Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
¿Por qué Humberto Moreira es el político colocado en la cruz y sobre el que hay un proceso continuo de linchamiento político? ¿Por verse cercano a Enrique Peña Nieto, el puntero en la carrera presidencial? ¿Porque será el primero de una larga lista de priistas a quienes se irá demoliendo de aquí hasta julio de 2012? ¿Porque le están pasando la factura de haber sido el toro tricolor que cuando salió a la plaza embistió a quien se le puso enfrente sin importar su tamaño y su fuerza?
No hay forma de saber cuál es la razón de fondo por la que el gobierno y el PAN decidieron tomarlo por los cuernos y comenzar su larga agonía a través de una sucesión de escándalos que crecieron en importancia y calidad de irregularidad. Moreira es hoy un toro que sangra. Sus adversarios huelen lo herido que está, mientras sus aliados comienzan a discutir en qué momento tendrán que deshacerse de él. El líder nacional del PRI no sólo está muerto, sino se está pudriendo.
Las inyecciones que se ha dado para sanarse han resultado vanas.
El jueves pasado dejó la presentación del programa de gobierno del PRI en el Polyforum Siqueiros de la ciudad de México, cuyo evento congregaba a la cúpula del partido que abrazaba a sus figuras presidenciales, Manlio Fabio Beltrones y Peña Nieto. Se fue tan pronto comenzó el evento para viajar a Saltillo y asistir al último informe de Jorge Torres, gobernador interino de Coahuila que relevó a Moreira al ser electo presidente del PRI, porque el sustituto iba a explicar ampliamente el tema del endeudamiento.
Torres hizo una detallada exposición del endeudamiento de Coahuila, razón por la cual comenzó el último tramo del linchamiento de Moreira, pero como sucede cada vez que intenta un control de daños, fue inútil. El informe fue precedido por un zafarrancho entre priistas y panistas que, al final del día, fue lo que realmente se quedó en el imaginario. La explicación sobre la deuda es un ejercicio ocioso, porque la discusión ya mutó del tema financiero al penal, pues para poderse endeudar, su gobierno falsificó documentos por al menos dos mil millones de pesos.
Si se puede explicar la deuda con obra pública, ¿cómo se justifica el delito en el que fueron atrapados por el PAN? Moreira se quiso defender y en agosto denunció en la PGR a quien había sido su brazo financiero, y presunto responsable del ilícito, Javier Villarreal. La PGR inició el proceso y giró una orden de aprehensión contra Villarreal, quien salió libre bajo fianza mientras sigue la investigación. El escándalo no paró, y como en el caso de Torres, el control de daños también fue inútil.
Moreira insiste que él no sabía nada de la falsificación de documentos, pero ¿acaso no se ha dado cuenta que eso ya no importa? Si en efecto resulta inocente de todo cargo, sólo se limpiará –que no es menor- la parte de la ilegalidad, pero no frenará el ataque público. A este punto llegó después de meses de que le estuvieron buscando, como debió anticipar que sucedería cuando acusaron de enriquecimiento inexplicable durante el tiempo que trabajó con él en el gobierno de Coahuila, a su protegido y excolaborador, Vicente Chaires.
En ese entonces, como ahora, Moreira calculó mal. No enfrentó las acusaciones de inmediato y el enano le creció hasta convertirse en el gigante que lo está pisando. Lo mismo sucedió cuando comenzó su liderazgo en el PRI y empezó a atacar al gobierno y al gabinete del presidente Felipe Calderón, lo que motivó que todo el Ejecutivo y el PAN alineara los cañones en su contra. Moreira rechazó sugerencias de moderación, y estaba convencido de que tenía que hacerlo. “Mi trabajo va a ser quitarle los golpes a Enrique y Manlio”, dijo, como justificación de su estrategia.
No reparó en sus lastres ni en que lo habían amenazado. Lo más claro, cuando al enfilar a su hermano Rubén a la gubernatura, el exsecretario de Gobernación Fernando Gómez Mont le advirtió: “No vamos a permitir que (lo) dejes”. Moreira reía. Y su pesadilla empezó con las acusaciones a Chaires y con una andanada de acusaciones personales en vísperas de la elección.
El PAN distribuyó en las calles de Coahuila miles de panfletos para denunciar a su familia de nepotismo y abuso de poder y colocó espectaculares en varias ciudades para acusar a su madre de “aviadora” del erario estatal. Moreira reaccionó y los priistas difundieron el video de una fiesta donde el invitado de honor era el presidente Felipe Calderón. Alegaban que el candidato del PAN a la gubernatura, Guillermo Anaya, había contratado a un pariente político para colocar el sonido, quien resultó ser Sergio Villarreal, “El Grande”, lugarteniente en el Cártel de los Beltrán Leyva.
El affaire Chaires no modificó el curso de la elección pero tampoco redujo la presión. Siguieron acotándolo y centrándolo. Antes del escándalo del endeudamiento, varios gobernadores del PRI le pidieron que moderara sus ataques porque podían verse afectados presupuestalmente. Moreira no los escuchó, y cada vez que se sentía menos vulnerable, intensificaba sus ataques. Pero como antes, con mal cálculo. Usó el veneno de la retórica mientras sus adversarios lo embarraban de corrupción; denunció una campaña en su contra mientras sus rivales le embarraban los documentos falsos en su cara.
Hace unos días Moreira abrió la posibilidad de su salida del PRI, en la primavera, cuando haya candidato presidencial, como la fecha más próxima. Pero no va a aguantar, coinciden priistas cercanos a los aspirantes, y se tendrá que ir antes de esa fecha. Por ahora le siguen colocando polines bajo los brazos para que no caiga, y lo tienen en la sala de emergencias tricolor con respiración artificial. Las elecciones de Michoacán el próximo domingo son la razón.
Pero después de esos comicios, coinciden, empezará la cuenta regresiva para su relevo. ¿Aunque gane el PRI? Aunque gane, dijo un priista con influencia. Moreira dejó de ser un activo y se ha convertido en un lastre. Ya empezaron a elaborarse los escenarios sobre quién podría remplazarlo sin que cause mayores turbulencias internas, y se buscaría la solución que genere la menor inestabilidad, pues con el tsunami de Moreira ya tuvieron suficiente.
¿Por qué Humberto Moreira es el político colocado en la cruz y sobre el que hay un proceso continuo de linchamiento político? ¿Por verse cercano a Enrique Peña Nieto, el puntero en la carrera presidencial? ¿Porque será el primero de una larga lista de priistas a quienes se irá demoliendo de aquí hasta julio de 2012? ¿Porque le están pasando la factura de haber sido el toro tricolor que cuando salió a la plaza embistió a quien se le puso enfrente sin importar su tamaño y su fuerza?
No hay forma de saber cuál es la razón de fondo por la que el gobierno y el PAN decidieron tomarlo por los cuernos y comenzar su larga agonía a través de una sucesión de escándalos que crecieron en importancia y calidad de irregularidad. Moreira es hoy un toro que sangra. Sus adversarios huelen lo herido que está, mientras sus aliados comienzan a discutir en qué momento tendrán que deshacerse de él. El líder nacional del PRI no sólo está muerto, sino se está pudriendo.
Las inyecciones que se ha dado para sanarse han resultado vanas.
El jueves pasado dejó la presentación del programa de gobierno del PRI en el Polyforum Siqueiros de la ciudad de México, cuyo evento congregaba a la cúpula del partido que abrazaba a sus figuras presidenciales, Manlio Fabio Beltrones y Peña Nieto. Se fue tan pronto comenzó el evento para viajar a Saltillo y asistir al último informe de Jorge Torres, gobernador interino de Coahuila que relevó a Moreira al ser electo presidente del PRI, porque el sustituto iba a explicar ampliamente el tema del endeudamiento.
Torres hizo una detallada exposición del endeudamiento de Coahuila, razón por la cual comenzó el último tramo del linchamiento de Moreira, pero como sucede cada vez que intenta un control de daños, fue inútil. El informe fue precedido por un zafarrancho entre priistas y panistas que, al final del día, fue lo que realmente se quedó en el imaginario. La explicación sobre la deuda es un ejercicio ocioso, porque la discusión ya mutó del tema financiero al penal, pues para poderse endeudar, su gobierno falsificó documentos por al menos dos mil millones de pesos.
Si se puede explicar la deuda con obra pública, ¿cómo se justifica el delito en el que fueron atrapados por el PAN? Moreira se quiso defender y en agosto denunció en la PGR a quien había sido su brazo financiero, y presunto responsable del ilícito, Javier Villarreal. La PGR inició el proceso y giró una orden de aprehensión contra Villarreal, quien salió libre bajo fianza mientras sigue la investigación. El escándalo no paró, y como en el caso de Torres, el control de daños también fue inútil.
Moreira insiste que él no sabía nada de la falsificación de documentos, pero ¿acaso no se ha dado cuenta que eso ya no importa? Si en efecto resulta inocente de todo cargo, sólo se limpiará –que no es menor- la parte de la ilegalidad, pero no frenará el ataque público. A este punto llegó después de meses de que le estuvieron buscando, como debió anticipar que sucedería cuando acusaron de enriquecimiento inexplicable durante el tiempo que trabajó con él en el gobierno de Coahuila, a su protegido y excolaborador, Vicente Chaires.
En ese entonces, como ahora, Moreira calculó mal. No enfrentó las acusaciones de inmediato y el enano le creció hasta convertirse en el gigante que lo está pisando. Lo mismo sucedió cuando comenzó su liderazgo en el PRI y empezó a atacar al gobierno y al gabinete del presidente Felipe Calderón, lo que motivó que todo el Ejecutivo y el PAN alineara los cañones en su contra. Moreira rechazó sugerencias de moderación, y estaba convencido de que tenía que hacerlo. “Mi trabajo va a ser quitarle los golpes a Enrique y Manlio”, dijo, como justificación de su estrategia.
No reparó en sus lastres ni en que lo habían amenazado. Lo más claro, cuando al enfilar a su hermano Rubén a la gubernatura, el exsecretario de Gobernación Fernando Gómez Mont le advirtió: “No vamos a permitir que (lo) dejes”. Moreira reía. Y su pesadilla empezó con las acusaciones a Chaires y con una andanada de acusaciones personales en vísperas de la elección.
El PAN distribuyó en las calles de Coahuila miles de panfletos para denunciar a su familia de nepotismo y abuso de poder y colocó espectaculares en varias ciudades para acusar a su madre de “aviadora” del erario estatal. Moreira reaccionó y los priistas difundieron el video de una fiesta donde el invitado de honor era el presidente Felipe Calderón. Alegaban que el candidato del PAN a la gubernatura, Guillermo Anaya, había contratado a un pariente político para colocar el sonido, quien resultó ser Sergio Villarreal, “El Grande”, lugarteniente en el Cártel de los Beltrán Leyva.
El affaire Chaires no modificó el curso de la elección pero tampoco redujo la presión. Siguieron acotándolo y centrándolo. Antes del escándalo del endeudamiento, varios gobernadores del PRI le pidieron que moderara sus ataques porque podían verse afectados presupuestalmente. Moreira no los escuchó, y cada vez que se sentía menos vulnerable, intensificaba sus ataques. Pero como antes, con mal cálculo. Usó el veneno de la retórica mientras sus adversarios lo embarraban de corrupción; denunció una campaña en su contra mientras sus rivales le embarraban los documentos falsos en su cara.
Hace unos días Moreira abrió la posibilidad de su salida del PRI, en la primavera, cuando haya candidato presidencial, como la fecha más próxima. Pero no va a aguantar, coinciden priistas cercanos a los aspirantes, y se tendrá que ir antes de esa fecha. Por ahora le siguen colocando polines bajo los brazos para que no caiga, y lo tienen en la sala de emergencias tricolor con respiración artificial. Las elecciones de Michoacán el próximo domingo son la razón.
Pero después de esos comicios, coinciden, empezará la cuenta regresiva para su relevo. ¿Aunque gane el PRI? Aunque gane, dijo un priista con influencia. Moreira dejó de ser un activo y se ha convertido en un lastre. Ya empezaron a elaborarse los escenarios sobre quién podría remplazarlo sin que cause mayores turbulencias internas, y se buscaría la solución que genere la menor inestabilidad, pues con el tsunami de Moreira ya tuvieron suficiente.
Comentarios