernatura de Hidalgo, aun cuando años atrás le había cargado la muerte de varios de sus militantes.
En 1991, la CNDH emitió la recomendación número 75, por la muerte de Gilberto Camacho, Armando Camacho y Ramiro Márquez, en un asesinato “organizado y ordenado por caciques y gatilleros encabezados por Guadarrama”.
¿Por qué el PRD recicla lo peor del PRI? No hay secreto: porque sufre de una desideologización enfermiza, que le provoca una pobreza extrema de cuadros jóvenes.
Por eso, para ganar Guerrero, tuvo que echar mano a Ángel Heladio Aguirre.
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