PRD: Mundo mágico de Magorium

Carlos Ramírez / Indicador Político

El posicionamiento del PRD en el mundo de la magia mediática ha llevado al desdén por las masas. Si sale de una encuesta, entonces el candidato presidencial perredista estará alejado de la realidad: La contradicción social.

Las encuestas son el reino de las proporciones: Unos cuántos representarán al todo. Y si se revisa bien la técnica de la encuesta, entonces se sabrá que sólo responden a las encuestas quienes confían en esos métodos, es decir, quienes participan del mismo mundo de la representación simbólica de la sociedad.

Las encuestas también se mueven en el mundo de las síntesis: Las mayorías ser reducen sólo a los que aceptan responder las preguntas; y una verdadera encuesta que trate de reflejar al máximo la realidad --aunque el máximo pueda ser el mínimo-- necesita de preguntas cruzadas y preguntas prueba para depurar engaños. En cambio, en la urna el elector no jugará con expectativas sino que sabe que su voto influirá en el rumbo de su realidad.

Las encuestas, por lo demás, son el reino del consumo y de la manipulación: Conocer los comportamientos sicológicos de la sociedad. En política, las encuestas fueron parte de las pruebas de apiñar a la sociedad total como consumidoras de mensajes a través del modelo de Harold Lasswell: La propaganda como técnicas en la guerra para favorecer a los EU. El modelo buscó generar apoyos a través de mensajes en los medios electrónicos. Por tanto, las encuestas formaban parte de las estrategias de manipulación de la sociedad.

Si el PRD toma a las encuestas como una representación de la sociedad, entonces dejará de ser --aunque hace tiempo que dejó de serlo-- un partido dirigido a una sociedad identificada con la explotación: Marcelo Ebrard tratará de capitalizar su capital político promovido por la revista Quién y López Obrador buscará romper su cerco dogmático de las masas a mano alzada para meterse en el mundo de la gente bonita.

Una encuesta no puede ser una radiografía de una sociedad con vistas al futuro y menos cuando el encuestado puede cambiar su respuesta a la hora de emitir el voto, sino es una representación inmediata del mercado de consumo. La encuesta la responden las personas que quieren participar en la segmentación proporcional de la sociedad. Pero a las urnas va la sociedad del voto por voto; hay muchos ejemplos de votaciones que se basan en tendencias de encuestas pero a la hora del voto a boca de urna el resultado es diferente.

De ahí que López Obrador y Ebrard quizá estén fundando un nuevo sistema electoral: La encuesta, no la cola en las urnas. Lo malo es que sería un modelo aún más caro que el actual, porque las encuestas registran no posicionamientos de clase o de sector sino imagen de los candidatos. Así, la encuesta que decidirá la candidatura presidencial perredista será más un concurso de belleza que una meditación seria sobre las propuestas de los aspirantes.

López Obrador es el que ha hecho más trabajo de campo, municipio por municipio, el que ha confrontado --con o sin razón-- al poder y el que ha llenado más veces el zócalo capitalino de simpatizantes. Ebrard es el que más ha ocupado páginas de sociales, no tiene un programa ideológico definido y su estrategia se basa en exposición en televisión; las únicas concentraciones humanas de Ebrard han sido las de los invitados a sus bodas. ¿Qué ocurriría si el PRD decide por encuesta que el candidato debe ser Ebrard porque es el más guapo, el que más sonríe y el que ha ganado espacios de atención por dos bodas en su sexenio --aunque revele mayor inestabilidad emocional y sentimental-- y decide prescindir del López Obrador que mueve masas.

La decisión de la candidatura por encuestas en el PRD ha privilegiado la imagen; desde ahora, los aspirantes a cargos de elección popular sólo se deben preocupar por comprar espacios en medios electrónicos, por vestir elegante y por dar una apariencia burguesa y no por trabajar por los necesitados. Ahora los aspirantes a cargos públicos perredistas tendrán que aparecer más, como Ebrard, en la revista Quién que en La Jornada; va a valer más un coctel social que una reunión de masas.

Lo grave es que el mundo de la imagen masiva lo controlan las televisoras privadas y ellas son las que decidirán --por contrato o por razones políticas-- a quiénes apoyar y a quiénes no; por eso, sin duda, Televisa le ha dado todo su espacio a Ebrard y casi nada a López Obrador. Al final, los gobernantes no serán electos por el pueblo sino por el auditorio, la audiencia televisiva; el IFE dejará de existir para trasladar sus funciones a la empresa IBOPE de ratings.

Lo malo es que la televisión mediática inventa popularidades. Así, los candidatos políticos apoyados por la televisión comercial serán Candidatos Royal, porque la imagen será la levadura que inflará personalidades vía la pantalla. Los candidatos con popularidad y capacidad de organización de masas nada tendrán que hacer en el PRD lopezobradorista-ebradista de las encuestas. Al final, las encuestas sólo recogerán la popularidad mediática, no la oferta de gobierno confrontada con la realidad.

El origen de la encuesta para seleccionar al candidato del PRD estuvo en la ausencia de trabajo social de masas de Ebrard, salido del priísmo salinista y operador de la campaña de 1991 que aplastó al PRD en el DF. La plaza del DF le fue prestada a Ebrard por la organización de López Obrador entre los beneficiarios de los programas asistencialistas. De ahí que Ebrard carezca de base social de masas y dependa de las de López Obrador: por ello Ebrard se dedicó a seducir a la gente bonita que ve televisión en busca de galanes políticos.

De consolidar la encuesta para tener candidaturas, el PRD dejará de ser el partido de masas y será el partido de auditorios IBOPE. Y las televisoras impondrán candidatos a su beneficio.

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