José Carreño Figueras
¿Hacia donde va Norteamérica?
Esa es una buena pregunta, especialmente cuando parece que después del semi-entusiasmo con que se recibió hace 20 años el inicio de negociaciones para un Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN), un concepto de integración que parecía imparable se encuentra en una especie de punto muerto gracias, sobre todo, a factores de política doméstica en cada uno de sus tres integrantes.
Y sin embargo el proceso de entrelazamiento de las economías y las sociedades de los tres países continúa sin detenerse, por encima y por abajo de las decisiones de gobierno o de los temores de sus respectivas élites.
En términos oficiales, sin embargo, los tres países parecen haber optado por realizar negociaciones bilaterales, en continuación de una tendencia que se hizo sentir ya a fines de la década pasada. Pero esa formulación que podría definirse como desigual e ineficiente.
Este fue el segundo año consecutivo que los líderes de los tres países no se reúnen. El año pasado el Primer Ministro Stephen Harper canceló la reunión que debería haberse realizado en su país, básicamente por consideraciones políticas domésticas y este año, cuando el presidente Barack Obama hizo la convocatoria cuando nadie lo esperaba, el mexicano Felipe Calderón canceló a último minuto por el accidente en que murió su secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora.
El año próximo será uno difícil para realizar ese encuentro, que tocaría en México, debido a las campañas presidenciales a celebrarse en Estados Unidos y México, aunque bien podría darse en el marco de la reunión del “Grupo de los 20″ (G-20) a celebrarse en Cabo San Lucas a mediados de 2012.
Pero al margen de otras dificultades, lo que parecía un desarrollo natural se encuentra ahora en lo que Robert Pastor, especialista en temas latinoamericanos de la American University en Washington D.C., califica como “negligencia” por parte de los Estados Unidos.
Pastor recordó en un texto publicado la semana pasada que durante el encuentro de Hawaii, el presidente Barack Obama, subrayó la importancia del comercio entre su país y las naciones del grupo Asia-Pacífico de Cooperación Económica (APEC), que constituyen el 61 por ciento de las exportaciones de los Estados Unidos. Sin embargo, precisó Pastor, “dejó de mencionar que mas de la mitad de ese porcentaje fue hacia Canadá y México.
“Pocos estadounidenses se dan cuenta de que los dos mayores mercados para bienes estadounidenses no sonm China o Japón, sino Canadá y México”, puntualizó.
La responsabilidad sin embargo está en los tres países. Ahí donde podría estar la construcción de una comunidad económica donde las fortalezas relativas de cada una de las tres naciones podrían sumarse para competir con China -con un comercio basado sobre todo en mano de obra barata- o una Europa unida, hay ahora tres países que vuelven a trabajar aisladamente con la esperanza de que nadie se fije en sus debilidades.
¿Hacia donde va Norteamérica?
Esa es una buena pregunta, especialmente cuando parece que después del semi-entusiasmo con que se recibió hace 20 años el inicio de negociaciones para un Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN), un concepto de integración que parecía imparable se encuentra en una especie de punto muerto gracias, sobre todo, a factores de política doméstica en cada uno de sus tres integrantes.
Y sin embargo el proceso de entrelazamiento de las economías y las sociedades de los tres países continúa sin detenerse, por encima y por abajo de las decisiones de gobierno o de los temores de sus respectivas élites.
En términos oficiales, sin embargo, los tres países parecen haber optado por realizar negociaciones bilaterales, en continuación de una tendencia que se hizo sentir ya a fines de la década pasada. Pero esa formulación que podría definirse como desigual e ineficiente.
Este fue el segundo año consecutivo que los líderes de los tres países no se reúnen. El año pasado el Primer Ministro Stephen Harper canceló la reunión que debería haberse realizado en su país, básicamente por consideraciones políticas domésticas y este año, cuando el presidente Barack Obama hizo la convocatoria cuando nadie lo esperaba, el mexicano Felipe Calderón canceló a último minuto por el accidente en que murió su secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora.
El año próximo será uno difícil para realizar ese encuentro, que tocaría en México, debido a las campañas presidenciales a celebrarse en Estados Unidos y México, aunque bien podría darse en el marco de la reunión del “Grupo de los 20″ (G-20) a celebrarse en Cabo San Lucas a mediados de 2012.
Pero al margen de otras dificultades, lo que parecía un desarrollo natural se encuentra ahora en lo que Robert Pastor, especialista en temas latinoamericanos de la American University en Washington D.C., califica como “negligencia” por parte de los Estados Unidos.
Pastor recordó en un texto publicado la semana pasada que durante el encuentro de Hawaii, el presidente Barack Obama, subrayó la importancia del comercio entre su país y las naciones del grupo Asia-Pacífico de Cooperación Económica (APEC), que constituyen el 61 por ciento de las exportaciones de los Estados Unidos. Sin embargo, precisó Pastor, “dejó de mencionar que mas de la mitad de ese porcentaje fue hacia Canadá y México.
“Pocos estadounidenses se dan cuenta de que los dos mayores mercados para bienes estadounidenses no sonm China o Japón, sino Canadá y México”, puntualizó.
La responsabilidad sin embargo está en los tres países. Ahí donde podría estar la construcción de una comunidad económica donde las fortalezas relativas de cada una de las tres naciones podrían sumarse para competir con China -con un comercio basado sobre todo en mano de obra barata- o una Europa unida, hay ahora tres países que vuelven a trabajar aisladamente con la esperanza de que nadie se fije en sus debilidades.
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