Jacobo Zabludovsky / Bucareli
No podemos perder las esperanzas en el futuro de los pueblos y su cultura si un acontecimiento tan selecto como una exhibición de pinturas es noticia de interés general.
Ha sido la semana histórica del museo de pintura más rico del mundo. El martes se abrió la muestra “El Hermitage en el Prado”, después de una bienvenida de lujo a 179 obras maestras de la colección de San Petersburgo.
Miguel Zugaza, director del Prado, y Plácido Arango, presidente del Patronato, sentados entre cajas de embalaje, recibieron el tesoro ruso, formado por telas de Rembrandt, Matisse, Kandinsky, Durero, Veronés, Tiziano, Monet y otros pintores inmortales, para ubicarlos junto a los Velázquez, Goyas, Grecos. Los anfitriones verdaderos han bajado de sus paredes, salido de sus marcos y en un acto similar a la rendición de Breda, con una caravana respetuosa y digna ofrecen a los visitantes, no los vencidos del cuadro sino tan vencedores unos como otros, la llave de la casa. Los viejos residentes y los recién llegados se sentirán a gusto en una de las fiestas más divertidas del arte universal.
Evoco hoy, ante tantas maravillas, el fantasma de Rafael Alberti, oculto tal vez detrás de alguno de los cuadros que salvó de la destrucción en 1936. “El Museo del Prado cerró sus puertas al público a partir de los primeros bombardeos de Madrid por la aviación franquista, cuyas bombas lo habían alcanzado, cayendo precisamente algunas en la sala de Velázquez, aunque la gran mayoría de las obras ya había sido evacuada a los sótanos, no muy profundos, del Museo, que comenzó a ser la gran preocupación del Gobierno, de todo el Madrid intelectual y artístico que amaba y se enorgullecía de poseer una de las pinacotecas más ricas y asombrosas del mundo. También para la Alianza de Intelectuales Antifascistas, de la que yo era secretario con José Bergamín, el inmenso peligro que corría el museo era su mayor, su más permanente desvelo… Pero un atardecer de ese mismo mes de noviembre, María Teresa y yo, con un permiso del jefe del Gobierno, Francisco Largo Caballero, entramos en el Prado para iniciar, con un primer envío, el salvamento de las principalísimas obras que el Ministro de Bellas Artes de la República se proponía sacar de Madrid…
Nos recibieron dos milicianos armados. El gran museo estaba en soledad. En la sala de restauración nos aguardaba el subdirector del museo, con varios carpinteros y empleados, mostrándoles nuestra autorización del Ministerio para iniciar la evacuación de las obras. Allí pudimos ver, en la penumbra, Las Meninas, que poco tiempo después, con el Carlos V a caballo, nos mandaron a media noche a nuestra Alianza de Intelectuales para que nos encargásemos del envío. Dos inmensas cajas, sujetas por barrotes de hierro a los lados del camión que había de transportarlas, unidas fuertemente por entrecruzados barrotes de madera, levantaban un alto y extraño monumento, protegido por grandes lonas para preservarlo de la humedad y de la lluvia. En un auto, milicianos armados del 5º. Regimiento y motoristas de la columna motorizada custodiaron, carretera de Madrid hacía Levante, la histórica marcha. Comenzaban a borrarse los perfiles de la ciudad en el momento de partir. Noche aquella sin sueño”.
Algo de eso platicó Alberti en Vallauris el día de 1971 (fecha de la dedicatoria de Rafael a su (mi) Poesías Completas) cuando Picasso no nos convidó de su pastel de 80 velitas y recojo el recuerdo en “La arboleda perdida”, sus magníficas memorias. Habría sido un acto generoso y justo recordar al poeta que antes de pensar en salvar su vida la puso en mayor riesgo a cambio de proteger para las generaciones futuras lo que las anteriores habían cuidado durante siglos.
Los patronos internacionales celebramos la junta anual de trabajo miércoles y jueves en Madrid y el fin de semana en Valencia. Es un honor aportar nuestra colaboración. El museo, que cerraba los lunes, abrirá todos los días de la semana y será gratuito las dos últimas horas en días hábiles y cuatro los domingos. “Te invitamos al Prado”, es el lema de esta opción que aumentará el número de visitantes, más de 2 millones 300 mil el año pasado. Cerrarán tres días al año: el del trabajo, Navidad y año nuevo.
No podemos perder las esperanzas en el futuro de los pueblos y su cultura si un acontecimiento tan selecto como una exhibición de pinturas puede transformarse en noticia de interés general, capaz de mover multitudes que cualquiera podría considerar exclusivas del futbol o de los conciertos de música pop.
Según la temporada, el Museo del Prado tiene entre 2 mil 500 y 3 mil empleados. Uno de los objetivos inmediatos es llegar a cubrir con recursos propios el 60% del gasto corriente, para compensar la reducción del financiamiento por el Plan de Austeridad.
Si se salvó de las bombas, no será la escasez de dinero lo que destruya al Prado.
No podemos perder las esperanzas en el futuro de los pueblos y su cultura si un acontecimiento tan selecto como una exhibición de pinturas es noticia de interés general.
Ha sido la semana histórica del museo de pintura más rico del mundo. El martes se abrió la muestra “El Hermitage en el Prado”, después de una bienvenida de lujo a 179 obras maestras de la colección de San Petersburgo.
Miguel Zugaza, director del Prado, y Plácido Arango, presidente del Patronato, sentados entre cajas de embalaje, recibieron el tesoro ruso, formado por telas de Rembrandt, Matisse, Kandinsky, Durero, Veronés, Tiziano, Monet y otros pintores inmortales, para ubicarlos junto a los Velázquez, Goyas, Grecos. Los anfitriones verdaderos han bajado de sus paredes, salido de sus marcos y en un acto similar a la rendición de Breda, con una caravana respetuosa y digna ofrecen a los visitantes, no los vencidos del cuadro sino tan vencedores unos como otros, la llave de la casa. Los viejos residentes y los recién llegados se sentirán a gusto en una de las fiestas más divertidas del arte universal.
Evoco hoy, ante tantas maravillas, el fantasma de Rafael Alberti, oculto tal vez detrás de alguno de los cuadros que salvó de la destrucción en 1936. “El Museo del Prado cerró sus puertas al público a partir de los primeros bombardeos de Madrid por la aviación franquista, cuyas bombas lo habían alcanzado, cayendo precisamente algunas en la sala de Velázquez, aunque la gran mayoría de las obras ya había sido evacuada a los sótanos, no muy profundos, del Museo, que comenzó a ser la gran preocupación del Gobierno, de todo el Madrid intelectual y artístico que amaba y se enorgullecía de poseer una de las pinacotecas más ricas y asombrosas del mundo. También para la Alianza de Intelectuales Antifascistas, de la que yo era secretario con José Bergamín, el inmenso peligro que corría el museo era su mayor, su más permanente desvelo… Pero un atardecer de ese mismo mes de noviembre, María Teresa y yo, con un permiso del jefe del Gobierno, Francisco Largo Caballero, entramos en el Prado para iniciar, con un primer envío, el salvamento de las principalísimas obras que el Ministro de Bellas Artes de la República se proponía sacar de Madrid…
Nos recibieron dos milicianos armados. El gran museo estaba en soledad. En la sala de restauración nos aguardaba el subdirector del museo, con varios carpinteros y empleados, mostrándoles nuestra autorización del Ministerio para iniciar la evacuación de las obras. Allí pudimos ver, en la penumbra, Las Meninas, que poco tiempo después, con el Carlos V a caballo, nos mandaron a media noche a nuestra Alianza de Intelectuales para que nos encargásemos del envío. Dos inmensas cajas, sujetas por barrotes de hierro a los lados del camión que había de transportarlas, unidas fuertemente por entrecruzados barrotes de madera, levantaban un alto y extraño monumento, protegido por grandes lonas para preservarlo de la humedad y de la lluvia. En un auto, milicianos armados del 5º. Regimiento y motoristas de la columna motorizada custodiaron, carretera de Madrid hacía Levante, la histórica marcha. Comenzaban a borrarse los perfiles de la ciudad en el momento de partir. Noche aquella sin sueño”.
Algo de eso platicó Alberti en Vallauris el día de 1971 (fecha de la dedicatoria de Rafael a su (mi) Poesías Completas) cuando Picasso no nos convidó de su pastel de 80 velitas y recojo el recuerdo en “La arboleda perdida”, sus magníficas memorias. Habría sido un acto generoso y justo recordar al poeta que antes de pensar en salvar su vida la puso en mayor riesgo a cambio de proteger para las generaciones futuras lo que las anteriores habían cuidado durante siglos.
Los patronos internacionales celebramos la junta anual de trabajo miércoles y jueves en Madrid y el fin de semana en Valencia. Es un honor aportar nuestra colaboración. El museo, que cerraba los lunes, abrirá todos los días de la semana y será gratuito las dos últimas horas en días hábiles y cuatro los domingos. “Te invitamos al Prado”, es el lema de esta opción que aumentará el número de visitantes, más de 2 millones 300 mil el año pasado. Cerrarán tres días al año: el del trabajo, Navidad y año nuevo.
No podemos perder las esperanzas en el futuro de los pueblos y su cultura si un acontecimiento tan selecto como una exhibición de pinturas puede transformarse en noticia de interés general, capaz de mover multitudes que cualquiera podría considerar exclusivas del futbol o de los conciertos de música pop.
Según la temporada, el Museo del Prado tiene entre 2 mil 500 y 3 mil empleados. Uno de los objetivos inmediatos es llegar a cubrir con recursos propios el 60% del gasto corriente, para compensar la reducción del financiamiento por el Plan de Austeridad.
Si se salvó de las bombas, no será la escasez de dinero lo que destruya al Prado.
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