Jorge Fernández Menéndez
Las encuestas y sobre todo la percepción de la gente indican que Luisa María Calderón ganará las elecciones del próximo domingo en Michoacán. Las cosas, por supuesto, pueden ser diferentes, pueden cambiar. Pero si nos atenemos a lo que estamos viendo en estos días, la Cocoa, como se conoce a Luisa María, tiene todo para llevarse, contra todos los pronósticos, la gubernatura.
Ya analizaremos en detalle la situación michoacana, pero por lo pronto e independientemente de cómo queden las cosas el domingo 13, hay varias enseñanzas que nos deja este proceso. El primero es la importancia del candidato, en este caso de la candidata: si el joven aspirante panista Marko Cortés, como querían algunos grupos del blanquiazul, hubiera sido el candidato de ese partido, hoy nadie le discutiría el triunfo a Fausto Vallejo, el varias veces alcalde priista de Morelia: Luisa María fue candidata con la oposición de sectores que no querían que compitiera, que creían que la elección se convertiría en un referéndum sobre la labor de su hermano, el presidente Calderón. Y de alguna forma ha sido así, el punto es que, por lo menos en ese estado la percepción de la gente es que el principal responsable de la crisis de seguridad (y de muchos otros ámbitos) que vive Michoacán no es del Gobierno federal sino del local. Y en este caso, si bien Vallejo es un buen candidato, Luisa María se ve mucho más sólida en casi todos los terrenos. ¿Qué el apellido ayuda?. Por supuesto, pero también genera costos. Y por alguna razón, por lo menos en Michoacán, genera expectativas más altas ser Calderón que no serlo.
Eso tiene relación con otro tema, que se refleja en la encuesta de Ulises Beltrán y asociados que ayer publicó Excélsior, sobre la participación del Ejército en la lucha contra el crimen organizado. Mientras algunos políticos y movimientos como el de Javier Sicilia, insisten en que el ejército se debe retirar de esas funciones, por lo menos un 90% de los encuestados, una cantidad abrumadora, quiere que el ejército se quede permanentemente o hasta que exista una buena policía local en esas funciones. Para muchos observadores el tema de la seguridad es un Waterloo gubernamental. No estoy tan seguro, tampoco que la gente lo esté juzgando de la misma manera, sobre todo en los estados donde la situación resulta evidente que tiene responsabilidades locales muy altas.
En el caso del PRI, una vez más se tendrá que decir que no pueden apostar a que la cosas ya están definidas. Ante candidatos, o candidatas, competitivas, el camino se le dificultará inevitablemente. Es verdad que los índices de popularidad de Peña Nieto son muy altos, hoy inalcanzables para sus adversarios, y que el trabajo programático que está realizando Manlio Fabio Beltrones es notable (aunque no es un detalle menor señalar que en algún momento el PRI tendrá que aceptar que ambos, la popularidad y el programa, se deben compatibilizar, algo que todavía no ocurre) pero falta mucho para las elecciones y hay priistas que ya están repartiendo cargos en su imaginación sin comprender que el panismo, si no se equivoca, será un rival muy difícil de roer. Porque tampoco se puede subestimar el poder que otorga, de muchas formas, el detentar la presidencia de la república.
Para el PRD, Michoacán sigue siendo la ratificación de un fracaso. Las cosas están mal en el partido del sol azteca. En las elecciones del próximo domingo prácticamente ya no tiene posibilidades (y que en el cierre de Silvano Aureoles hayan desparecidos todos los principales actores de poder de ese partido es un indicativo transparente de ello) y en el plano interno continúan los enfrentamientos: este domingo una vez más no pudo completar el proceso de selección de sus consejeros y congresistas como se lo había ordenado el Tribuna Electoral, y habrá que ver qué resultado dan las encuestas para designar al candidato entre Marcelo Ebrard y López Obrador.
Michoacán no es todo el país, pero sí confirma que la política nacional y el 2012 aún no tienen dueño.
Las encuestas y sobre todo la percepción de la gente indican que Luisa María Calderón ganará las elecciones del próximo domingo en Michoacán. Las cosas, por supuesto, pueden ser diferentes, pueden cambiar. Pero si nos atenemos a lo que estamos viendo en estos días, la Cocoa, como se conoce a Luisa María, tiene todo para llevarse, contra todos los pronósticos, la gubernatura.
Ya analizaremos en detalle la situación michoacana, pero por lo pronto e independientemente de cómo queden las cosas el domingo 13, hay varias enseñanzas que nos deja este proceso. El primero es la importancia del candidato, en este caso de la candidata: si el joven aspirante panista Marko Cortés, como querían algunos grupos del blanquiazul, hubiera sido el candidato de ese partido, hoy nadie le discutiría el triunfo a Fausto Vallejo, el varias veces alcalde priista de Morelia: Luisa María fue candidata con la oposición de sectores que no querían que compitiera, que creían que la elección se convertiría en un referéndum sobre la labor de su hermano, el presidente Calderón. Y de alguna forma ha sido así, el punto es que, por lo menos en ese estado la percepción de la gente es que el principal responsable de la crisis de seguridad (y de muchos otros ámbitos) que vive Michoacán no es del Gobierno federal sino del local. Y en este caso, si bien Vallejo es un buen candidato, Luisa María se ve mucho más sólida en casi todos los terrenos. ¿Qué el apellido ayuda?. Por supuesto, pero también genera costos. Y por alguna razón, por lo menos en Michoacán, genera expectativas más altas ser Calderón que no serlo.
Eso tiene relación con otro tema, que se refleja en la encuesta de Ulises Beltrán y asociados que ayer publicó Excélsior, sobre la participación del Ejército en la lucha contra el crimen organizado. Mientras algunos políticos y movimientos como el de Javier Sicilia, insisten en que el ejército se debe retirar de esas funciones, por lo menos un 90% de los encuestados, una cantidad abrumadora, quiere que el ejército se quede permanentemente o hasta que exista una buena policía local en esas funciones. Para muchos observadores el tema de la seguridad es un Waterloo gubernamental. No estoy tan seguro, tampoco que la gente lo esté juzgando de la misma manera, sobre todo en los estados donde la situación resulta evidente que tiene responsabilidades locales muy altas.
En el caso del PRI, una vez más se tendrá que decir que no pueden apostar a que la cosas ya están definidas. Ante candidatos, o candidatas, competitivas, el camino se le dificultará inevitablemente. Es verdad que los índices de popularidad de Peña Nieto son muy altos, hoy inalcanzables para sus adversarios, y que el trabajo programático que está realizando Manlio Fabio Beltrones es notable (aunque no es un detalle menor señalar que en algún momento el PRI tendrá que aceptar que ambos, la popularidad y el programa, se deben compatibilizar, algo que todavía no ocurre) pero falta mucho para las elecciones y hay priistas que ya están repartiendo cargos en su imaginación sin comprender que el panismo, si no se equivoca, será un rival muy difícil de roer. Porque tampoco se puede subestimar el poder que otorga, de muchas formas, el detentar la presidencia de la república.
Para el PRD, Michoacán sigue siendo la ratificación de un fracaso. Las cosas están mal en el partido del sol azteca. En las elecciones del próximo domingo prácticamente ya no tiene posibilidades (y que en el cierre de Silvano Aureoles hayan desparecidos todos los principales actores de poder de ese partido es un indicativo transparente de ello) y en el plano interno continúan los enfrentamientos: este domingo una vez más no pudo completar el proceso de selección de sus consejeros y congresistas como se lo había ordenado el Tribuna Electoral, y habrá que ver qué resultado dan las encuestas para designar al candidato entre Marcelo Ebrard y López Obrador.
Michoacán no es todo el país, pero sí confirma que la política nacional y el 2012 aún no tienen dueño.
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