Importación creciente
Otra guerra perdida
Carlos Fernández-Vega / México SA
Siguen las malas noticias para los estómagos y bolsillos de los mexicanos, pues todo apunta a que los precios de los alimentos seguirán elevados y volátiles por el aumento de la demanda de los consumidores en los países con economías en rápido crecimiento, por la población en continua alza, y por la expansión de los biocombustibles, hacia donde se desvían crecientes volúmenes de algunos alimentos básicos, de tal suerte que el sistema alimentario se verá sometido a demandas adicionales.
En el lado de la oferta se plantean desafíos debido a la creciente escasez de los recursos naturales en algunas regiones y a la disminución de las tasas de crecimiento de los rendimientos de productos básicos. La volatilidad de los precios de los alimentos podría incrementarse debido a los vínculos más estrechos entre los mercados agrícolas y energéticos, así como a la mayor frecuencia de las perturbaciones causadas por fenómenos meteorológicos.
Como se mencionó días atrás en este espacio, alrededor de la mitad de los alimentos consumidos por los mexicanos provienen del exterior. En 2006 los precios en este renglón registraron severas alzas, lo que sorprendió a muchos y suscitó una mayor preocupación sobre la capacidad de la economía alimentaria mundial para proporcionar alimentos suficientes a miles de millones de personas, ahora y en el futuro. Aunque los distintos observadores atribuyen diferentes grados de importancia a las diversas causas, existe un consenso relativamente sólido acerca de que múltiples factores influyeron en el aumento de los precios que comenzó en 2003, explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Entre esos factores destacan las políticas dirigidas a promover la utilización de biocombustibles (aranceles, subvenciones y niveles de uso obligatorios) que elevaron la demanda de maíz y aceites vegetales; la depreciación del dólar estadunidense; el incremento de los costos de producción y de transporte como consecuencia del aumento de los precios del petróleo y los fertilizantes; el crecimiento más lento del rendimiento (y la producción) de cereales, especialmente arroz y trigo, durante los últimos 20 años debido a la baja inversión en los tres decenios anteriores.
La FAO indica que en cuanto a precios se refiere, numerosos modelos de proyección a largo y mediano plazos sugieren que los precios de los productos alimenticios básicos seguirán siendo relativamente elevados durante el próximo decenio. En sus Perspectivas agrícolas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la propia FAO prevén que los precios mundiales del arroz, trigo, maíz y semillas oleaginosas en el lustro comprendido entre 2015-16 y 2019-20 serán 40, 27, y 48 y 36 por ciento superiores en términos reales, respectivamente, en comparación con el lustro de 1998-99 a 2002-03.
Se prevé un aumento general de los precios, debido a que el crecimiento constante de la población y de la economía ejercerán una presión alcista sobre la demanda, así como la mayor utilización prevista de biocombustibles como consecuencia de las políticas en la materia y del precio del petróleo. En el lado de la oferta, si los precios del petróleo siguen aumentando, los costos de producción agrícola se incrementarán, lo cual contribuirá al encarecimiento de los alimentos. Las limitaciones de recursos naturales, y sobre todo el cambio climático y la escasez de tierras productivas y agua disponible en algunas regiones, plantean importantes retos para la producción de alimentos a precios asequibles. Un aspecto más positivo es que todavía existe un potencial considerable para aumentar la productividad de los cultivos mediante nuevas tecnologías y la mejora de la extensión, así como para reducir las pérdidas en la cadena productiva. Sin embargo, estos beneficios no se materializarán sin una mayor inversión. También es posible la expansión de las tierras cultivables en África, Asia central, América Latina y Ucrania pero, una vez más, ello dependerá de una inversión adecuada. Por otra parte, la expansión de las tierras puede tener consecuencias ambientales negativas.
También hay argumentos convincentes que sugieren que, además de ser más elevados, los precios de los productos alimenticios básicos serán más volátiles en el futuro. Si aumenta la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, las crisis de producción serán más frecuentes, lo cual contribuirá a que los precios sean más volátiles. Además, las políticas en materia de biocombustibles han establecido nuevos vínculos entre el precio del petróleo y el de los productos alimenticios básicos.
Al aumentar los precios del petróleo se incrementará la demanda de biocombustibles, lo cual encarecerá los alimentos, y lo contrario cuando disminuyan los precios del petróleo. Debido a que los precios mundiales del petróleo han sido históricamente más volátiles que los de los productos alimenticios, el mercado mundial de alimentos puede también experimentar mayor volatilidad. La mayor participación en los mercados financieros (por ejemplo, por medio de fondos de pensiones) en los que se comercia con fondos indicadores de productos básicos podría conducir también a un aumento de la volatilidad, aunque esta cuestión se ha debatido acaloradamente sin que se haya llegado a un consenso claro al respecto.
Es probable que la inestabilidad de los precios de los alimentos básicos tenga mayores efectos negativos que la de los precios de otros productos básicos agrícolas, pues los primeros son importantes tanto para los agricultores pobres como para los consumidores pobres. Desde la óptica de los consumidores, los alimentos básicos representan una gran proporción del gasto de los pobres. Desde la de los productores, se trata de los cultivos que más se plantan en los países en desarrollo, especialmente en las pequeñas explotaciones, puntualiza la FAO.
Las rebanadas del pastel
Otra guerra que el inquilino de Los Pinos dice que va ganando es la del reparto equitativo del ingreso y la riqueza. Sin embargo, el PNUD advierte que en sólo un año México perdió 23 por ciento en su nivel de desarrollo humano, al retroceder 15 lugares en la distribución de la riqueza. La desigualdad sigue siendo una constante, un gran reto y una gran cicatriz para México y América Latina y el Caribe. La región es una de las más desiguales del planeta y México no es la excepción a esa regla (La Jornada, Susana González). Es terrible, pero el micrófono oficial mantiene la cantaleta de que todo camina de maravilla.
Otra guerra perdida
Carlos Fernández-Vega / México SA
Siguen las malas noticias para los estómagos y bolsillos de los mexicanos, pues todo apunta a que los precios de los alimentos seguirán elevados y volátiles por el aumento de la demanda de los consumidores en los países con economías en rápido crecimiento, por la población en continua alza, y por la expansión de los biocombustibles, hacia donde se desvían crecientes volúmenes de algunos alimentos básicos, de tal suerte que el sistema alimentario se verá sometido a demandas adicionales.
En el lado de la oferta se plantean desafíos debido a la creciente escasez de los recursos naturales en algunas regiones y a la disminución de las tasas de crecimiento de los rendimientos de productos básicos. La volatilidad de los precios de los alimentos podría incrementarse debido a los vínculos más estrechos entre los mercados agrícolas y energéticos, así como a la mayor frecuencia de las perturbaciones causadas por fenómenos meteorológicos.
Como se mencionó días atrás en este espacio, alrededor de la mitad de los alimentos consumidos por los mexicanos provienen del exterior. En 2006 los precios en este renglón registraron severas alzas, lo que sorprendió a muchos y suscitó una mayor preocupación sobre la capacidad de la economía alimentaria mundial para proporcionar alimentos suficientes a miles de millones de personas, ahora y en el futuro. Aunque los distintos observadores atribuyen diferentes grados de importancia a las diversas causas, existe un consenso relativamente sólido acerca de que múltiples factores influyeron en el aumento de los precios que comenzó en 2003, explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Entre esos factores destacan las políticas dirigidas a promover la utilización de biocombustibles (aranceles, subvenciones y niveles de uso obligatorios) que elevaron la demanda de maíz y aceites vegetales; la depreciación del dólar estadunidense; el incremento de los costos de producción y de transporte como consecuencia del aumento de los precios del petróleo y los fertilizantes; el crecimiento más lento del rendimiento (y la producción) de cereales, especialmente arroz y trigo, durante los últimos 20 años debido a la baja inversión en los tres decenios anteriores.
La FAO indica que en cuanto a precios se refiere, numerosos modelos de proyección a largo y mediano plazos sugieren que los precios de los productos alimenticios básicos seguirán siendo relativamente elevados durante el próximo decenio. En sus Perspectivas agrícolas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la propia FAO prevén que los precios mundiales del arroz, trigo, maíz y semillas oleaginosas en el lustro comprendido entre 2015-16 y 2019-20 serán 40, 27, y 48 y 36 por ciento superiores en términos reales, respectivamente, en comparación con el lustro de 1998-99 a 2002-03.
Se prevé un aumento general de los precios, debido a que el crecimiento constante de la población y de la economía ejercerán una presión alcista sobre la demanda, así como la mayor utilización prevista de biocombustibles como consecuencia de las políticas en la materia y del precio del petróleo. En el lado de la oferta, si los precios del petróleo siguen aumentando, los costos de producción agrícola se incrementarán, lo cual contribuirá al encarecimiento de los alimentos. Las limitaciones de recursos naturales, y sobre todo el cambio climático y la escasez de tierras productivas y agua disponible en algunas regiones, plantean importantes retos para la producción de alimentos a precios asequibles. Un aspecto más positivo es que todavía existe un potencial considerable para aumentar la productividad de los cultivos mediante nuevas tecnologías y la mejora de la extensión, así como para reducir las pérdidas en la cadena productiva. Sin embargo, estos beneficios no se materializarán sin una mayor inversión. También es posible la expansión de las tierras cultivables en África, Asia central, América Latina y Ucrania pero, una vez más, ello dependerá de una inversión adecuada. Por otra parte, la expansión de las tierras puede tener consecuencias ambientales negativas.
También hay argumentos convincentes que sugieren que, además de ser más elevados, los precios de los productos alimenticios básicos serán más volátiles en el futuro. Si aumenta la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, las crisis de producción serán más frecuentes, lo cual contribuirá a que los precios sean más volátiles. Además, las políticas en materia de biocombustibles han establecido nuevos vínculos entre el precio del petróleo y el de los productos alimenticios básicos.
Al aumentar los precios del petróleo se incrementará la demanda de biocombustibles, lo cual encarecerá los alimentos, y lo contrario cuando disminuyan los precios del petróleo. Debido a que los precios mundiales del petróleo han sido históricamente más volátiles que los de los productos alimenticios, el mercado mundial de alimentos puede también experimentar mayor volatilidad. La mayor participación en los mercados financieros (por ejemplo, por medio de fondos de pensiones) en los que se comercia con fondos indicadores de productos básicos podría conducir también a un aumento de la volatilidad, aunque esta cuestión se ha debatido acaloradamente sin que se haya llegado a un consenso claro al respecto.
Es probable que la inestabilidad de los precios de los alimentos básicos tenga mayores efectos negativos que la de los precios de otros productos básicos agrícolas, pues los primeros son importantes tanto para los agricultores pobres como para los consumidores pobres. Desde la óptica de los consumidores, los alimentos básicos representan una gran proporción del gasto de los pobres. Desde la de los productores, se trata de los cultivos que más se plantan en los países en desarrollo, especialmente en las pequeñas explotaciones, puntualiza la FAO.
Las rebanadas del pastel
Otra guerra que el inquilino de Los Pinos dice que va ganando es la del reparto equitativo del ingreso y la riqueza. Sin embargo, el PNUD advierte que en sólo un año México perdió 23 por ciento en su nivel de desarrollo humano, al retroceder 15 lugares en la distribución de la riqueza. La desigualdad sigue siendo una constante, un gran reto y una gran cicatriz para México y América Latina y el Caribe. La región es una de las más desiguales del planeta y México no es la excepción a esa regla (La Jornada, Susana González). Es terrible, pero el micrófono oficial mantiene la cantaleta de que todo camina de maravilla.
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