Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Las estadísticas se convierten en arma de quien las establece como verdad, ni siquiera sujetas a la relatividad de la ocultación de los hechos, ya no digamos de la mentira, porque cuando de determinar la condición social de los gobernados, lo mismo maquillan los entrevistadores que los entrevistados, a quienes avergüenza reconocer en público su condición de inferiores en alguna de las áreas a investigar.
Pero hay algo que no puede ocultarse: la pobreza y lo que ésta conlleva. Me refiero al rencor social, al hambre y la proclividad a la violencia ante la frustración de no obtener los requerimientos mínimos para el bienestar.
En 1994 los neo zapatistas dieron el grito de alarma sobre un hecho insoslayable, a la vista de todo mundo, negado por esa misma sociedad que gusta dar la espalda a la realidad. En Chiapas, como en muchas partes de México, se moría y se muere de enfermedades curables.
Hay paliativos, el seguro popular es un proyecto político electoral que no satisface las necesidades de los mexicanos, aunque permite al gobierno pavonearse a través de la propaganda política. No tiene futuro.
Hoy la alerta la enciende el senador Manlio Fabio Beltrones, advierte que pronto, durante el año entrante, mexicanos podrían morir de hambre. En el Poder Ejecutivo y en el INEGI acuñaron un término estúpido que refiere con hipocresía lo que el senador priista advierte con todas sus letras: la pobreza alimentaria, que no es sino otra cosa que no tener el dinero suficiente para adquirir la dieta básica que evite mala nutrición, más sus consecuencias, que conducen a la enfermedad y la muerte.
Considero que el senador es prudente en su declaración, porque en este país se muere de hambre hace años, no sé cuántos, pero hace años que mexicanos de la tercera edad, desplazados, desempleados y abandonados por sus familias, literalmente mueren de hambre. En diferentes ocasiones he atestiguado ese abandono y sus consecuencias.
Claro que los jóvenes también viven insatisfechos porque no comen a llenarse, porque carecen de otros satisfactores esenciales que la publicidad les mete por los ojos, los obliga a considerar que sin ellos son algo menos que un cero a la izquierda. Éstos mueren de hambre porque para llevar de comer a sus casas y a los hogares de sus padres, deciden incorporarse a la delincuencia organizada como carne de cañón, sin la certeza de una permanencia en el tiempo, pero con la satisfacción de poder comprar lo que otros adquieren sin siquiera despeinarse.
En este país, donde crece el número de ciudadanos inscritos en el rubro de pobreza alimentaria, ya se muere de hambre, como continúan falleciendo de enfermedades curables debido a la negligencia gubernamental. Pero hoy, el senador Beltrones hablará en el Palacio de Minería acerca de las razones por las cuales el PRI quiere gobernar. Ojalá incluya una propuesta de solución a este problema.
Las estadísticas se convierten en arma de quien las establece como verdad, ni siquiera sujetas a la relatividad de la ocultación de los hechos, ya no digamos de la mentira, porque cuando de determinar la condición social de los gobernados, lo mismo maquillan los entrevistadores que los entrevistados, a quienes avergüenza reconocer en público su condición de inferiores en alguna de las áreas a investigar.
Pero hay algo que no puede ocultarse: la pobreza y lo que ésta conlleva. Me refiero al rencor social, al hambre y la proclividad a la violencia ante la frustración de no obtener los requerimientos mínimos para el bienestar.
En 1994 los neo zapatistas dieron el grito de alarma sobre un hecho insoslayable, a la vista de todo mundo, negado por esa misma sociedad que gusta dar la espalda a la realidad. En Chiapas, como en muchas partes de México, se moría y se muere de enfermedades curables.
Hay paliativos, el seguro popular es un proyecto político electoral que no satisface las necesidades de los mexicanos, aunque permite al gobierno pavonearse a través de la propaganda política. No tiene futuro.
Hoy la alerta la enciende el senador Manlio Fabio Beltrones, advierte que pronto, durante el año entrante, mexicanos podrían morir de hambre. En el Poder Ejecutivo y en el INEGI acuñaron un término estúpido que refiere con hipocresía lo que el senador priista advierte con todas sus letras: la pobreza alimentaria, que no es sino otra cosa que no tener el dinero suficiente para adquirir la dieta básica que evite mala nutrición, más sus consecuencias, que conducen a la enfermedad y la muerte.
Considero que el senador es prudente en su declaración, porque en este país se muere de hambre hace años, no sé cuántos, pero hace años que mexicanos de la tercera edad, desplazados, desempleados y abandonados por sus familias, literalmente mueren de hambre. En diferentes ocasiones he atestiguado ese abandono y sus consecuencias.
Claro que los jóvenes también viven insatisfechos porque no comen a llenarse, porque carecen de otros satisfactores esenciales que la publicidad les mete por los ojos, los obliga a considerar que sin ellos son algo menos que un cero a la izquierda. Éstos mueren de hambre porque para llevar de comer a sus casas y a los hogares de sus padres, deciden incorporarse a la delincuencia organizada como carne de cañón, sin la certeza de una permanencia en el tiempo, pero con la satisfacción de poder comprar lo que otros adquieren sin siquiera despeinarse.
En este país, donde crece el número de ciudadanos inscritos en el rubro de pobreza alimentaria, ya se muere de hambre, como continúan falleciendo de enfermedades curables debido a la negligencia gubernamental. Pero hoy, el senador Beltrones hablará en el Palacio de Minería acerca de las razones por las cuales el PRI quiere gobernar. Ojalá incluya una propuesta de solución a este problema.
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