Carlos Ramírez / Indicador Político
Más que una decisión en términos de derecha o izquierda, las votaciones del domingo aquí en España dejaron ver un castigo a la pésima gestión de la crisis por parte del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Los españoles no buscaron la opción ideológica sino el castigo en las urnas al PSOE.
Zapatero, “el Maquiavelo de León”, careció de racionalidad para entender la lógica de la crisis. Su salida del gobierno debió de haber sido operada en mayo del 2010 cuando España fue obligada por la Unión Europea, el Banco Europea y presiones directas del presidente Barack Obama para aplicar un programa de ajuste tipo neoliberal, pero Zapatero dijo que él podía con el paquete; fracasó y llevó al PSOE al peor piso electoral de su historia.
El saldo económico empeoró: PIB negativo, 5 millones de desempleados, 7% de sobretasa en bonos sobre una media de 1%, déficit presupuestal de 9%. A Zapatero le ordenaron bajar gasto para disminuir el déficit público y aplicó el programa de ajuste de la derecha: bajo gasto social, pensiones y alargó el retiro, pero dejó el gasto ideológico de apoyo a minorías sin efecto en las encuestas o votaciones.
En septiembre del 2010, ante ese programa, los aliados sindicales de Zapatero realizaron una huelga general, aunque las dos grandes sindicales –la socialista y la comunista– eludieron críticas a Zapatero. Ahí el electorado vio las complicidades del poder. En el contexto del fracaso de las estructuras de mediación social –sindicatos, partidos, organizaciones–, el 15 de mayo de este 2011, en el escenario de las municipales que también perdió el PSOE como adelanto de las generales, nació el movimiento 15-M de jóvenes desencantados con la política; pero al final, el deterioro del movimiento de protesta y el control de los grupos anarquistas y anticapitalistas, desvió el camino hacia los Indignados.
La debacle electoral del PSOE –de 169 diputados en el 2008 a sólo 110 y una baja electoral de 43.7% de votos a 28.6%– no fue ideológica sino por la mala gestión de la crisis. Lo grave del asunto fue que Zapatero tuvo prácticamente un año y medio –del ajuste impuesto de mayo de 2010 a las elecciones de noviembre de 2011– para componer la economía, pero se dedicó a ideologizar la confrontación electoral y a seguir hundiendo al país en el desempleo; en 2009 el desempleo llegó a 13% y al día de las elecciones había subido a 22%.
El argumento del PSOE y de Zapatero de que la derecha del Partido Popular va a aplicar desde el gobierno el programa neoliberal es una falacia; el programa tipo FMI fue aplicado ya por Zapatero desde mayo de 2010 pero sin eficacia y con muchos engaños. Por eso la economía española no repuntó. En lugar de cambiar a su equipo económico y a su incompetente vicepresidenta económica y ministra de Economía, Elena Salgado, Zapatero la convirtió en el eje de la política anticrisis… que profundizó la crisis social.
Zapatero jugó al Maquiavelo y no a la política; es decir, realizó maniobras y no tomó decisiones. Para entorpecer el camino de Mariano Rajoy y el PP, Zapatero manipuló el proceso electoral con tres estrategias fallidas: fijo la fecha de elecciones generales el 20 de noviembre para que los españoles recordaran que fue la fecha en que murió Francisco Franco y el PP viene del venero del franquismo; negoció en secreto con la ETA para que anunciara el fin de la violencia aunque no entregara las armas; y popularizó el concepto de prima de riesgo –tasa de interés adicional para vender bonos en el mercado– convirtiéndola en la tasa de calificación de su gobierno.
El fracaso de estas tres estrategias terminó por hundir al PSOE: el 20 de noviembre la gente no pensaba en Franco sino en el desempleo y la crisis social, la ETA se volvió a burlar de los españoles a pesar de Zapatero y su enésimo anunció no influyó en el voto; y la prima de riesgo no fue de 1% que quería Zapatero sino 7% que provocó regaños adicionales del Banco de Europa, Alemania y Francia.
Los españoles salieron a votar contra la crisis económica e identificaron al PSOE con la figura de Zapatero. Los analistas pusieron en duda el sábado que el PP lograra una ventaja sobre el PSOE de 16 puntos que anunciaban las encuestas, pero el resultado final fue la confirmación de las encuestas: la debacle del PSOE y de Zapatero, a pesar de que el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba decidió usar la amenaza de la victoria de la derecha.
Zapatero, el PSOE y su candidato Rubalcaba no entendieron el desasosiego de los españoles con la crisis. Zapatero tuvo año y medio para instrumentar un programa de emergencia contra la crisis económica, pero se pasó esos meses diciendo que no había crisis. Inclusive, Zapatero perdió la preciosa oportunidad que le presentó el PP a finales del año pasado para un Pacto de Estado contra la crisis; la política económica del PSOE en el gobierno fue la misma y los resultados fueron un agudizamiento de la crisis económica con efectos sociales.
Más que una decisión en términos de derecha o izquierda, las votaciones del domingo aquí en España dejaron ver un castigo a la pésima gestión de la crisis por parte del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Los españoles no buscaron la opción ideológica sino el castigo en las urnas al PSOE.
Zapatero, “el Maquiavelo de León”, careció de racionalidad para entender la lógica de la crisis. Su salida del gobierno debió de haber sido operada en mayo del 2010 cuando España fue obligada por la Unión Europea, el Banco Europea y presiones directas del presidente Barack Obama para aplicar un programa de ajuste tipo neoliberal, pero Zapatero dijo que él podía con el paquete; fracasó y llevó al PSOE al peor piso electoral de su historia.
El saldo económico empeoró: PIB negativo, 5 millones de desempleados, 7% de sobretasa en bonos sobre una media de 1%, déficit presupuestal de 9%. A Zapatero le ordenaron bajar gasto para disminuir el déficit público y aplicó el programa de ajuste de la derecha: bajo gasto social, pensiones y alargó el retiro, pero dejó el gasto ideológico de apoyo a minorías sin efecto en las encuestas o votaciones.
En septiembre del 2010, ante ese programa, los aliados sindicales de Zapatero realizaron una huelga general, aunque las dos grandes sindicales –la socialista y la comunista– eludieron críticas a Zapatero. Ahí el electorado vio las complicidades del poder. En el contexto del fracaso de las estructuras de mediación social –sindicatos, partidos, organizaciones–, el 15 de mayo de este 2011, en el escenario de las municipales que también perdió el PSOE como adelanto de las generales, nació el movimiento 15-M de jóvenes desencantados con la política; pero al final, el deterioro del movimiento de protesta y el control de los grupos anarquistas y anticapitalistas, desvió el camino hacia los Indignados.
La debacle electoral del PSOE –de 169 diputados en el 2008 a sólo 110 y una baja electoral de 43.7% de votos a 28.6%– no fue ideológica sino por la mala gestión de la crisis. Lo grave del asunto fue que Zapatero tuvo prácticamente un año y medio –del ajuste impuesto de mayo de 2010 a las elecciones de noviembre de 2011– para componer la economía, pero se dedicó a ideologizar la confrontación electoral y a seguir hundiendo al país en el desempleo; en 2009 el desempleo llegó a 13% y al día de las elecciones había subido a 22%.
El argumento del PSOE y de Zapatero de que la derecha del Partido Popular va a aplicar desde el gobierno el programa neoliberal es una falacia; el programa tipo FMI fue aplicado ya por Zapatero desde mayo de 2010 pero sin eficacia y con muchos engaños. Por eso la economía española no repuntó. En lugar de cambiar a su equipo económico y a su incompetente vicepresidenta económica y ministra de Economía, Elena Salgado, Zapatero la convirtió en el eje de la política anticrisis… que profundizó la crisis social.
Zapatero jugó al Maquiavelo y no a la política; es decir, realizó maniobras y no tomó decisiones. Para entorpecer el camino de Mariano Rajoy y el PP, Zapatero manipuló el proceso electoral con tres estrategias fallidas: fijo la fecha de elecciones generales el 20 de noviembre para que los españoles recordaran que fue la fecha en que murió Francisco Franco y el PP viene del venero del franquismo; negoció en secreto con la ETA para que anunciara el fin de la violencia aunque no entregara las armas; y popularizó el concepto de prima de riesgo –tasa de interés adicional para vender bonos en el mercado– convirtiéndola en la tasa de calificación de su gobierno.
El fracaso de estas tres estrategias terminó por hundir al PSOE: el 20 de noviembre la gente no pensaba en Franco sino en el desempleo y la crisis social, la ETA se volvió a burlar de los españoles a pesar de Zapatero y su enésimo anunció no influyó en el voto; y la prima de riesgo no fue de 1% que quería Zapatero sino 7% que provocó regaños adicionales del Banco de Europa, Alemania y Francia.
Los españoles salieron a votar contra la crisis económica e identificaron al PSOE con la figura de Zapatero. Los analistas pusieron en duda el sábado que el PP lograra una ventaja sobre el PSOE de 16 puntos que anunciaban las encuestas, pero el resultado final fue la confirmación de las encuestas: la debacle del PSOE y de Zapatero, a pesar de que el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba decidió usar la amenaza de la victoria de la derecha.
Zapatero, el PSOE y su candidato Rubalcaba no entendieron el desasosiego de los españoles con la crisis. Zapatero tuvo año y medio para instrumentar un programa de emergencia contra la crisis económica, pero se pasó esos meses diciendo que no había crisis. Inclusive, Zapatero perdió la preciosa oportunidad que le presentó el PP a finales del año pasado para un Pacto de Estado contra la crisis; la política económica del PSOE en el gobierno fue la misma y los resultados fueron un agudizamiento de la crisis económica con efectos sociales.
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