Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate
Como los piratas que en antaño conocían todas las rutas de los mares, y que por virtud de esa condición sabían por donde habrían de navegar los barcos que serían presas de múltiples asaltos, así el priista Manlio Fabio Beltrones, actual Senador de la República, al ser un experimentadísimo político, que conoce perfectamente, como carta de navegación o como la palma de su mano todos los posibles escenarios y caminos con todo y sus recovecos habidos y por haber, que conducen, etapa por etapa, al destino final, consistente en primero lo que era lograr una candidatura y luego, eventualmente ganar el próximo año la presidencia de la República, pues sucede que al mero momento, cuando todo lo tuvo bien calculado y cuando atemperó el ambiente político que estaba hasta el punto de ebullición, supo decir no juego en la interna del PRI, porque al final, aparentemente perdiendo, obtuvo lo que en el fondo realmente quería.
Cierto, si alguien conoce a la perfección las reglas no escritas con las que siempre juega el PRI, es precisamente Manlio Fabio, por lo que a él no se le puede engañar ni tampoco él se autoengañaría. Esto viene a colación porque nunca ignoró que su partido al llegar el momento de definir la candidatura a la Presidencia de la República, él quedaría fuera de esa posibilidad, ya que el candidato desde cinco años atrás estaba perfectamente definido, y no sería otro más que Enrique Peña Nieto. También sabía que tal designación sería mediante el clásico dedazo y no por métodos competitivos o democráticos, porque esto último jamás ha existido en su partido ni tampoco les es funcional.
Sí, Manlio Fabio no desconocía que desde cinco años atrás Peña Nieto había sido elegido para ser el candidato presidencial en el 2012, ya que los grupos de interés y estrategas priistas, entre ellos el ex presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, consideraron que para regresar al poder, primero tenían que posicionar a un sólo prospecto, fuera quien fuera, el que habría de servir, entre otros objetivos, como el elemento unificador priista, en el que se concentraría toda la difusión y la movilidad política de ese partido, de tal forma que aunque los priistas incómodamente se sintieran como dentro de una camisa de fuerza, sólo así evitarían dispersarse inútilmente entre ellos. Por eso es que, en torno a Peña Nieto, han utilizado sin límite alguno excesos de recursos económicos, encuestas favorecedoras para posicionar su imagen, propaganda, televisión, radio, prensa escrita y demás medios de publicidad, el caso es mantenerlo, dizque, muy fortalecido ante la opinión pública, aunque en el fondo todo sea irreal como telenovela.
Manlio Fabio sabe que sólo en apariencia y a valores entendidos pudo simular ir en contra de esa decisión que con anterioridad tomó su partido, sin estirar demasiado la liga para que los efectos no se le fueran a revertir, porque conoce que al interior del PRI las reglas del juego son muy rígidas, tanto es así que siempre los ponen en el dilema de someterse por voluntad propia o correr el riesgo de ser excluido del priismo, o si se quiere en términos más claros, “la tragan o la derraman”, porque en el PRI no hay medias tintas ni márgenes de nada, y menos el querer competir mediante los jueguitos de la democracia, porque en este partido esto no tiene cabida al sentirlo como si fuera veneno mortal.
Ante lo irremediable, con destreza magistral, entonces decide construir sigilosamente su propio juego, con diversas cartas ocultas bajo la manga.
En este sentido, las estrategias políticas de Manlio Fabio fueron mostrarse ante la opinión pública siempre interesado en continuar en todo momento por disputar la candidatura priista a la Presidencia de la República, a pesar de que nunca pasó de un diez por ciento de preferencias electorales contra un supuesto ochenta y tantos por ciento de Peña Nieto. Hizo la escaramuza con algunos simulados debates sostenidos con su adversario, a quien en todo momento trató con tal cortesía y de manera tan tersa, que más bien parecía que era su gran promotor de campaña.
Sin embargo, categórico aseguró, hasta en la víspera de su declinación, que no se bajaría de esa contienda interna, y creo que más tardó en decirlo que en hacerlo. Dizque se quejó de la convocatoria del PRI para registro de candidatos, porque su líder, Humberto Moreira, como ya es su costumbre, dolosamente en lo oscurito la mutiló en aquella parte que supuestamente evitaba la “cargada” a favor de su contendiente, cuando la verdad es que Manlio Fabio lejos de sentirse agraviado por ello, evidenció que tarde se le hacía para estar en primera fila en el acto definitorio de apoyo a Peña Nieto y con ello hizo honor a esa criticada cargada, como vieja práctica priista, donde, incluso, sus correligionarios lo aclamaron por su presencia y por posar junto a su vencedor Peña Nieto.
Pero lo cierto es que con todo ello, y dada su habilidad política, bien que les vendió la idea de que la unidad al interior del PRI dependió él, al haber declinado a sus aspiraciones para cederle el paso a Peña Nieto como único candidato, lo cual propició que le reconocieran el hecho de que gracias a él desapareció el amenazante fantasma de división que flotaba en el ambiente priista.
Sí, de esa forma Manlio Fabio logró ese primer objetivo, que en lo sucesivo le permitirá manejar varias cartas, ya que a pesar de no haber sido competitivo al interior de su partido porque nunca rebasó los diez puntos porcentuales en preferencias electorales, aún así obtuvo, como se ha señalado, lo que quería, que era el quedar bien posicionado como segundo de a bordo de Peña Nieto, quizá para estar listo ante la ocurrencia de alguna eventualidad que cambie las circunstancias que rigen el panorama político, ahora si que como un posible candidato emergente, porque él mejor que nadie sabe que en política no hay nada seguro, ni mucho menos nada está escrito.
Luego entonces, ahí está Manlio Fabio Beltrones, como un viejo lobo de mar, que generó gran expectación, fortalecido y además dispuesto a cobrar a futuro las facturas que hoy le adeudan los priistas, probablemente pensando, desde su lógica, en volver a ser el líder de la Cámara de Diputados, presidente de su partido y si se quiere, haciendo sus cuentas alegres, en ser Secretario de Gobernación, y también, porque no, con la mira muy bien puesta en el 2018, donde es posible que se encontrará con Marcelo Ebrard. Lo veremos.
Pálida tinta: Al aparecer las viejas matracas y los incautos acarreados, así como los mismos líderes corporativistas, que como en antaño ofrecían en sus huecos discursos los millones y millones de votos al ungido, hoy también lo hicieron igual con Enrique Peña Nieto, lo cual significa que estamos ante una señal inequívoca de que en el PRI regresaron al pasado y con ello nos despertaron y vimos con asombro que el dinosaurio ciertamente no se había ido, ¿estaba ahí?
Como los piratas que en antaño conocían todas las rutas de los mares, y que por virtud de esa condición sabían por donde habrían de navegar los barcos que serían presas de múltiples asaltos, así el priista Manlio Fabio Beltrones, actual Senador de la República, al ser un experimentadísimo político, que conoce perfectamente, como carta de navegación o como la palma de su mano todos los posibles escenarios y caminos con todo y sus recovecos habidos y por haber, que conducen, etapa por etapa, al destino final, consistente en primero lo que era lograr una candidatura y luego, eventualmente ganar el próximo año la presidencia de la República, pues sucede que al mero momento, cuando todo lo tuvo bien calculado y cuando atemperó el ambiente político que estaba hasta el punto de ebullición, supo decir no juego en la interna del PRI, porque al final, aparentemente perdiendo, obtuvo lo que en el fondo realmente quería.
Cierto, si alguien conoce a la perfección las reglas no escritas con las que siempre juega el PRI, es precisamente Manlio Fabio, por lo que a él no se le puede engañar ni tampoco él se autoengañaría. Esto viene a colación porque nunca ignoró que su partido al llegar el momento de definir la candidatura a la Presidencia de la República, él quedaría fuera de esa posibilidad, ya que el candidato desde cinco años atrás estaba perfectamente definido, y no sería otro más que Enrique Peña Nieto. También sabía que tal designación sería mediante el clásico dedazo y no por métodos competitivos o democráticos, porque esto último jamás ha existido en su partido ni tampoco les es funcional.
Sí, Manlio Fabio no desconocía que desde cinco años atrás Peña Nieto había sido elegido para ser el candidato presidencial en el 2012, ya que los grupos de interés y estrategas priistas, entre ellos el ex presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, consideraron que para regresar al poder, primero tenían que posicionar a un sólo prospecto, fuera quien fuera, el que habría de servir, entre otros objetivos, como el elemento unificador priista, en el que se concentraría toda la difusión y la movilidad política de ese partido, de tal forma que aunque los priistas incómodamente se sintieran como dentro de una camisa de fuerza, sólo así evitarían dispersarse inútilmente entre ellos. Por eso es que, en torno a Peña Nieto, han utilizado sin límite alguno excesos de recursos económicos, encuestas favorecedoras para posicionar su imagen, propaganda, televisión, radio, prensa escrita y demás medios de publicidad, el caso es mantenerlo, dizque, muy fortalecido ante la opinión pública, aunque en el fondo todo sea irreal como telenovela.
Manlio Fabio sabe que sólo en apariencia y a valores entendidos pudo simular ir en contra de esa decisión que con anterioridad tomó su partido, sin estirar demasiado la liga para que los efectos no se le fueran a revertir, porque conoce que al interior del PRI las reglas del juego son muy rígidas, tanto es así que siempre los ponen en el dilema de someterse por voluntad propia o correr el riesgo de ser excluido del priismo, o si se quiere en términos más claros, “la tragan o la derraman”, porque en el PRI no hay medias tintas ni márgenes de nada, y menos el querer competir mediante los jueguitos de la democracia, porque en este partido esto no tiene cabida al sentirlo como si fuera veneno mortal.
Ante lo irremediable, con destreza magistral, entonces decide construir sigilosamente su propio juego, con diversas cartas ocultas bajo la manga.
En este sentido, las estrategias políticas de Manlio Fabio fueron mostrarse ante la opinión pública siempre interesado en continuar en todo momento por disputar la candidatura priista a la Presidencia de la República, a pesar de que nunca pasó de un diez por ciento de preferencias electorales contra un supuesto ochenta y tantos por ciento de Peña Nieto. Hizo la escaramuza con algunos simulados debates sostenidos con su adversario, a quien en todo momento trató con tal cortesía y de manera tan tersa, que más bien parecía que era su gran promotor de campaña.
Sin embargo, categórico aseguró, hasta en la víspera de su declinación, que no se bajaría de esa contienda interna, y creo que más tardó en decirlo que en hacerlo. Dizque se quejó de la convocatoria del PRI para registro de candidatos, porque su líder, Humberto Moreira, como ya es su costumbre, dolosamente en lo oscurito la mutiló en aquella parte que supuestamente evitaba la “cargada” a favor de su contendiente, cuando la verdad es que Manlio Fabio lejos de sentirse agraviado por ello, evidenció que tarde se le hacía para estar en primera fila en el acto definitorio de apoyo a Peña Nieto y con ello hizo honor a esa criticada cargada, como vieja práctica priista, donde, incluso, sus correligionarios lo aclamaron por su presencia y por posar junto a su vencedor Peña Nieto.
Pero lo cierto es que con todo ello, y dada su habilidad política, bien que les vendió la idea de que la unidad al interior del PRI dependió él, al haber declinado a sus aspiraciones para cederle el paso a Peña Nieto como único candidato, lo cual propició que le reconocieran el hecho de que gracias a él desapareció el amenazante fantasma de división que flotaba en el ambiente priista.
Sí, de esa forma Manlio Fabio logró ese primer objetivo, que en lo sucesivo le permitirá manejar varias cartas, ya que a pesar de no haber sido competitivo al interior de su partido porque nunca rebasó los diez puntos porcentuales en preferencias electorales, aún así obtuvo, como se ha señalado, lo que quería, que era el quedar bien posicionado como segundo de a bordo de Peña Nieto, quizá para estar listo ante la ocurrencia de alguna eventualidad que cambie las circunstancias que rigen el panorama político, ahora si que como un posible candidato emergente, porque él mejor que nadie sabe que en política no hay nada seguro, ni mucho menos nada está escrito.
Luego entonces, ahí está Manlio Fabio Beltrones, como un viejo lobo de mar, que generó gran expectación, fortalecido y además dispuesto a cobrar a futuro las facturas que hoy le adeudan los priistas, probablemente pensando, desde su lógica, en volver a ser el líder de la Cámara de Diputados, presidente de su partido y si se quiere, haciendo sus cuentas alegres, en ser Secretario de Gobernación, y también, porque no, con la mira muy bien puesta en el 2018, donde es posible que se encontrará con Marcelo Ebrard. Lo veremos.
Pálida tinta: Al aparecer las viejas matracas y los incautos acarreados, así como los mismos líderes corporativistas, que como en antaño ofrecían en sus huecos discursos los millones y millones de votos al ungido, hoy también lo hicieron igual con Enrique Peña Nieto, lo cual significa que estamos ante una señal inequívoca de que en el PRI regresaron al pasado y con ello nos despertaron y vimos con asombro que el dinosaurio ciertamente no se había ido, ¿estaba ahí?
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