De picudos y realidades
SCJN avala la calumnia
Carlos Fernández-Vega / México SA
Parece que los más picudos (Calderón dixit) entre los banqueros, analistas financieros y empresarios no comparten el entusiasmo del inquilino de Los Pinos por estar, según dijo, en la ruta correcta para que en 2012 sigamos con una economía más fuerte, más sólida, que avance por la senda del crecimiento y del empleo para las familias mexicanas que tanto queremos. Apenas unas horas después de que el susodicho hiciera pública su felicidad, el tipo de cambio peso-dólar se desplomó al nivel más bajo en 32 meses, caída que se profundizó a lo largo de la jornada cambiaria del miércoles, cuando el mercado bursátil reportaba un descenso cercano a 2 por ciento y el propio gobierno federal reconocía una reducción de 14 por ciento en el monto de inversión extranjera, entre otras gracias.
Como se mencionó ayer en este espacio, el inquilino de Los Pinos celebró que en el tercer trimestre de 2011 la economía mexicana creció 4.5 por ciento a tasa anual, es decir, un uno por ciento arriba de lo que se estaba previendo, aunque 30 por ciento por debajo de lo registrado en el periodo enero-septiembre de 2010. Lo anterior motivó el sesudo comentario de quien confunde más con menos: para que se den una idea, los bancos, los analistas financieros, los empresarios más picudos, más destacados, todo mundo, decía que la economía nacional iba a crecer 3.5 por ciento anual en el tercer trimestre, con lo cual, a lo que insistimos, hasta ahorita la economía mexicana con todo y los líos que hay a nivel internacional está creciendo al 4 por ciento en lo que va del año, y esperemos cerrar, por lo menos, en esa cifra, o lo que es lo mismo, según él, la ruta correcta para que en 2012 sigamos con una economía más fuerte, más sólida (etcétera). En los hechos, tal fortaleza y solidez se traduce en una tasa anual promedio del crecimiento de 1.5 por ciento en cinco años.
Tal vez por eso los picudos no coinciden con la felicidad oficial, y están más atentos a hechos contundentes, como la sacudida bursátil europea, la profunda crisis de la deuda en aquella región, la ostentosa debilidad del vecino del norte, motor de la economía mexicana, y el estancamiento interno. Si esos picudos alguna vez creyeron en los pronósticos del inquilino de Los Pinos, la tesis oficial del catarrito y sus terribles consecuencias los ubicaron en la exacta dimensión del régimen calderonista, el cual no deja de jugar a ser el único país de las maravillas dentro de una caótica comunidad de naciones.
Y en ese contexto de felicidad, el tipo de cambio de la moneda mexicana frente a la estadunidense se dejó caer. El martes, como bien reportó La Jornada (Roberto González Amador), el valor del peso frente al dólar cayó al nivel más bajo en 32 meses, en un momento en que las empresas con operaciones en el exterior preparan sus pagos en divisas por cierre de ejercicio, el tipo de cambio superó 14 unidades por dólar, nivel no visto desde marzo de 2009, en plena recesión económica. La jornada de ayer, caracterizada por la volatilidad en el tipo de cambio, reflejó el aumento de la inestabilidad financiera en Europa, el resurgimiento de la tensión política en Estados Unidos por la falta de señales sobre la reducción del déficit público y, sobre todo, dejó en claro que la crisis financiera no es algo que ocurre en otro continente, sino que afecta de manera directa a empresas, familias y gobierno.
Desde que estalló la crisis en el otoño de 2008 el peso se ha devaluado 24.3 por ciento frente al dólar, una de las depreciaciones más significativas entre las divisas de países en desarrollo y que, en una proporción incluso mayor, ha aumentado el costo de las empresas públicas y privadas que adquieren insumos en el exterior o pagan intereses por su deuda externa. Para las familias, la depreciación del peso tiene efecto en el costo de alimentos importados, por pagar vacaciones en el exterior, colegiaturas o servicios médicos (ídem). Pues bien, lo que sucedió el martes se profundizó el miércoles, y de 14.02 pesos por dólar la cotización se incrementó a 14.27, de tal suerte que la depreciación acumulada en el feliz sexenio calderonista supera el 30 por ciento.
Pero no sólo el tipo de cambio con el dólar estadunidense. De un día para el otro, la cotización del euro se incrementó 6.4 por ciento, y ayer la moneda comunitaria se vendió a 19.48 pesos; lo mismo con la libra esterlina: 6.4 por ciento de avance, para venderse a 22.68 pesos, y 6.6 por ciento en el caso del dólar canadiense (a 13.96). Es común que este tipo de movimientos cambiarios provoquen compras de pánico entre los sempiternamente apesadumbrados clasemedieros, quienes siempre llegan tarde: compran billetes verdes al precio más elevado, y poco después, por su propia circunstancia económica, se ven obligados a vender al precio más bajo. Así, favor de abstenerse, porque la especulación es un gran negocio para quienes están en la jugada, y de cualquier suerte pasan la factura al resto de los mexicanos.
A 14.27 pesos por dólar, y contando, en un país en que todo se cotiza en billetes verdes. Pero no siempre fue así, porque casi dos siglos atrás y durante 54 años (datos históricos del Inegi) el tipo de cambio peso-dólar favoreció al primero, es decir, se requerían más billetes verdes para comprar un peso mexicano. Aunque parezca mentira, este acontecimiento se registró entre 1821 y 1875, cuando por cada dólar se pagaban entre 93 y 98 centavos de peso. A partir de la última fecha referida, con Sebastián Lerdo de Tejada en la Presidencia, se empató el tipo de cambio (uno por uno) y de allí en adelante nunca más los mexicanos pudieron adquirir en igualdad de circunstancias. Por el contrario, pasó de uno por uno a 14 mil 250 por uno, y contando.
Pero en Los Pinos dicen que vamos por el rumbo correcto, y celebran que crecer menos es sinónimo de una economía más fuerte, más sólida, que avance por la senda del crecimiento y del empleo para las familias mexicanas que tanto queremos.
Las rebanadas del pastel
Lamentable, por decirlo suave, la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al negar el amparo solicitado por La Jornada en contra de la sentencia que absolvió del delito de daño moral a Letras Libres. Como suscribimos los jornaleros, no consideramos jurídicamente válido, ni éticamente justificable, que se pretenda confundir la libertad de expresión con el cobijo de la justicia a quien calumnia, pero la mayoría de los ministros decidieron avalar la calumnia.
SCJN avala la calumnia
Carlos Fernández-Vega / México SA
Parece que los más picudos (Calderón dixit) entre los banqueros, analistas financieros y empresarios no comparten el entusiasmo del inquilino de Los Pinos por estar, según dijo, en la ruta correcta para que en 2012 sigamos con una economía más fuerte, más sólida, que avance por la senda del crecimiento y del empleo para las familias mexicanas que tanto queremos. Apenas unas horas después de que el susodicho hiciera pública su felicidad, el tipo de cambio peso-dólar se desplomó al nivel más bajo en 32 meses, caída que se profundizó a lo largo de la jornada cambiaria del miércoles, cuando el mercado bursátil reportaba un descenso cercano a 2 por ciento y el propio gobierno federal reconocía una reducción de 14 por ciento en el monto de inversión extranjera, entre otras gracias.
Como se mencionó ayer en este espacio, el inquilino de Los Pinos celebró que en el tercer trimestre de 2011 la economía mexicana creció 4.5 por ciento a tasa anual, es decir, un uno por ciento arriba de lo que se estaba previendo, aunque 30 por ciento por debajo de lo registrado en el periodo enero-septiembre de 2010. Lo anterior motivó el sesudo comentario de quien confunde más con menos: para que se den una idea, los bancos, los analistas financieros, los empresarios más picudos, más destacados, todo mundo, decía que la economía nacional iba a crecer 3.5 por ciento anual en el tercer trimestre, con lo cual, a lo que insistimos, hasta ahorita la economía mexicana con todo y los líos que hay a nivel internacional está creciendo al 4 por ciento en lo que va del año, y esperemos cerrar, por lo menos, en esa cifra, o lo que es lo mismo, según él, la ruta correcta para que en 2012 sigamos con una economía más fuerte, más sólida (etcétera). En los hechos, tal fortaleza y solidez se traduce en una tasa anual promedio del crecimiento de 1.5 por ciento en cinco años.
Tal vez por eso los picudos no coinciden con la felicidad oficial, y están más atentos a hechos contundentes, como la sacudida bursátil europea, la profunda crisis de la deuda en aquella región, la ostentosa debilidad del vecino del norte, motor de la economía mexicana, y el estancamiento interno. Si esos picudos alguna vez creyeron en los pronósticos del inquilino de Los Pinos, la tesis oficial del catarrito y sus terribles consecuencias los ubicaron en la exacta dimensión del régimen calderonista, el cual no deja de jugar a ser el único país de las maravillas dentro de una caótica comunidad de naciones.
Y en ese contexto de felicidad, el tipo de cambio de la moneda mexicana frente a la estadunidense se dejó caer. El martes, como bien reportó La Jornada (Roberto González Amador), el valor del peso frente al dólar cayó al nivel más bajo en 32 meses, en un momento en que las empresas con operaciones en el exterior preparan sus pagos en divisas por cierre de ejercicio, el tipo de cambio superó 14 unidades por dólar, nivel no visto desde marzo de 2009, en plena recesión económica. La jornada de ayer, caracterizada por la volatilidad en el tipo de cambio, reflejó el aumento de la inestabilidad financiera en Europa, el resurgimiento de la tensión política en Estados Unidos por la falta de señales sobre la reducción del déficit público y, sobre todo, dejó en claro que la crisis financiera no es algo que ocurre en otro continente, sino que afecta de manera directa a empresas, familias y gobierno.
Desde que estalló la crisis en el otoño de 2008 el peso se ha devaluado 24.3 por ciento frente al dólar, una de las depreciaciones más significativas entre las divisas de países en desarrollo y que, en una proporción incluso mayor, ha aumentado el costo de las empresas públicas y privadas que adquieren insumos en el exterior o pagan intereses por su deuda externa. Para las familias, la depreciación del peso tiene efecto en el costo de alimentos importados, por pagar vacaciones en el exterior, colegiaturas o servicios médicos (ídem). Pues bien, lo que sucedió el martes se profundizó el miércoles, y de 14.02 pesos por dólar la cotización se incrementó a 14.27, de tal suerte que la depreciación acumulada en el feliz sexenio calderonista supera el 30 por ciento.
Pero no sólo el tipo de cambio con el dólar estadunidense. De un día para el otro, la cotización del euro se incrementó 6.4 por ciento, y ayer la moneda comunitaria se vendió a 19.48 pesos; lo mismo con la libra esterlina: 6.4 por ciento de avance, para venderse a 22.68 pesos, y 6.6 por ciento en el caso del dólar canadiense (a 13.96). Es común que este tipo de movimientos cambiarios provoquen compras de pánico entre los sempiternamente apesadumbrados clasemedieros, quienes siempre llegan tarde: compran billetes verdes al precio más elevado, y poco después, por su propia circunstancia económica, se ven obligados a vender al precio más bajo. Así, favor de abstenerse, porque la especulación es un gran negocio para quienes están en la jugada, y de cualquier suerte pasan la factura al resto de los mexicanos.
A 14.27 pesos por dólar, y contando, en un país en que todo se cotiza en billetes verdes. Pero no siempre fue así, porque casi dos siglos atrás y durante 54 años (datos históricos del Inegi) el tipo de cambio peso-dólar favoreció al primero, es decir, se requerían más billetes verdes para comprar un peso mexicano. Aunque parezca mentira, este acontecimiento se registró entre 1821 y 1875, cuando por cada dólar se pagaban entre 93 y 98 centavos de peso. A partir de la última fecha referida, con Sebastián Lerdo de Tejada en la Presidencia, se empató el tipo de cambio (uno por uno) y de allí en adelante nunca más los mexicanos pudieron adquirir en igualdad de circunstancias. Por el contrario, pasó de uno por uno a 14 mil 250 por uno, y contando.
Pero en Los Pinos dicen que vamos por el rumbo correcto, y celebran que crecer menos es sinónimo de una economía más fuerte, más sólida, que avance por la senda del crecimiento y del empleo para las familias mexicanas que tanto queremos.
Las rebanadas del pastel
Lamentable, por decirlo suave, la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al negar el amparo solicitado por La Jornada en contra de la sentencia que absolvió del delito de daño moral a Letras Libres. Como suscribimos los jornaleros, no consideramos jurídicamente válido, ni éticamente justificable, que se pretenda confundir la libertad de expresión con el cobijo de la justicia a quien calumnia, pero la mayoría de los ministros decidieron avalar la calumnia.
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