El chamaco Peña Nieto

Jorge Diaz

Después de presenciar la prácticamente nula capacidad para improvisar y salir a la defensa de si mismo con imaginación, astucia e inteligencia, me queda la duda de que un personaje como Enrique Peña Nieto llegue a la recta final y se embolse el triunfo.

No es cuestión de buenas o malas intenciones, experiencia de gobierno, capacidad de mando y toma de decisiones, asesores colmilludos o propaganda televisiva, al parecer es algo más simple: él.

No se trata de tener asesores atrás que te escriban el guión, se trata de estar ante situaciones un poco, recalco, un poco adversas tú solo, para saber de qué estás hecho. Inclusive, podría no ser necesario atacar su proyecto de gobierno para el próximo sexenio, ni traer a la memoria el pasado priista que lo cobija. Imagínenlo en un debate donde le sea planteada por un adversario una cuestión que no está prevista, una muy trivial, esa que no te esperas.

Sería como cuando la princesa ve la transformación de su príncipe azul en sapo.

Para demostrar la vulnerabilidad y la fragilidad de su personalidad, no fue necesario mencionarle a Montiel, ni el caso Paulette, ni el endeudamiento del Estado de México o el de Coahuila, nada, bastó con sacarlo de balance con una pregunta inofensiva y lo malo no fue el contenido de la respuesta, sino la poca destreza que demostró.

La rabiosa reacción de los adversarios lo opacó en un tris. Bastaron dos o tres comentarios de personajes muy letrados e inteligentes para dejarlo en calidad de trapo a los ojos de muchos mexicanos.

Puedo imaginar lo que pasará cuando inevitablemente se enfrente a políticos de larga trayectoria, experiencia y, sobre todo, malicia. Lo harán ver como a un chamaco, tal cual. Qué decir de todo el aparato detrás de las campañas amarillas y azules (Gobierno Federal incluido) al acecho. Con un buen par de ganchos al hígado, que lo obliguen a responder sin haberlo anotado y estudiado previamente, lo pondrán en evidencia.

Ya se ha hablado hasta el cansancio de cómo cayeron las ventajas de Labastida y López Obrador, sin duda el trabajo de sus adversarios fue intenso y apenas alcanzó para ganar en el caso de Calderón. Esta ocasión podría ser diferente, imagino un castillo de naipes frágil ante cualquier brisa que se cuela por la ventana.

Interesante será ver el impacto de su resbalón en la FIL para los adversarios, que seguramente ya ordenaron sendas encuestas para afinar la puntería. Probablemente, pensarán: “es más fácil de lo que creíamos y hasta recursos ahorraremos”. Quizá la estrategia a seguir los próximos días (meses), sea la de distraer a su partido y grupo de asesores, para mantenerlos ocupados y después, tener a Peña Nieto sólo en el terreno ante una cámara, un micrófono y un reportero a modo de cualquier otro partido político y dejarlo mal parado, irlo derrumbando cual castillo de naipes, con apenas un soplido.

Conste que no alego su capacidad para gobernar o su bagaje cultural, sólo discuto su pericia para defenderse solo y prevenir el ridículo que lo desinfle.

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