Aguirre Rivero, huérfano

Francisco Rodríguez / Índice Político

La candidatura dizque perredista de Ángel Heladio Aguirre Rivero al gobierno de Guerrero fue hija de un avenimiento entre Marcelo Ebrard y Enrique Peña Nieto. A ambos convenía ese matrimonio político que dio a luz a una aberración: que el acusado de matar y/o mandar a matar a militantes del sol azteca fuese postulado por el PRD.

A Ebrard, quien echó toda la carne, los recursos de los capitalinos y los programas asistenciales que se aplican en el DF, porque creía que así sumaría puntos favorables para obtener la candidatura presidencial que finalmente siempre tuvo en la bolsa Andrés Manuel López Obrador. A Peña Nieto, porque así desplazaba a uno de los alfiles de Manlio Fabio Beltrones, el alcalde acapulqueño Manuel Añorve.

Por conveniencias personales, pues, fue entonces que ambos respaldaron una candidatura que el PRI había rechazado por impresentable.

Mas los tiempos cambian las circunstancias. Y hoy, tras la catástrofe social y política que se vive en Guerrero, tanto Ebrard como Peña Nieto han comenzado a deslindarse de su pésima decisión… a la que, de última hora, se sumó Felipe Calderón.

Aguirre Rivero ha quedado huérfano. Perdió ya a sus progenitores.

Lo extraño es que debió haber quedado en la orfandad desde tiempo atrás. Justo a partir de que se diera a la publicidad su debilidad de carácter frente a los licores y los juegos de apuesta, a los que dedica más tiempo que a los asuntos públicos… por los que siempre llega tarde a sus compromisos y, además, de un humor de los mil diablos “por la cruda”.

Tarde y mal, pues Ebrard y Peña Nieto debieron desembarazarse de su creatura cuando también se hizo público que 37 familiares directos de Aguirre Rivero –sí, faltan sólo tres para que sean “Los Cuarenta Ladrones”– maman de la ubre pública en cargos y encargos para los que evidentemente no están mínimamente capacitados. Es la rapiña de hermanos, hijos, tíos, sobrinos, cuñadas y cuñados del gobernador pintado de amarillo pálido sobre el erario.

El tardío deslinde de Ebrard y de Peña Nieto se da mucho después de que se conocieron las acusaciones del ex gobernador Zeferino Torreblanca en el sentido de que la muy amplia parentela de Aguirre emplea las aeronaves propiedad de la administración pública guerrerense cual si fuese la flota familiar, para paseos y traslados a sus propiedades. Y es que, si son “aviadores”, ¿por qué no deberían tener esos costosos equipos para volar sobre las nóminas de la administración local?

El jefe de gobierno Ebrard y el ex gobernador mexiquense Peña Nieto debieron abandonar a Aguirre justo cuando permitió la intromisión de las fuerzas federales en la entidad, debido al abandono de su tarea de brindar seguridad a los guerrerenses.

Era cuestión de tiempo. Nada más. Pero entre más transcurrió, peor ha sido el costo político que ya están pagando los padres del engendro Aguirre Rivero.

Y antes de que la catástrofe sea mayor, Peña y Ebrard han soltado las amarras que aún les unían a este navío en vías de naufragio y, demandando “una investigación rápida y profunda” o “que aclare la Procuraduría General de la República” lo que haya que dilucidar por el artero asesinato de dos jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, navegan ahora hacia aguas menos procelosas. Dejar solo a Aguirre Rivero no es cobardía. Es mera precaución.

Porque Aguirre Rivero, ya está escrito, no va a concluir su gestión como mandatario guerrerense.

No basta con los despidos de su procurador ni del intendente estatal de policía y del segundo de a bordo de éste. Tampoco nada se solucionaría si pone de patitas en la calle a su secretario de gobierno, al subsecretario del ramo y al director de esa área, encargados de dar seguimiento a las demandas de los siempre marginados normalistas. ¿Y la siempre escondida titular de Eduación Pública quien espera que a su escritorio lleguen los problemas?

La cabeza que debe caer es la de Ángel Heladio Aguirre, quien en menos de diez meses ha demostrado que le interesa más la fiesta que gobernar a una de las entidades más pobres del país. Que privilegia a sus familiares por sobre aquellos que tienen capacidades, emoción social y voluntad de servir. Que ha tomado a las arcas públicas como botín personal y familiar…

Por eso Peña y Ebrard ya lo dejaron huérfano. Sin protección.

Y por tal fue que adoptaron el clásico “más vale decir aquí corrió… que aquí murió”.

Aguirre, en cambio, es quien va a morir solo.

Índice Flamígero: De risa loca, ridículo, el enfrentamiento, ahora, entre policías federales y estatales guerrerenses para dilucidar qué corporación va a cargar con los cadáveres de los estudiantes asesinados en la Autopista del Sol.

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