El ingreso, desmoronado
Mágicas fortunas Forbes
Carlos Fernández-Vega / México SA
En muchas viviendas de las familias que viven sobre el cerro del Peñón, en la colonia La Joya, delegación Iztapalapa, los pedazos de roca del cerro forman parte de la estructura habitacionalFoto Roberto García Ortiz
C
inco gobiernos neoliberales al hilo han repetido hasta la ignominia que México va por el rumbo correcto, y que gracias a su política económica los habitantes de este país cada día reportan mayores índices de bienestar. Eso han coreado, pero, como siempre, los dichos contrastan brutalmente con los hechos. Suficiente sería que los dirigentes salieran a las calles y recorrieran el México real que abominan para constatar que nada tiene que ver con el México de sus discursos.
Que México va por el rumbo correcto lo confirma la siguiente información, publicada ayer por La Jornada: el ritmo de crecimiento del ingreso por habitante en México se desplomó 80 por ciento en las pasadas tres décadas, en comparación con el registrado antes de la crisis de la deuda en los 80, indica una investigación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El producto interno bruto (PIB) per cápita, considerado el indicador más general sobre la distribución de la riqueza de un país entre su población, apenas ha crecido en promedio 0.6 por ciento por año de 1980 a 2008, en contraste con el aumento de 3 por ciento reportado antes de dicho periodo. Incluso refiere que tal indicador ha perdido tanto terreno en México que es más bajo que el que existía en el siglo antepasado, en cuanto a la proporción que representaba del correspondiente a Estados Unidos. El crecimiento del PIB por habitante no sólo ha caído por debajo de la experiencia histórica del periodo previo a la crisis de la deuda. También ha resultado inferior al crecimiento de la mayoría de las regiones del mundo, países ricos y pobres, exportadores o importadores de petróleo, reformadores o no. Para 2008 el PIB per cápita ya había caído a una cuarta parte del nivel de Estados Unidos, menor aún que el porcentaje alcanzado en 1870 (Susana González).
Todo ello en sólo 30 años, es decir, a lo largo de los cinco maravillosos gobiernos neoliberales durante los cuales México (según la versión oficial) ha transitado por el rumbo correcto y colmado de bienestar a sus habitantes. La Cepal lo reseña así: el ingreso por habitante en México llegó a ser equivalente a 60 por ciento del existente en Estados Unidos en el siglo XIX, mientras el mayor nivel alcanzado en el siglo pasado correspondió a la década de los setenta, cuando equivalió a 70 por ciento del PIB per cápita estadunidense. A partir de entonces comenzó su descenso: en 1981 todavía representó 35.6 por ciento de su similar estadunidense, pero en 2008 fue equivalente a sólo 25.6 por ciento, según los comparativos del organismo. Para 2010, de acuerdo con el Banco Mundial, tal equivalencia se redujo a 18.9 por ciento.
He allí el resultado del rumbo correcto presumido por la quinteta infernal. El organismo especializado detalla: a partir de los noventa el crecimiento del PIB per cápita se expandió a una tasa anual de 1.6 por ciento, pero no bastó para remontar tanto la caída que dejó la crisis de la deuda como las posteriores consecuencias en la economía por el desmantelamiento industrial y la apertura comercial, entre otros factores, propiciados por el giro radical en la relación Estado-mercado registrado en estas décadas, que la Cepal califica como el tercer y largo periodo de estancamiento económico en la historia del México independiente y que llega hasta el presente. Con los cambios neoliberales que implicaron un adelgazamiento del Estado la principal víctima fue la inversión pública en infraestructura, además de que el actual modelo de desarrollo exacerba las disparidades sociales. La política de desarrollo que ha seguido el gobierno mexicano en las últimas tres décadas no parece haber captado adecuadamente cuál es el origen de los problemas de ajuste. El diagnóstico en que se inspira la estrategia actual deja qué desear. Por mucho que no se defiendan estrategias de desarrollo del pasado no habría que dar por sentado que la crisis se debió al agotamiento de las mismas y para superar los nuevos obstáculos es posible que se requiera una participación mayor y mejor del Estado, y no lo contrario.
El balance es aterrador, pero que pierdan muchísimos no quiere decir que todos pierdan, que nadie gane. Allí está el caso de los magnates mexicanos marca Forbes, quienes en el mismo periodo neoliberal han incrementado sus fortunas (la mayoría de ellas ligadas a la política neoliberal privatizadora) como si se tratara de un cuento de hadas (de terror para la mayoría de los mexicanos). Sólo hay que recordar que en 2010 la decena de empresarios autóctonos que aparecieron relacionados en el inventario de los más ricos entre los ricos conjuntamente acapararon alrededor de 15 por ciento del producto interno bruto. De hecho, sólo uno de ellos se quedó con la mitad de esa proporción.
Salvo en el caso de Carlos Slim (mil 600 millones de dólares en 1991, tras la privatización de Telmex), no hay información disponible sobre sus fortunas antes de 1994, pero de ese año al cierre de 2010 los tres magnates más ricos entre los ricos muy lejos estuvieron de reportar el mismo resultado que los millones de mexicanos que vieron crecer –por llamarle de alguna forma– el PIB per cápita en apenas 0.6 por ciento como promedio anual. En el juego de la perinola, los empresarios Forbes siempre ganan todo, en especial a partir del desmantelamiento del aparato productivo del Estado, o lo que es lo mismo, la política privatizadora de los cinco gobiernos neoliberales.
Las rebanadas del pastel
Algunos ejemplos del rumbo correcto: de 1991 a 2010 la fortuna de Carlos Slim –de acuerdo con Forbes– se incrementó 4 mil 525 por ciento, al pasar de mil 600 a 74 mil millones de dólares; la de la familia Larrea (primero con Jorge, conocido como El Azote, y ahora con su hijo Germán, el de Pasta de Conchos) aumentó mil 400 por ciento entre 1994 y 2010, es decir, de mil 100 a 16 mil millones de billetes verdes; en ese mismo periodo el empresario totalmente palacio Alberto Bailleres (el único con pedigrí entre los ricos más ricos del país, con negocios en la minería, el comercio, los seguros) vio crecer sus haberes en 530 por ciento, de mil 900 a 12 mil millones de dólares; también está Ricardo Salinas Pliego (el oscuro personaje de los abonos chiquitos y los intereses de agio, sólo apareció entre los multimillonarios a raíz de la privatización del Instituto Mexicano de la Televisión, Imevisión, hoy Tv Azteca), quien de 1994 a 2010 mágicamente vio crecer su fortuna de mil 200 a 8 mil 200 millones de dólares, igual a 583 por ciento.
Mágicas fortunas Forbes
Carlos Fernández-Vega / México SA
En muchas viviendas de las familias que viven sobre el cerro del Peñón, en la colonia La Joya, delegación Iztapalapa, los pedazos de roca del cerro forman parte de la estructura habitacionalFoto Roberto García Ortiz
C
inco gobiernos neoliberales al hilo han repetido hasta la ignominia que México va por el rumbo correcto, y que gracias a su política económica los habitantes de este país cada día reportan mayores índices de bienestar. Eso han coreado, pero, como siempre, los dichos contrastan brutalmente con los hechos. Suficiente sería que los dirigentes salieran a las calles y recorrieran el México real que abominan para constatar que nada tiene que ver con el México de sus discursos.
Que México va por el rumbo correcto lo confirma la siguiente información, publicada ayer por La Jornada: el ritmo de crecimiento del ingreso por habitante en México se desplomó 80 por ciento en las pasadas tres décadas, en comparación con el registrado antes de la crisis de la deuda en los 80, indica una investigación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El producto interno bruto (PIB) per cápita, considerado el indicador más general sobre la distribución de la riqueza de un país entre su población, apenas ha crecido en promedio 0.6 por ciento por año de 1980 a 2008, en contraste con el aumento de 3 por ciento reportado antes de dicho periodo. Incluso refiere que tal indicador ha perdido tanto terreno en México que es más bajo que el que existía en el siglo antepasado, en cuanto a la proporción que representaba del correspondiente a Estados Unidos. El crecimiento del PIB por habitante no sólo ha caído por debajo de la experiencia histórica del periodo previo a la crisis de la deuda. También ha resultado inferior al crecimiento de la mayoría de las regiones del mundo, países ricos y pobres, exportadores o importadores de petróleo, reformadores o no. Para 2008 el PIB per cápita ya había caído a una cuarta parte del nivel de Estados Unidos, menor aún que el porcentaje alcanzado en 1870 (Susana González).
Todo ello en sólo 30 años, es decir, a lo largo de los cinco maravillosos gobiernos neoliberales durante los cuales México (según la versión oficial) ha transitado por el rumbo correcto y colmado de bienestar a sus habitantes. La Cepal lo reseña así: el ingreso por habitante en México llegó a ser equivalente a 60 por ciento del existente en Estados Unidos en el siglo XIX, mientras el mayor nivel alcanzado en el siglo pasado correspondió a la década de los setenta, cuando equivalió a 70 por ciento del PIB per cápita estadunidense. A partir de entonces comenzó su descenso: en 1981 todavía representó 35.6 por ciento de su similar estadunidense, pero en 2008 fue equivalente a sólo 25.6 por ciento, según los comparativos del organismo. Para 2010, de acuerdo con el Banco Mundial, tal equivalencia se redujo a 18.9 por ciento.
He allí el resultado del rumbo correcto presumido por la quinteta infernal. El organismo especializado detalla: a partir de los noventa el crecimiento del PIB per cápita se expandió a una tasa anual de 1.6 por ciento, pero no bastó para remontar tanto la caída que dejó la crisis de la deuda como las posteriores consecuencias en la economía por el desmantelamiento industrial y la apertura comercial, entre otros factores, propiciados por el giro radical en la relación Estado-mercado registrado en estas décadas, que la Cepal califica como el tercer y largo periodo de estancamiento económico en la historia del México independiente y que llega hasta el presente. Con los cambios neoliberales que implicaron un adelgazamiento del Estado la principal víctima fue la inversión pública en infraestructura, además de que el actual modelo de desarrollo exacerba las disparidades sociales. La política de desarrollo que ha seguido el gobierno mexicano en las últimas tres décadas no parece haber captado adecuadamente cuál es el origen de los problemas de ajuste. El diagnóstico en que se inspira la estrategia actual deja qué desear. Por mucho que no se defiendan estrategias de desarrollo del pasado no habría que dar por sentado que la crisis se debió al agotamiento de las mismas y para superar los nuevos obstáculos es posible que se requiera una participación mayor y mejor del Estado, y no lo contrario.
El balance es aterrador, pero que pierdan muchísimos no quiere decir que todos pierdan, que nadie gane. Allí está el caso de los magnates mexicanos marca Forbes, quienes en el mismo periodo neoliberal han incrementado sus fortunas (la mayoría de ellas ligadas a la política neoliberal privatizadora) como si se tratara de un cuento de hadas (de terror para la mayoría de los mexicanos). Sólo hay que recordar que en 2010 la decena de empresarios autóctonos que aparecieron relacionados en el inventario de los más ricos entre los ricos conjuntamente acapararon alrededor de 15 por ciento del producto interno bruto. De hecho, sólo uno de ellos se quedó con la mitad de esa proporción.
Salvo en el caso de Carlos Slim (mil 600 millones de dólares en 1991, tras la privatización de Telmex), no hay información disponible sobre sus fortunas antes de 1994, pero de ese año al cierre de 2010 los tres magnates más ricos entre los ricos muy lejos estuvieron de reportar el mismo resultado que los millones de mexicanos que vieron crecer –por llamarle de alguna forma– el PIB per cápita en apenas 0.6 por ciento como promedio anual. En el juego de la perinola, los empresarios Forbes siempre ganan todo, en especial a partir del desmantelamiento del aparato productivo del Estado, o lo que es lo mismo, la política privatizadora de los cinco gobiernos neoliberales.
Las rebanadas del pastel
Algunos ejemplos del rumbo correcto: de 1991 a 2010 la fortuna de Carlos Slim –de acuerdo con Forbes– se incrementó 4 mil 525 por ciento, al pasar de mil 600 a 74 mil millones de dólares; la de la familia Larrea (primero con Jorge, conocido como El Azote, y ahora con su hijo Germán, el de Pasta de Conchos) aumentó mil 400 por ciento entre 1994 y 2010, es decir, de mil 100 a 16 mil millones de billetes verdes; en ese mismo periodo el empresario totalmente palacio Alberto Bailleres (el único con pedigrí entre los ricos más ricos del país, con negocios en la minería, el comercio, los seguros) vio crecer sus haberes en 530 por ciento, de mil 900 a 12 mil millones de dólares; también está Ricardo Salinas Pliego (el oscuro personaje de los abonos chiquitos y los intereses de agio, sólo apareció entre los multimillonarios a raíz de la privatización del Instituto Mexicano de la Televisión, Imevisión, hoy Tv Azteca), quien de 1994 a 2010 mágicamente vio crecer su fortuna de mil 200 a 8 mil 200 millones de dólares, igual a 583 por ciento.
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