Escenarios 2012 - II

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Estados alterados produjo en amigos y lectores el texto de ayer. No sé por qué asombrarse si son muchos los testimonios de que así sucede: en México las elecciones se determinaban sobre el escritorio del presidente de la República, hoy en los de los representantes de los poderes fácticos. En Estados Unidos y Europa el poder económico determina quién sí y quién no es apto para gobernar. Charles de Gaulle debió dar un golpe de Estado técnico para hacerse con el poder en 1958. Diez años después, con todo y referéndum, lo enviaron de regreso a Colombey.

No se trata de discernir cómo llega el que va acceder al poder, sino de dejar asentado que ser presidente de México es cada día más complejo, que priorizar los problemas que han de resolverse no será sencillo, porque creen que la sociedad carece de consideraciones inteligentes para decidir y, en consecuencia, no les regateará la necesaria legitimación en las urnas, para conducirse como antaño. No consideran que buena parte de los mexicanos se siente tanto o más agraviada que quienes padecieron los últimos años del porfirismo y los primeros de los caudillos, y está atenta a cualquier gesto, señal o indicación que le ofrezca un nuevo contrato de esperanza, el cambio total en las condiciones del contrato social.

Por el momento todo indica que corresponderá a Enrique Peña Nieto asumir el poder, pero también todo indica que él y su equipo no han evaluado lo suficiente las condiciones anímicas de sus futuros gobernados, que a diferencia de los años 2000 y 2006, hoy vienen de una guerra que no es de ellos, quieren regresar de agravios sin fin e impuestos por el gobierno con la muda anuencia de los partidos, al criminalizarse a las víctimas, al padecer del secuestro y la desaparición de familiares, al sufrir estado de pobreza alimentaria, al vivir en la angustia que aguza su ingenio y su audacia, su osadía, como puede atestiguarse en las caudas de desheredados de la tierra que arrastran tras de sí las diversas organizaciones que -en defensa de la dignidad y de los derechos humanos- se han creado y, con rapidez pasmosa, aprenden a exigir y organizarse.

El riesgo es que, como en 1988 y 2006, legitimar la elección requiera de que el sistema calle de nuevo, o de un Luis Carlos Ugalde que abra la boca sin necesidad, o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se empeñe en dar fe de lo que no puede, pues como lo narra José Saramago en Un ensayo sobre la lucidez, el voto en blanco puede muy bien poner en aprietos al modelo político y la impostura democrática que se vive en México.

“¿Qué ocurriría si en unas elecciones municipales el 83% del electorado de la capital de un país opta por votar en blanco?”; este es el punto de partida de esa novela, donde el lector hace propia una devastadora crítica contra el sistema, sus gobernantes y los medios de comunicación, vistos como agentes de manipulación. Puede ocurrir fuera de las páginas de la novela, puede suceder aquí.

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