Las encuestas y los compromisos

Eduardo Ibarra Aguirre

Relativamente extendida es aún la percepción y sobre todo la opinión entre comentaristas de los medios de comunicación, la también denominada comentocracia, de que Andrés Manuel López Obrador no respetará el resultado de las encuestas que aplicaron dos empresas el pasado fin de semana, y se darán a conocer a mediados de mes. Apuestan a que gane o pierda el de Macuspana, Tabasco, figurará su nombre en las boletas que millones de electores cruzarán el 1 de julio.

Sus razones tendrán los respetables colegas aunque, por supuesto, no faltarán quienes más bien obedezcan a las comisiones. Pero el hecho es que pareciera que a los primeros va dirigido, entre otros destinatarios, la reiteración del compromiso unitario de Marcelo Ebrard, expresado en La Hora de Opinar, programa televisivo que tan bien codirige Javier Tello.

En víspera de la aplicación de las dos encuestas, López Obrador fue claridoso en su compromiso al considerar “de mal gusto” y “una falta de respeto a la gente” decir que “uno está mejor posicionado” que el otro, misma que extendió al jefe de Gobierno capitalino a quien juzga “es una persona extraordinaria, un buen gobernante, mi amigo”. Tras anunciar que “Vamos a esperar a que sean los ciudadanos quienes decidan”, aprovechó para refrendar la idea de que “en la democracia es el pueblo el que manda, lo demás son fuegos artificiales, conjeturas”, pues éste “es un ejercicio serio”.

A pesar de que nunca rehuyó el tema, mas sus críticos le regatean credibilidad a sus compromisos discursivos, AMLO insistió que el candidato presidencial de las izquierdas políticas y sociales será el que esté mejor posicionado y “no habrá fractura cuando se conozca el resultado. Se duda porque han apostado mucho a la división de nosotros; se frotan las manos los camajanes, quisieran que hubiera división porque saben lo que está de por medio”.

Más claro aún: “Yo no puedo ser candidato si no estoy bien posicionado; no lucho por cargos, sino por ideales y principios”, aseguró.

No tengo duda de que así será y no crea usted que mi optimismo obedece a la amplia o limitada vocación unitaria de los dos precandidatos, sino a un asunto de eficacia política y electoral. Con un solo candidato las izquierdas, Ebrard Casaubon y López Obrador estarán en mejores condiciones de ganar más votos y cargos de elección popular que apareciendo los dos en la boleta.

Además, el anuncio del gobernante respecto a que de no ganar la candidatura presidencial “no aceptará siquiera un escaño en el Senado”, despeja más el panorama donde se le contemplaba como coordinador de los senadores perredistas, o bien es una carta de presión para que los encuestados lo favorezcan, pero también se asegura que su mejor contribución para que la alianza de las izquierdas gane por cuarta ocasión el GDF es concluir su mandato con la entrega de todas las obras en curso y, agrego yo, abatir la corrupción gubernamental.

En el partido del gobierno, el primer panista del país dispuso de la tribuna del Grupo de los 20 para capitalizar electoralmente el asesinato del alcalde de La Piedad, Michoacán. Lo hizo justo en el tercer aniversario de la muerte no investigada, por lo menos a satisfacción, de Juan Camilo Mouriño Terrazo, amigo y colaborador sin par.

Y en tierras tarascas la hermana Luisa María Calderón Hinojosa actualizó el inolvidable “¿Y yo por qué?” –empleado por Vicente Fox Quesada como reacción a los dueños de Televisión Azteca cuando asaltaron la torre retransmisora de CNI Canal 40–, como respuesta al reportero que le preguntó lo elemental: ¿Por qué no denunció ministerial y públicamente que la vida de Ricardo Guzmán corría peligro?

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