López Obrador, por la revancha

Jorge Fernández Menéndez

Dice el poeta Jorge Luis Borges que “no nos une el amor, sino el espanto”. Yo sinceramente me pregunto qué une a Andrés Manuel López Obrador y a Marcelo Ebrard, no creo que sea el amor, no estoy seguro de que sea el espanto. Son dos políticos tan diferentes, tan distintos, con líneas políticas tan alejadas uno del otro, que sería mucho más fácil identificarlo, a cualquiera de ellos, más con un adversario político que con correligionarios. No estoy diciendo que no puedan, como en los hechos lo han decidido ahora, estar juntos. De alguna forma lo están desde tiempos tan lejanos como 1989. Pueden tener acuerdos, participar en un mismo gobierno o, como dicen que será ahora, participar uno en la campaña del otro. Pero de lo que no dudo es que sus posiciones políticas se alejan cada día más.

Ayer, la encuesta encargada por el PRD decidió que su candidato presidencial (y el del PT y Movimiento Ciudadano) será nuevamente Andrés Manuel. Los resultados de la encuesta son contradictorios: para la mayoría de los encuestados, Marcelo Ebrard tiene mejor imagen y muchos menos negativos, pero López Obrador es preferido como candidato y como eventual presidente. Los resultados ponen de manifiesto la esquizofrenia que vive nuestra izquierda: no es el hombre que tiene mejor imagen y menores opiniones negativas al que prefieren como candidato, sino apuestan por la ortodoxia, más que por la flexibilidad. En última instancia, para su candidatura, prefieren ser conservadores, si por eso se entiende no apostar a la transformación.

Estoy convencido de que Marcelo Ebrard podría haber sido un candidato muy competitivo, con el PRD o con cualquier otro partido. Marcelo me parece uno de los mejores y más talentosos políticos del escenario nacional y por supuesto que su futuro no se cancela con el resultado que aceptó ayer.

Alguna vez habíamos dicho aquí que, en última instancia, para Ebrard hay mucho camino por recorrer. Incluso se puede decir que, dadas las circunstancias que viven el país y su partido, por el evidente deterioro que muestra un PRD que no termina de encontrar su camino, por el tono que ha alcanzado la competencia electoral, Marcelo puede tener mucho más futuro después de las elecciones de 2012 que en ellas.

Claro, eso depende de varias cosas: la primera y principal es que se hayan establecido acuerdos firmes con López Obrador que reflejen lo que mostraron las encuestas, o sea que el peso de Ebrard es políticamente muy similar al del tabasqueño. Segundo, que eso se refleje en el Distrito Federal y me imagino que en Marcelo con una candidatura al Senado. Tercero, que el tono de la campaña de Andrés Manuel le abrirá un espacio a toda una corriente de militantes del PRD que no está de acuerdo con las posiciones tan duras que le llevaron a perder las elecciones de 2006 y a dilapidar el enorme capital político acumulado entonces.

El punto es central porque, independientemente de los acuerdos puntuales, la distancia entre la línea política de ambas corrientes es demasiado amplia.

La propuesta de Ebrard de formar una suerte de Frente Amplio similar al de la izquierda uruguaya va en ese sentido pero, como sucede con muchas otras cosas, las buenas propuestas se pierden si no existe voluntad política para sacarlas adelante.

Creo que Marcelo hubiera sido un mejor candidato para el PRD, PT y MC, pero también que López Obrador será un oponente muy duro para el PRI y el PAN, pues se ha planteado desde hace ya muchos meses que él quiere una confrontación directa, incluso personalizada, con Enrique Peña Nieto: está convencido de que en esa confrontación es donde tiene mayores posibilidades de triunfar. Paradójicamente, que López Obrador esté en las boletas electorales para 2012, no es la mejor noticia para el PRI y Peña Nieto y sí en el caso del PAN, según cómo mueva sus fichas internas. Pero el PAN deberá tomar decisiones mucho antes de mediados de febrero porque lo cierto es que desde hoy queda muy claro que Peña Nieto y López Obrador han comenzado sus campañas y también su confrontación. Alguien dirá que eso le puede convenir al PAN porque evita así la confrontación y el desgaste. Puede ser, pero también lisa y llanamente puede ocurrir que, cuando quiera ingresar en el juego, descubra que ya quedó fuera de él.

Creo que López Obrador, aunque jamás lo diga, aprendió de sus errores de campaña pasados. No sé si le alcanzará para cambiar la imagen y las opiniones negativas que las encuestas mostraron, una vez más, que constituyen su mayor debilidad electoral. Pero no me cabe duda de que, aunque ahora está lejos de encabezar cualquier encuesta, si realmente tuvo ese aprendizaje, será un competidor durísimo para cualquiera.

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