Carlos Ramírez / Indicador Político
Fundado diez años después del abuelo del PRI --el Partido Nacional Revolucionario--, el Partido Acción Nacional nació como contrapunto a los excesos revolucionarios de la élite revolucionaria sobreviviente. Sin tener el objetivo de conquistar el poder sino aspirando siempre a un contrapeso político y moral y en un espacio de denuncia permanente de los excesos del poder, el PAN se fue encontrando paulatinamente con la necesidad de ejercer el poder ante el deterioro y desgaste del PRI en el gobierno. Pero en dos sexenios de ejercer la presidencia, el PAN encara una ola importante de ciudadanos que prefieren el regreso del PRI a la jefatura política del poder ejecutivo federal.
¿Algo hizo mal el PAN? Comparativamente, el saldo de dos sexenios de presidencia panista no revela una carga negativa como la que tuvo el PRI en el 2000 para la primera alternancia partidista en la Presidencia de la República. La crisis económica en los dos sexenios es menor a la que hundió al país en el periodo priísta 1973-1995, la pobreza es menor a la heredada por el PRI en el 2000 y la democracia hoy es mucho mayor a la que el PRI se opuso. Sin embargo, en el sentimiento nacional parece existir un rechazo a la permanencia del PAN en la presidencia de la república. Si acaso, hay que destacar el hecho de que buena parte de la base de expectativas para el PRI en las encuestas tienen que ver con la figura mediática de Enrique Peña Nieto, porque en competencias electorales el PRI aún no recupera su hegemonía política anterior al 2000.
El PAN se ha desgastado en el ejercicio del poder mucho más rápido que el PRI. El dato más importante señala que los años del dominio priísta hubo siempre una dependencia al dominio autoritario del presidente de la república en turno y un ejercicio del poder para conseguir el consenso electoral; en dos sexenios, el PAN no ha podido definir un programa de gobierno y, de manera fundamental, tampoco ha definido su relación con la sociedad. En el pasado priísta, el sistema político subordinaba a la sociedad a los dictados del poder partidista ya fuera vía presupuestos o a través de la estructura corporativa. El PAN como partido no ha podido --y seguramente no ha querido-- ser una copia de la estructura partidista al estilo priísta.
El problema político de México ya no es de ideologías. Por eso el PRI no ha buscado recuperar el discurso político de la Revolución Mexicana que había sido cohesionador como parte de la hegemonía de la cultura política; por eso también el PRD no representa a la izquierda aunque discursivamente sea un clavo ardiendo que nada tiene que ver con la ideología; y por eso el PAN tampoco ha sido el partido oscurantista y de derecha. En realidad, la competencia de los partidos no se ha dado en el terreno de las ideologías sino de la eficacia de gobierno; y la eficacia tampoco se mide en términos de limpieza presupuestal sino de gasto asistencialista que ha creado, más para el PRI y para el PRD que para el PAN, en la base social electoral de los partidos.
El escenario del PAN al ganar la presidencia fue muy sencillo: O diseñar una propuesta de verdadera alternancia con progresión democratizadora u operar la estructura de dominación de masas, social y política del PRI; ante la incapacidad para ejercer el poder con una oferta novedosa, el PAN no pudo lograr ni lo uno ni lo otro: No fue un PRI en el poder panista ni avanzó la democratización. Por ello se quedó atrapado en la dinámica social y política de las masas y de la sociedad acostumbradas a girar alrededor del partido en el poder como si fuera el sol. Al final, el PAN en la presidencia fue una mala e ineficaz copia del viejo PRI; con ello, el PAN perdió su relación con la sociedad de la clase media y de la clase alta y nunca pudo conectarse con las clases populares.
Lo paradójico del PAN se ha localizado en el hecho de que ha perdido base electoral no por ser un partido de derecha sino por ser un partido sin interrelación con la sociedad política. En el poder presidencial, el PAN no fue el partido oscurantista, clerical y proempresarial, pero tampoco el partido que encontrara un disfrute del poder. El principal problema del PAN fue la carencia de cuadros políticos y el lastre --cuando menos en materia de efectividad política y de gobierno-- de prácticas democráticas internas. Sin programa de gobierno, con saldos electorales mínimos para ejercer el poder y sin cuadros político y de gobierno, el PAN ha tenido un mal desempeño presidencial que los electores pudieran cobrarle en las urnas en las elecciones presidenciales del 2012.
El PAN ha tenido una especie de rechazo moral al ejercicio del poder. Las fases políticas de su composición interna han dejado cuando menos dos grandes fracciones: Los panistas históricos acostumbrados al ejercicio del contrapeso del poder y a una superioridad moral, intelectual y política y los neopanistas que llegaron al partido para ganar posiciones de poder. El punto de inflexión ocurrió al calor de la expropiación de la banca en 1982, lo que llevó a un grupo de empresarios activistas en política a encontrar en el PAN el espacio para acceder al poder; el líder de esa corriente fue Manuel J. Clouthier, presidente de la Coparmex, el sindicato empresarial, en 1982. Ahí se dio el primer gran paso de alianzas del PAN: Empresarios, iglesia conservadora y el gobierno de los Estados Unidos. La reforma municipal de Miguel de la Madrid en diciembre de 1982 derivó en un avance electoral municipal del PAN.
En 1988 Clouthier y otras facciones de políticos empresarios --José Ángel Conchello y Luis H. Álvarez-- consolidaron una candidatura presidencial activa en el enfoque de pasar al PAN de partido de contrapeso a partido de alternancia. En ese escenario el PRI sufrió una fractura interna con la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas. Y el país se partió en tres tercios. Si bien Cárdenas con un acuerdo pluripartidista logró en las cifras oficiales --que no las reales-- un tercio de la votación, el PAN tuvo un salto electoral histórico. El acuerdo secreto de Carlos Salinas con el PAN de Luis H. Álvarez le dio al PAN los dos primeros gobiernos estatales en Baja California y Guanajuato y una menor posición en la bancada panista en las dos cámaras federales.
El escenario político se le descompuso al PRI: El alzamiento zapatista en Chiapas en 1994, el asesinato del candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio, el asesinato del secretario general del PRI, la devaluación acreditada al gobierno de Salinas de Gortari, la política anticrisis de Zedillo con el alza criminal en las tasas de interés para salvar a los bancos y la intervención del gobierno de Bill Clinton para facilitar la alternancia llevaron a la crisis priísta de 1997: La pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados y la pérdida del gobierno del DF. A ello se agregó la “sana distancia” de Zedillo respecto al PRI. Y todo derivó en la derrota presidencial del PRI en el 2000, ratificada en las elecciones presidenciales del 2006.
El gobierno de Fox no le apostó a la alternancia y prefirió pactar con el PRI. Y el gobierno de Calderón arribó con el repudio institucional del PRD y el PRI como aliado incómodo y condicionante. En doce años, el PAN no pudo definir un proyecto de gobierno ni pudo rediseñar las estructuras del sistema político; en esa inactividad de gobierno, el PRI pudo restaurar su cohesión interna mínima. La figura mediática de Enrique Peña Nieto ha impuesto una imagen de triunfalismo que no ha pasado por la revalidación de los votos, en el entendido de que la situación del 2011 es similar a la de 2005: López Obrador tenía una ventaja en encuestas de más de 25 puntos porcentuales y perdió las elecciones en las urnas.
El PAN se enfrenta al PRI en las urnas en el dilema electoral de continuidad panista o restauración priísta. Los precandidatos presidenciales del PAN reproducen las mismas limitaciones de Fox y Calderón: La ausencia de un programa de gobierno y la carencia de una reformulación de la transición democrática. En cambio, el PRI ha logrado vender en el electorado su experiencia en el ejercicio del gobierno, aunque su saldo haya sido la corrupción, la represión y la pobreza. Pero lo más de fondo es que el PAN consolidó la alternancia partidista en la presidencia de la república, pero no pudo fortalecer la transición de México a un régimen de gobierno más democrático y menos partidizado.
El PAN no sabe cómo salir del laberinto del poder. No quiere repetir los vicios del PRI, aunque éstos hayan seguido funcionando en estos doce años de panismo federal. Asimismo, el PAN perdió la oportunidad de definir los tres puntos decisivos del cambio: nuevo sistema político, nuevo modelo de desarrollo y nuevo pacto constitucional; es decir, el PAN no ha sabido encabezar la oferta del cambio de rumbo del país. Y lo grave de todo es que en estos doce años el PAN ha fracasado en la conformación de una nueva élite gobernante.
De ahí que el PAN esté atrapado en el laberinto del poder.
Fundado diez años después del abuelo del PRI --el Partido Nacional Revolucionario--, el Partido Acción Nacional nació como contrapunto a los excesos revolucionarios de la élite revolucionaria sobreviviente. Sin tener el objetivo de conquistar el poder sino aspirando siempre a un contrapeso político y moral y en un espacio de denuncia permanente de los excesos del poder, el PAN se fue encontrando paulatinamente con la necesidad de ejercer el poder ante el deterioro y desgaste del PRI en el gobierno. Pero en dos sexenios de ejercer la presidencia, el PAN encara una ola importante de ciudadanos que prefieren el regreso del PRI a la jefatura política del poder ejecutivo federal.
¿Algo hizo mal el PAN? Comparativamente, el saldo de dos sexenios de presidencia panista no revela una carga negativa como la que tuvo el PRI en el 2000 para la primera alternancia partidista en la Presidencia de la República. La crisis económica en los dos sexenios es menor a la que hundió al país en el periodo priísta 1973-1995, la pobreza es menor a la heredada por el PRI en el 2000 y la democracia hoy es mucho mayor a la que el PRI se opuso. Sin embargo, en el sentimiento nacional parece existir un rechazo a la permanencia del PAN en la presidencia de la república. Si acaso, hay que destacar el hecho de que buena parte de la base de expectativas para el PRI en las encuestas tienen que ver con la figura mediática de Enrique Peña Nieto, porque en competencias electorales el PRI aún no recupera su hegemonía política anterior al 2000.
El PAN se ha desgastado en el ejercicio del poder mucho más rápido que el PRI. El dato más importante señala que los años del dominio priísta hubo siempre una dependencia al dominio autoritario del presidente de la república en turno y un ejercicio del poder para conseguir el consenso electoral; en dos sexenios, el PAN no ha podido definir un programa de gobierno y, de manera fundamental, tampoco ha definido su relación con la sociedad. En el pasado priísta, el sistema político subordinaba a la sociedad a los dictados del poder partidista ya fuera vía presupuestos o a través de la estructura corporativa. El PAN como partido no ha podido --y seguramente no ha querido-- ser una copia de la estructura partidista al estilo priísta.
El problema político de México ya no es de ideologías. Por eso el PRI no ha buscado recuperar el discurso político de la Revolución Mexicana que había sido cohesionador como parte de la hegemonía de la cultura política; por eso también el PRD no representa a la izquierda aunque discursivamente sea un clavo ardiendo que nada tiene que ver con la ideología; y por eso el PAN tampoco ha sido el partido oscurantista y de derecha. En realidad, la competencia de los partidos no se ha dado en el terreno de las ideologías sino de la eficacia de gobierno; y la eficacia tampoco se mide en términos de limpieza presupuestal sino de gasto asistencialista que ha creado, más para el PRI y para el PRD que para el PAN, en la base social electoral de los partidos.
El escenario del PAN al ganar la presidencia fue muy sencillo: O diseñar una propuesta de verdadera alternancia con progresión democratizadora u operar la estructura de dominación de masas, social y política del PRI; ante la incapacidad para ejercer el poder con una oferta novedosa, el PAN no pudo lograr ni lo uno ni lo otro: No fue un PRI en el poder panista ni avanzó la democratización. Por ello se quedó atrapado en la dinámica social y política de las masas y de la sociedad acostumbradas a girar alrededor del partido en el poder como si fuera el sol. Al final, el PAN en la presidencia fue una mala e ineficaz copia del viejo PRI; con ello, el PAN perdió su relación con la sociedad de la clase media y de la clase alta y nunca pudo conectarse con las clases populares.
Lo paradójico del PAN se ha localizado en el hecho de que ha perdido base electoral no por ser un partido de derecha sino por ser un partido sin interrelación con la sociedad política. En el poder presidencial, el PAN no fue el partido oscurantista, clerical y proempresarial, pero tampoco el partido que encontrara un disfrute del poder. El principal problema del PAN fue la carencia de cuadros políticos y el lastre --cuando menos en materia de efectividad política y de gobierno-- de prácticas democráticas internas. Sin programa de gobierno, con saldos electorales mínimos para ejercer el poder y sin cuadros político y de gobierno, el PAN ha tenido un mal desempeño presidencial que los electores pudieran cobrarle en las urnas en las elecciones presidenciales del 2012.
El PAN ha tenido una especie de rechazo moral al ejercicio del poder. Las fases políticas de su composición interna han dejado cuando menos dos grandes fracciones: Los panistas históricos acostumbrados al ejercicio del contrapeso del poder y a una superioridad moral, intelectual y política y los neopanistas que llegaron al partido para ganar posiciones de poder. El punto de inflexión ocurrió al calor de la expropiación de la banca en 1982, lo que llevó a un grupo de empresarios activistas en política a encontrar en el PAN el espacio para acceder al poder; el líder de esa corriente fue Manuel J. Clouthier, presidente de la Coparmex, el sindicato empresarial, en 1982. Ahí se dio el primer gran paso de alianzas del PAN: Empresarios, iglesia conservadora y el gobierno de los Estados Unidos. La reforma municipal de Miguel de la Madrid en diciembre de 1982 derivó en un avance electoral municipal del PAN.
En 1988 Clouthier y otras facciones de políticos empresarios --José Ángel Conchello y Luis H. Álvarez-- consolidaron una candidatura presidencial activa en el enfoque de pasar al PAN de partido de contrapeso a partido de alternancia. En ese escenario el PRI sufrió una fractura interna con la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas. Y el país se partió en tres tercios. Si bien Cárdenas con un acuerdo pluripartidista logró en las cifras oficiales --que no las reales-- un tercio de la votación, el PAN tuvo un salto electoral histórico. El acuerdo secreto de Carlos Salinas con el PAN de Luis H. Álvarez le dio al PAN los dos primeros gobiernos estatales en Baja California y Guanajuato y una menor posición en la bancada panista en las dos cámaras federales.
El escenario político se le descompuso al PRI: El alzamiento zapatista en Chiapas en 1994, el asesinato del candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio, el asesinato del secretario general del PRI, la devaluación acreditada al gobierno de Salinas de Gortari, la política anticrisis de Zedillo con el alza criminal en las tasas de interés para salvar a los bancos y la intervención del gobierno de Bill Clinton para facilitar la alternancia llevaron a la crisis priísta de 1997: La pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados y la pérdida del gobierno del DF. A ello se agregó la “sana distancia” de Zedillo respecto al PRI. Y todo derivó en la derrota presidencial del PRI en el 2000, ratificada en las elecciones presidenciales del 2006.
El gobierno de Fox no le apostó a la alternancia y prefirió pactar con el PRI. Y el gobierno de Calderón arribó con el repudio institucional del PRD y el PRI como aliado incómodo y condicionante. En doce años, el PAN no pudo definir un proyecto de gobierno ni pudo rediseñar las estructuras del sistema político; en esa inactividad de gobierno, el PRI pudo restaurar su cohesión interna mínima. La figura mediática de Enrique Peña Nieto ha impuesto una imagen de triunfalismo que no ha pasado por la revalidación de los votos, en el entendido de que la situación del 2011 es similar a la de 2005: López Obrador tenía una ventaja en encuestas de más de 25 puntos porcentuales y perdió las elecciones en las urnas.
El PAN se enfrenta al PRI en las urnas en el dilema electoral de continuidad panista o restauración priísta. Los precandidatos presidenciales del PAN reproducen las mismas limitaciones de Fox y Calderón: La ausencia de un programa de gobierno y la carencia de una reformulación de la transición democrática. En cambio, el PRI ha logrado vender en el electorado su experiencia en el ejercicio del gobierno, aunque su saldo haya sido la corrupción, la represión y la pobreza. Pero lo más de fondo es que el PAN consolidó la alternancia partidista en la presidencia de la república, pero no pudo fortalecer la transición de México a un régimen de gobierno más democrático y menos partidizado.
El PAN no sabe cómo salir del laberinto del poder. No quiere repetir los vicios del PRI, aunque éstos hayan seguido funcionando en estos doce años de panismo federal. Asimismo, el PAN perdió la oportunidad de definir los tres puntos decisivos del cambio: nuevo sistema político, nuevo modelo de desarrollo y nuevo pacto constitucional; es decir, el PAN no ha sabido encabezar la oferta del cambio de rumbo del país. Y lo grave de todo es que en estos doce años el PAN ha fracasado en la conformación de una nueva élite gobernante.
De ahí que el PAN esté atrapado en el laberinto del poder.
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