Carlos Ramírez / Indicador Político
Como en política los asuntos pendientes deambulan como fantasmas en los pasillos del poder, el PRI tendrá que resolver su candidatura en el escenario de una nueva disputa interna por el proyecto de nación: el neoliberalismo salinista que encabeza Enrique Peña Nieto y el progresismo tradicional que ofrece Manlio Fabio Beltrones.
Se trata, por lo demás, del litigio pendiente de 1994 cuando el asesinato interrumpió la corrección al proyecto de gobierno del PRI que había ofrecido Luis Donaldo Colosio, luego de las tensiones internas profundizadas por el neoliberalismo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Ernesto Zedillo fue escogido por Salinas para impedir el proyecto progresista colosista, sólo que Zedillo, agobiado por la tesis del beneficiario del crimen de Colosio, optó por un neoliberalismo sin Salinas.
Las tesis políticas y económicas de Beltrones perfilan la recuperación del discurso progresista del PRI y su alto contenido social, sólo que en un escenario de reforzamiento del neoliberalismo. En cambio, Salinas ha refrendado su propuesta neoliberal aunque disfrazado de una retórica populista similar a la de López Obrador, aunque en el fondo es el mismo proyecto globalizador y privatizador de su sexenio 1988-1994; el proyecto salinista es la oferta de gobierno de Peña Nieto.
De ahí que el PRI tenga que pasar el 2012 por la revisión de 1994, cuando el asesinato de Colosio interrumpió el intento de grupos priístas por interrumpir el modelo salinista y regresar a las doctrinas sociales y populares del PRI. El discurso de Colosio del 6 de marzo disgustó a Salinas porque le señalaba que las reformas salinistas habían empobrecido al país, habían alejado al PRI de las bases y la restauración del autoritarismo había pervertido la justicia. Zedillo profundizó el modelo salinista globalizador, se alejó del PRI y lo abandonó en las elecciones presidenciales del 2000. En un escenario original, Zedillo sí formaba parte de los activos priístas e inclusive era la carta sucesoria justamente para el 2000, luego de la presidencia colosista; el asesinato de Colosio adelantó las vísperas y rompió el juego de Salinas.
El conflicto de Salinas con Zedillo, que también es otra agenda pendiente del PRI, no se dio por razones de política económica sino de complicidades del poder. Luego de una campaña operada por Salinas, Zedillo se encontró con el fardo del asesinato de Colosio y las sospechas que apuntaban a Los Pinos de Salinas. Cuando comenzó a manejarse la tesis del beneficiario del crimen, Zedillo tuvo que romper amarras del salinismo y por ello arrestó a Raúl Salinas de Gortari --independientemente de algunas pistas no tan sólidas-- por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu; con esa decisión, Zedillo rompió con Salinas.
El PRI perdió bases sociales cuando divorció el discurso social de las políticas de gobierno; en dos sexenios en la oposición presidencial, en el PRI se comenzó a asentar una redefinición de los objetivos del desarrollo: La candidatura de Francisco Labastida Ochoa no alcanzó a romper con el neoliberalismo y la personalidad conflictiva de Roberto Madrazo excluyó cualquier discurso programático. El posicionamiento adelantado del PRI con la figura mediática de Peña Nieto y la falta de una definición del desarrollo --sólo se ha centrado en la restauración del modelo político de supermayorías con la subordinación del legislativo al ejecutivo-- permitió que algunos espacios del partido --sobre todo la Fundación Colosio-- abriera el camino de la recuperación del programa social de desarrollo del PRI.
Ahí es donde se localiza la disputa dentro del PRI por la nación entre el proyecto neoliberal salinista de Peña Nieto y el proyecto social del PRI anterior al salinismo y al populismo que perfila Beltrones. Además del paisanaje y de la participación en el grupo político colosista, Beltrones ofrece la propuesta de bienestar social que Colosio había comenzado a perfilar luego de sus recorridos por el México de la pobreza y el abandono, por el México detrás del espejo y el espejismo del neoliberalismo globalizador de Salinas, y que había esbozado como punto de partida en su discurso del 6 de marzo. Basado en su ventaja mediática, Peña Nieto no quiere adelantar vísperas y se afianza en las encuestas, en tanto que Beltrones ha comenzado a desperezar a los priístas con sus propuestas de definir primero el programa de gobierno y los compromisos sociales y después escoger al hombre adecuado para llevarlo a cabo.
Pero como en los tiempos de Echeverría, cuando Jesús Reyes Heroles pedía igual que primero fuera el programa y luego el partido, el PRI podría fracturarse con la imposición de un candidato basado en las encuestas y sin un programa de reformulación de la política del desarrollo. La tarea de Beltrones no se aparece fácil por lo adelantado de los tiempos, pero de todos modos ha dejado sembrado el debate y con ello ha afianzado corrientes del PRI que no quieren regresar a la presidencia para repetir el pasado salinista neoliberal sino que buscan consolidarse en el poder con propuestas y resultados.
La disputa por el PRI entre el proyecto neoliberal y el proyecto progresista no es nada más de figuras o apellidos, sino que representa corrientes importantes en el PRI. El neoliberalismo salinista rompió las estructuras corporativas del priísmo y generó nuevas alianzas de poder con los sectores dominantes de su proyecto globalizador: el sector privado, la inversión extranjera, las petroleras estadounidenses, las compañías industriales trasnacionales y el poderosísimo sector financiero. Sin embargo, y pese al abandono, los sectores sociales priístas siguen latentes, a veces agonizantes pero activos.
Para llegar al poder en el 2012, el PRI tendrá que resolver antes la disputa interna por su proyecto: en 1987 esa disputa por el proyecto de desarrollo provocó la fractura de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1994 se dio en el escenario del asesinato de Colosio, en el 2000 y el 2006 provocó la derrota. La imposición de candidato podría repetir las divisiones que lo hicieron perder la presidencia.
Como en política los asuntos pendientes deambulan como fantasmas en los pasillos del poder, el PRI tendrá que resolver su candidatura en el escenario de una nueva disputa interna por el proyecto de nación: el neoliberalismo salinista que encabeza Enrique Peña Nieto y el progresismo tradicional que ofrece Manlio Fabio Beltrones.
Se trata, por lo demás, del litigio pendiente de 1994 cuando el asesinato interrumpió la corrección al proyecto de gobierno del PRI que había ofrecido Luis Donaldo Colosio, luego de las tensiones internas profundizadas por el neoliberalismo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Ernesto Zedillo fue escogido por Salinas para impedir el proyecto progresista colosista, sólo que Zedillo, agobiado por la tesis del beneficiario del crimen de Colosio, optó por un neoliberalismo sin Salinas.
Las tesis políticas y económicas de Beltrones perfilan la recuperación del discurso progresista del PRI y su alto contenido social, sólo que en un escenario de reforzamiento del neoliberalismo. En cambio, Salinas ha refrendado su propuesta neoliberal aunque disfrazado de una retórica populista similar a la de López Obrador, aunque en el fondo es el mismo proyecto globalizador y privatizador de su sexenio 1988-1994; el proyecto salinista es la oferta de gobierno de Peña Nieto.
De ahí que el PRI tenga que pasar el 2012 por la revisión de 1994, cuando el asesinato de Colosio interrumpió el intento de grupos priístas por interrumpir el modelo salinista y regresar a las doctrinas sociales y populares del PRI. El discurso de Colosio del 6 de marzo disgustó a Salinas porque le señalaba que las reformas salinistas habían empobrecido al país, habían alejado al PRI de las bases y la restauración del autoritarismo había pervertido la justicia. Zedillo profundizó el modelo salinista globalizador, se alejó del PRI y lo abandonó en las elecciones presidenciales del 2000. En un escenario original, Zedillo sí formaba parte de los activos priístas e inclusive era la carta sucesoria justamente para el 2000, luego de la presidencia colosista; el asesinato de Colosio adelantó las vísperas y rompió el juego de Salinas.
El conflicto de Salinas con Zedillo, que también es otra agenda pendiente del PRI, no se dio por razones de política económica sino de complicidades del poder. Luego de una campaña operada por Salinas, Zedillo se encontró con el fardo del asesinato de Colosio y las sospechas que apuntaban a Los Pinos de Salinas. Cuando comenzó a manejarse la tesis del beneficiario del crimen, Zedillo tuvo que romper amarras del salinismo y por ello arrestó a Raúl Salinas de Gortari --independientemente de algunas pistas no tan sólidas-- por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu; con esa decisión, Zedillo rompió con Salinas.
El PRI perdió bases sociales cuando divorció el discurso social de las políticas de gobierno; en dos sexenios en la oposición presidencial, en el PRI se comenzó a asentar una redefinición de los objetivos del desarrollo: La candidatura de Francisco Labastida Ochoa no alcanzó a romper con el neoliberalismo y la personalidad conflictiva de Roberto Madrazo excluyó cualquier discurso programático. El posicionamiento adelantado del PRI con la figura mediática de Peña Nieto y la falta de una definición del desarrollo --sólo se ha centrado en la restauración del modelo político de supermayorías con la subordinación del legislativo al ejecutivo-- permitió que algunos espacios del partido --sobre todo la Fundación Colosio-- abriera el camino de la recuperación del programa social de desarrollo del PRI.
Ahí es donde se localiza la disputa dentro del PRI por la nación entre el proyecto neoliberal salinista de Peña Nieto y el proyecto social del PRI anterior al salinismo y al populismo que perfila Beltrones. Además del paisanaje y de la participación en el grupo político colosista, Beltrones ofrece la propuesta de bienestar social que Colosio había comenzado a perfilar luego de sus recorridos por el México de la pobreza y el abandono, por el México detrás del espejo y el espejismo del neoliberalismo globalizador de Salinas, y que había esbozado como punto de partida en su discurso del 6 de marzo. Basado en su ventaja mediática, Peña Nieto no quiere adelantar vísperas y se afianza en las encuestas, en tanto que Beltrones ha comenzado a desperezar a los priístas con sus propuestas de definir primero el programa de gobierno y los compromisos sociales y después escoger al hombre adecuado para llevarlo a cabo.
Pero como en los tiempos de Echeverría, cuando Jesús Reyes Heroles pedía igual que primero fuera el programa y luego el partido, el PRI podría fracturarse con la imposición de un candidato basado en las encuestas y sin un programa de reformulación de la política del desarrollo. La tarea de Beltrones no se aparece fácil por lo adelantado de los tiempos, pero de todos modos ha dejado sembrado el debate y con ello ha afianzado corrientes del PRI que no quieren regresar a la presidencia para repetir el pasado salinista neoliberal sino que buscan consolidarse en el poder con propuestas y resultados.
La disputa por el PRI entre el proyecto neoliberal y el proyecto progresista no es nada más de figuras o apellidos, sino que representa corrientes importantes en el PRI. El neoliberalismo salinista rompió las estructuras corporativas del priísmo y generó nuevas alianzas de poder con los sectores dominantes de su proyecto globalizador: el sector privado, la inversión extranjera, las petroleras estadounidenses, las compañías industriales trasnacionales y el poderosísimo sector financiero. Sin embargo, y pese al abandono, los sectores sociales priístas siguen latentes, a veces agonizantes pero activos.
Para llegar al poder en el 2012, el PRI tendrá que resolver antes la disputa interna por su proyecto: en 1987 esa disputa por el proyecto de desarrollo provocó la fractura de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1994 se dio en el escenario del asesinato de Colosio, en el 2000 y el 2006 provocó la derrota. La imposición de candidato podría repetir las divisiones que lo hicieron perder la presidencia.
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