2012: Nuevos códigos

Raymundo Riva Palacio

En unos cuantos días cambiaron muchas cosas que pasaron a todos, fuera del centro de decisiones en el PAN y el PRI, desapercibidas. Tanto, que la reflexión sobre lo sucedido esta semana con sus aspirantes y dirigentes fue planteada desde un marco de referencia que ya no sirve para entender lo que sucede. ¿Basta registrar sólo que al delfín presidencial le falta potencia para despegar? ¿Es suficiente anotar que la salida del líder del PRI fue una quita de lastre para el inminente candidato presidencial? La observación es correcta, pero superficial.

En cinco días, las dos principales fuerzas políticas mostraron una desconocida capacidad de ajuste y reinvención, dispuestos a romper paradigmas que parecían inquebrantables. Refleja una curva de aprendizaje que muchos afuera de esos círculos –incluido quien esto escribe- no sólo descartaban, sino que parecía inconcebible, que obliga a modificar las categorías de análisis vigentes para entender los nuevos referentes en los que se están moviendo.

El PAN tuvo un conclave el lunes pasado cuyos resultados no han sido debidamente evaluados. El dirigente nacional invitó a aspirantes a la Presidencia y jefes de sus grupos políticos a revisar las encuestas donde la población, no los militantes panistas, muestran una marcada preferencia por Josefina Vázquez Mota, y les dieron a conocer el estudio de una empresa de Estados Unidos que les dijo que las percepciones en Washington coinciden en que no verían mal a una mujer como Presidente.

No le gustó al delfín Ernesto Cordero, pero se impuso la lógica de que en función de los intereses del PAN que son mantenerse en el poder, negociaran una encuesta para eliminar a uno de los tres contendientes, a sabiendas que si eso se hiciera, la persona que tiene más probabilidades de ser eliminada hoy es Cordero.

En ese cónclave tomó fuerza la idea que si bien la candidatura se resolverá con una votación de militantes, no podía ignorarse la opinión pública sobre sus aspirantes, y debía ser incorporada como una variable para determinar a su abanderado a la brevedad posible para achicar la ventaja que les llevan el PRI y la izquierda que tienen definido su candidato. Cordero, con el respaldo de Los Pinos, puede ser el candidato que emane de la votación de militantes panistas, ¿pero le alcanza ese voto duro para mantener la Presidencia? Como se demostró en las encuestas de mitad de la semana: no.

El cambio de paradigma en el PAN coincidió con el cambio de paradigma en el PRI. Las cúpulas obligaron a Humberto Moreira a renunciar, y se amputaron la pierna enferma. Eso no fue la novedad, sino el proceso de ajuste. Si no hay una nueva ruptura interna, el nuevo líder será el senador Pedro Joaquín Coldwell, quien no pertenece al grupo de Peña Nieto, sino al establo de Manlio Fabio Beltrones, afectado por la manipulación de la convocatoria de registro como precandidato.

En la víspera, el PRI había sido tomado por Peña Nieto, pero tras la dimisión de Moreira el avasallamiento mexiquense se convirtió en un trabajo de reconstrucción de alianzas. Peña Nieto llevaba años en la edificación de un poder centralizado en el PRI, y en cuestión de días, renació incluyente, aún con sus rivales más enconados. Fue un paso hacia atrás para avanzar dos, con un PRI que crujía y se fracturaba, y con una señal a todos los grupos que no serán marginados.

El PRI quiere eliminar el gen de la discordia que los llevó a la derrota en 2000 y 2006, y movió sus coordenadas para alinear a todos en la misma dirección. Como el PAN, leyó lo que pasa afuera de su castillo y ajustó. Los dos partidos admiten con sus acciones que la sociedad es la que los obliga a cambiar, que hay factores que no controlan pero que los afectan, y que lo que tienen no es suficiente ni para ganar, ni para gobernar. Ceder y sacrificar, que antes no hacían, parece marcarlos ahora en busca de la Presidencia. Este giro, hay que decir, a todos nos viene muy bien.

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