El poder, tras el poder

Raymundo Riva Palacio

En 2011, el todavía gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto se sinceró ante un grupo de los más notables periodistas de medios electrónicos y dijo que Luis Videgaray, junto con Alfredo del Mazo, eran sus verdaderas cartas para sucederlo. Cuando al final se definió por Eruviel Ávila, ante el riesgo de que esta figura mexiquense rompiera con el PRI para desafiar a Peña Nieto bajo la bandera del PRD, Del Mazo, el alcalde de Huixquilucan, dejó de jugar en el tablero político, pero no así Videgaray, quien era presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Para él, Peña Nieto le tenía tendida la alfombra mágica del futuro.

En las semanas previas, Videgaray siempre estaba en el asiento de junto de Peña Nieto a cuanta reunión acudiera en cualquier parte del país. No había otro de sus cercanos, en el gobierno o en el Congreso que fuera la sombra del poderoso gobernador. ¿Sería él realmente quien lo sucedería en Toluca? No. El candidato que iba a destapar el PRI para el gobierno mexiquense era Del Mazo, porque a Videgaray le tenía reservada una carrera de más altura en su proyecto presidencial de 2012. La escalera se fue mostrando gradualmente.

Para efectos de Videgaray, que fuera Del Mazo o finalmente Ávila, fue irrelevante. En cualquier caso él iba a salir del Congreso para ir a Toluca a coordinar la campaña del candidato y ser el Plan B del PRI ante cualquier eventualidad, que es una lección que aprendieron los priistas en 1994, cuando el entonces presidente Carlos Salinas, había puesto todo en Luis Donaldo Colosio, sin pensar nunca que lo iban a asesinar y que en su sustitución como candidato a la presidencia hubo grupos políticos poderosos que estuvieron a punto de robarle la candidatura y tuvo que optar, ante la falta de alternativas, por Ernesto Zedillo.

Videgaray es el hombre del futuro para Peña Nieto, el “Príncipe” detrás de él, que le habla al oído, que le recomienda los pasos y que además, a diferencia del superasesor que describiera Maquiavelo, trabaja estrategias y programas. Videgaray en ese sentido, es un personaje que llena todos los espacios que necesita Peña Nieto, abajo del cual se desgranan las ramas de un gran árbol que mueven la maquinaria política del mexiquense. Esta semana se cumplió otra fase cuando el puntero presidencial lo nombró jefe de su campaña. No hubo sorpresas, lo que era de facto, se volvió formal.

Luis Videgaray nació en 1968, el año en que comenzó el final del mundo de la posguerra que se diseñó en Bretton Woods. A los 11 años perdió a su padre, que era empleado bancario, pero no le impactó para convertirse en un estudiante de calidad con dotes tempranas en matemáticas. Cursó dos carreras en simultáneo, en el ITAM, el vertedero de la joven clase política del nuevo milenio, y en la UNAM, economía y leyes. Siempre fue un alumno con promedio sobresaliente, y contra la percepción de que es un tecnócrata llegado tarde a la política, fue un agitador juvenil y en el ITAM llegó a presidir la sociedad de alumnos, por donde varios de los políticos encumbrados hoy en día pasaron.

En aquellos años el ITAM empezaba a ser el granero de funcionarios públicos, cuando el entonces presidente Carlos Salinas tenía en su equipo a egresados y profesores distinguidos. Uno de ellos, Carlos Sales, que era coordinador de asesores del secretario de Hacienda, Pedro Aspe, lo acercó a ese grupo, con el que entró a trabajar. Aspe, egresado del Tecnológico de Massachussetts, lo envió al MIT a hacer su doctorado en Economía –como había hecho con sus alumnos más distinguidos-, y a su regreso se incorporó a Protego, la consultoría que creó para ayudar a gobiernos estatales a financiar su deuda pública. Uno de sus clientes fue Arturo Montiel, gobernador del Estado de México, donde Videgaray conoció a Peña Nieto, con quien trabó una larga y sólida amistad.

Cuando llegó Peña Nieto al gobierno lo nombró secretario de Finanzas, Planeación y Administración, y hace dos años lo envió al Congreso, donde con la fuerza de la maquinaria política mexiquense fue nombrado presidente de la Comisión de Presupuesto y posiblemente el priista más influyente en San Lázaro. Videgaray es miembro del PRI desde 1987. En la campaña de Ávila, Videgaray fue enviado a coordinar la campaña y como el Plan B ante cualquier contingencia. Se esperaba que al terminar la contienda, Videgaray regresara al Congreso y tomara la silla que le cuidaban.

No fue así. Peña Nieto lo llevó al edificio en las Lomas de Chapultepec donde despacha el equipo, justo un piso debajo de sus oficinas, y a cargo de la coordinación de todo. De Videgaray depende directamente la estrategia, la agenda y el discurso, y supervisa la operación política territorial –cuyo jefe directo es el exgobernador de Hidalgo, Miguel Osorio Chong-, y la estratégica comunicación –bajo el mando de un veterano de batallas políticas y electorales, David López-.

Con su juventud, Videgaray pertenece a la primera generación del nuevo PRI, identificada de esa forma únicamente por razones biológicas, pues aún no demuestran que cultural y políticamente son diferentes, y al nuevo bloque de figuras que relevan a la clase política que emergió durante la presidencia de Luis Echeverría. A diferencia de otros de los de su generación, Videgaray es más sólido y completo, en términos políticos y técnicos, pero al igual que todos ellos, se sabe inteligente –por tanto soberbio-, y asumen que juventud y éxito remplazan experiencia y oficio, algo que más que menos veces, ya los hizo tropezar.

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