El encomio de Lagarde

Ciega y sorda, pero no muda
Otra de jóvenes panistas

Carlos Fernández-Vega / México SA


Nadie, con un poquito de sentido de la realidad, puede afirmar, con enorme sonrisa, que no tenemos más que alabar y encomiar la conducción económica y la fortaleza de la economía mexicana. Tal vez la atareada señora Cristina Lagarde no tuvo tiempo de revisar el saldo de tres décadas neoliberales en México, ni los estragos causados por el actual inquilino de Los Pinos, y por ese motivo dijo la barbaridad que dijo, pero es verdaderamente ridículo que la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional se aviente al ruedo con esa delirante frase, cuando los resultados más tangibles del quinquenio –el calderonista– son el impresionante incremento en el número de pobres, 60 por ciento de aumento en el desempleo (por la parte de la encomiable conducción) y 1.7 por ciento de crecimiento anual promedio en ese lapso (por el lado de la fortaleza).

Sólo con los ojos cerrados, el decoro en el suelo o el cinismo a tope puede declararse algo similar y todavía sonreír. Congruente con su visión de las cosas, la señora Lagarde debió declarar que el gobierno mexicano ha sido, es, un fiel servidor de las instrucciones fondomonetaristas y, sin importarle el brutal costo social, un pagador puntual de sus crecientes deudas, de tal suerte que lo encomiable de la fuerte economía nacional sería que a pesar de las barbaridades cometidas y acumuladas por cinco administraciones neoliberales al hilo, México todavía tiene habitantes, hambrientos y jodidos, pero al fin explotables.

Tal vez, también, la directora-gerente del FMI vio la proporción del doctor Agustín catarrito Carstens y creyó que él era una muestra suficiente para concluir que todos los mexicanos estaban en las mejores condiciones alimentarias; se reunió con Calderón y Meade, y supuso que en este país todos los empleos tenían los mismos salarios e idénticas prestaciones; comió y bebió de lo mejor, con lo que entendió que eso era parte de la dieta nacional; la pasearon en los mejores vehículos y no hubo tráfico que la detuviera; la cuidaron cientos de guaruras; vio y saludó a banqueros, funcionarios del sector financiero, empresarios de alto nivel y gente de alcurnia, y todos ellos le presumieron lo servicial que es el gobierno con el gran capital, los jugosos negocios que se hacen en el país con los contactos y los estímulos necesarios, los miles de millones de pesos y contando, en fortunas acumuladas, signo del éxito de México. Entonces, la señora Lagarde concluyó: qué bien van las cosas aquí, que maravilla; por ello, no tenemos más que alabar y encomiar la conducción económica y la fortaleza de la economía mexicana.

Funcionarios, barones del dinero, empresarios Forbes le contaron sobre el exitoso modelito, de allí que la directora-gerente celebró la rápida recuperación económica después de la crisis mundial, (la cual) da fe de la solidez de las variables fundamentales de la economía y de la certera gestión de la política económica que realizaron las autoridades. La fortaleza y resistencia de México han respaldado el crecimiento sostenido y la creación de empleos. Algunos confundieron el discurso de la cabeza visible del FMI con uno de Ernesto Cordero (o Calderón, Carstens o Meade). Igual por la prisas la señora no pudo escribir el propio, porque dijo: persisten riesgos derivados de la inestabilidad de la situación mundial, que podrían afectar incluso a países fuertes como México. Si bien el país dispone de cierto margen de maniobra para contener las posibles repercusiones, debería intensificar las reformas para impulsar el crecimiento y aumentar su competitividad, en particular en un entorno externo de atonía prolongada de la actividad económica.

Eso sí, nunca se le ocurrió preguntar por el otro lado de la moneda, por el México real: al cierre de 2010 (información del Coneval), 57.7 millones de pobres; 35.8 millones de mexicanos no tenían acceso a los servicios de salud; 68.3 millones a la seguridad social; 18.5 millones carecía de servicios básicos en la vivienda; 28 millones no tenían acceso a la alimentación; el porcentaje de población que disponía de ingresos inferiores a la línea de bienestar (2 mil 114 pesos mensuales) aumentó de 49 a 52 por ciento entre 2008 y 2010; sólo 22 de cada cien mexicanos no tienen carencias sociales y obtienen ingresos mayores a la línea de bienestar. Por si fuera poco, 2.5 millones en la desocupación abierta, 7 millones de ninis, cerca de 5 millones de subempleados, 13.4 millones en la informalidad y salarios de hambre, entre otras gracias igualmente encomiables.

Así, sorda y ciega, pero no muda, la señora Lagarde avaló el encomiable tiradero del calderonato, en particular, y de las tres décadas de política económica neoliberal en México, en general, que no es otra que la sutilmente impulsada por el propio Fondo Monetario Internacional. Felicidades, señora Lagarde, que así dejó a la economía francesa durante su paso por el ministerio galo de Finanzas.

Las rebanadas del pastel

Más de las juventudes panistas en Pemex: “soy una de las personas que en la paraestatal están jubilando de forma por demás atropellada, transgrediendo los derechos del trabajador. A mediados del mes anterior, el gerente de Operación de la Dirección Corporativa de Tecnología de Información y Procesos de Negocio, a través de uno de sus jóvenes panistas (ver México SA del 30 de noviembre de 2011), me informó de manera verbal que en unos cuantos días más ‘estarás jubilado’ al 90 por ciento, no obstante que no tengo la antigüedad ni la edad requeridas, en franca violación a mis derechos como trabajador de Petróleos Mexicanos. Quiero y tengo el derecho de jubilarme con el 100 por ciento, amén de que mi deseo es seguir colaborando con la empresa, ya que tengo todavía vitalidad y muchas ganas de seguir trabajado. Los funcionarios implicados en todo esto (Abraham Galán Ramírez, Carlos Medina Treviño y Marco Antonio Murillo Soberanis) han dicho que ello es consecuencia del reajuste de personal por la integración de las áreas de informática a la DCTIPN, pero también hay que tomar en cuenta al personal que ya cumple con la edad y antigüedad requerida para gozar de este derecho, y son muchos de éstos que no están jubilando por ser amigos incondicionales de estos directivos”... Y mientras eso sucede, prepárense para la faraónica celebración (la quinta de la temporada) del inquilino de Los Pinos por sus cinco años de estancia en la residencia oficial, en la que nuevamente presumirá el México de mentiritas (de mentirotas, a estas alturas).

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