Antonio Navalón
Se vivían las postrimerías del sexenio foxista, eran los últimos meses de 2005. La caballada se mostraba los dientes. Lejos de candidatos de unidad y cargadas más que cantadas como las de ahora, el Tucom (Todos Unidos Con México), que fue más popularmente conocido como Todos Unidos Contra Madrazo –¿le suena?–, había decidido, a través del ex gobernador mexiquense Arturo Montiel, poner un jaque mate para que hubiera juego limpio en el PRI.
Había dos aspirantes para el partido una vez que Madrazo se convirtiera en el candidato presidencial: Manlio Fabio Beltrones y José Ramón Martel. Ambos representaban la continuidad madracista. Manlio venía de una magnífica carrera en la diputación donde se enfrentó a Madrazo porque pensaba que no tenía nada que ganar el PRI apoyando el desafuero de López Obrador.
Roberto Madrazo se reunió con los dos candidatos. Íntimamente ya había decidido que no sería ninguno de ellos porque él, con su línea habitual de hacerse trampas al solitario, había pactado una tercera opción que sería la finalmente electa: Palacios Alcocer.
Beltrones salió feliz de la reunión. Martel se cruzó en su camino y al verlo radiante pensó que le acababan de hacer presidente del tricolor. Encaró a Manlio, quien le dijo: “No, claro que no, todo el campo es para ti, yo no quiero ser presidente del PRI. Es muy difícil, si no imposible, que gane, y donde quiero estar es en la presidencia del Senado, desde allí se podrá tener poder real”.
Son los últimos días del mes de noviembre del 2011. Ya hace más de una semana que el senador Beltrones salió de la carrera presidencial por decisión propia y no disparando flechas, sino dejando cargas de profundidad. Él no será aspirante a la presidencia, al menos de momento, no con estas prisas, reglas y condiciones.
¿Qué quiere Beltrones? Lo ha dicho: ser un hombre que sirva. Sabe que hay momentos en la vida en los que hay que cambiar la foto por el poder y él en este momento está cambiando el poder y, quien sabe –en un país como el nuestro–, tal vez también la foto.
¿Dónde se ve Beltrones? En la sala de mando del PRI. El sitio, el momento para proteger la candidatura de Peña Nieto –si todo sigue igual–, es la presidencia del PRI. Pero eso siempre y cuando se tenga tiempo para: uno, manipular o quizá destruir la alianza con el Panal y el Verde Ecologista; dos, hacer las listas del Senado y del Congreso; tres, mandar a su amigo y compadrito Gamboa a la misma silla todavía caliente del Senado que él deja. Y cuatro, si se aprecia y no hay más remedio, darle el caramelo de consolación al que ha sido de verdad el gran chivo expiatorio de toda la operación priísta: Humberto Moreira, antiguo gobernador de Coahuila.
¿Qué va a pasar a partir de aquí? Queda claro que la jugada está servida: de golpe todo se explica, todo tiene sentido y todo adquiere razón.
¿Ustedes se acuerdan de las buenas relaciones que tenía el secretario Carstens como hacedor de política con el Senado? ¿Ustedes se acuerdan de la buena relación con Cordero? ¿Ustedes recuerdan de quién ha sido socio, desde el momento en el que tuvo que entrar por la puerta de atrás a protestar, el presidente Calderón?
Pues ese mismo es quien en las buenas y en las malas, con un presidente priísta o no priísta como AMLO, ha entendido que así como antes el poder estaba en el Senado, ahora está en el partido. Por eso el salto nunca fue al vacío, siempre fue calculado, meditado e inteligente, fue hacia la presidencia del PRI.
Se vivían las postrimerías del sexenio foxista, eran los últimos meses de 2005. La caballada se mostraba los dientes. Lejos de candidatos de unidad y cargadas más que cantadas como las de ahora, el Tucom (Todos Unidos Con México), que fue más popularmente conocido como Todos Unidos Contra Madrazo –¿le suena?–, había decidido, a través del ex gobernador mexiquense Arturo Montiel, poner un jaque mate para que hubiera juego limpio en el PRI.
Había dos aspirantes para el partido una vez que Madrazo se convirtiera en el candidato presidencial: Manlio Fabio Beltrones y José Ramón Martel. Ambos representaban la continuidad madracista. Manlio venía de una magnífica carrera en la diputación donde se enfrentó a Madrazo porque pensaba que no tenía nada que ganar el PRI apoyando el desafuero de López Obrador.
Roberto Madrazo se reunió con los dos candidatos. Íntimamente ya había decidido que no sería ninguno de ellos porque él, con su línea habitual de hacerse trampas al solitario, había pactado una tercera opción que sería la finalmente electa: Palacios Alcocer.
Beltrones salió feliz de la reunión. Martel se cruzó en su camino y al verlo radiante pensó que le acababan de hacer presidente del tricolor. Encaró a Manlio, quien le dijo: “No, claro que no, todo el campo es para ti, yo no quiero ser presidente del PRI. Es muy difícil, si no imposible, que gane, y donde quiero estar es en la presidencia del Senado, desde allí se podrá tener poder real”.
Son los últimos días del mes de noviembre del 2011. Ya hace más de una semana que el senador Beltrones salió de la carrera presidencial por decisión propia y no disparando flechas, sino dejando cargas de profundidad. Él no será aspirante a la presidencia, al menos de momento, no con estas prisas, reglas y condiciones.
¿Qué quiere Beltrones? Lo ha dicho: ser un hombre que sirva. Sabe que hay momentos en la vida en los que hay que cambiar la foto por el poder y él en este momento está cambiando el poder y, quien sabe –en un país como el nuestro–, tal vez también la foto.
¿Dónde se ve Beltrones? En la sala de mando del PRI. El sitio, el momento para proteger la candidatura de Peña Nieto –si todo sigue igual–, es la presidencia del PRI. Pero eso siempre y cuando se tenga tiempo para: uno, manipular o quizá destruir la alianza con el Panal y el Verde Ecologista; dos, hacer las listas del Senado y del Congreso; tres, mandar a su amigo y compadrito Gamboa a la misma silla todavía caliente del Senado que él deja. Y cuatro, si se aprecia y no hay más remedio, darle el caramelo de consolación al que ha sido de verdad el gran chivo expiatorio de toda la operación priísta: Humberto Moreira, antiguo gobernador de Coahuila.
¿Qué va a pasar a partir de aquí? Queda claro que la jugada está servida: de golpe todo se explica, todo tiene sentido y todo adquiere razón.
¿Ustedes se acuerdan de las buenas relaciones que tenía el secretario Carstens como hacedor de política con el Senado? ¿Ustedes se acuerdan de la buena relación con Cordero? ¿Ustedes recuerdan de quién ha sido socio, desde el momento en el que tuvo que entrar por la puerta de atrás a protestar, el presidente Calderón?
Pues ese mismo es quien en las buenas y en las malas, con un presidente priísta o no priísta como AMLO, ha entendido que así como antes el poder estaba en el Senado, ahora está en el partido. Por eso el salto nunca fue al vacío, siempre fue calculado, meditado e inteligente, fue hacia la presidencia del PRI.
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