Peña quiere acción, Manlio quiere orden

Rubén Cortés

La mayor diferencia entre los proyectos presidenciales de los dos precandidatos priístas es que el de Enrique Peña se basa en el liderazgo y el de Manlio Fabio Beltrones en la autoridad: el primero busca convocar a todos hacia objetivos comunes y el segundo trata de poner orden.

Pero los une su idea, elevar la eficacia del Estado para generar condiciones de mayor bienestar, cumplimiento de compromisos para reducir la violencia y elevar la producción con un crecimiento constante y sostenidos, el respeto y la colaboración entre los poderes.

Sin embargo, es lo único en que coinciden, pues pertenecen a generaciones distintas que ven la vida y la política de manera diferente.

Peña quiere un nuevo presidencialismo para un México democrático: un presidente con liderazgo político y facultades institucionales para impulsar su proyecto. El presidencialismo actual se basa en facultades metaconstitucionales y el presidente sigue siendo el jefe de su partido y posee una gran capacidad de presión en todos los órdenes.

Beltrones quiere cambiar el sistema actual por uno semiparlamentario, que acote el mando del presidente. Un gobierno de coalición que achique al Estado sin fortalecerlo, pues los partidos pueden quitar y poner al gobierno.

Peña está por la acción y Beltrones por el método. Y en lo que más se nota es en sus propósitos para desarrollar la economía.

Beltrones habla de “nuevo modelo de desarrollo económico”, pero en realidad su propuesta tiene que ver con el viejo estatismo, al cerrar la economía y hacer solo a Pemex y CFE las palancas del desarrollo.

Peña no habla de “nuevo modelo”, sino de rescatar el proceso de transformación estancado en el sexenio de Zedillo (94-2000), quien paró las audaces reformas del sexenio de Salinas (1988-94) y dar paso a lo que el FMI llama “la década perdida” de los gobiernos panistas iniciados con Fox (2000).

Quiere atacar las prácticas monopólicas y fomentar la competencia, invertir la economía del conocimiento, reactivar el crédito y duplicar la inversión en infraestructura con participación público-privada.

Pretende competir con el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y convertir a México en una potencia energética, haciendo las transformaciones necesarias a Pemex, “evitando ser rehenes de posiciones ideológicas”.

Su plan es abrir Pemex al capital privado, mediante la producción compartida de crudo, preservando la propiedad estatal: similar a lo que hizo Lula en Brasil, donde el Estado detenta el 30 por ciento, a través de la paraestatal Petrobras.

En cambio, para desarrollar a Pemex, Beltrones cree suficiente la reforma energética de 2008, que otorga a la iniciativa privada únicamente la exploración en bloques concesionados del Golfo de México.

O sea, en el PRI la ecuación es muy clara: Peña quiere acción y Manlio quiere orden.

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