El ‘narcovoto’ michoacano

Itinerario Político / Ricardo Alemán

Todos saben que en Michoacán se patentó el grupo criminal motejado como “La Familia Michoacana”, que es matriz para otros grupos mafiosos como “Los Caballeros Templarios”.

Todos recuerdan que en Michoacán se inauguró el narcoterrorismo, cuando manos criminales detonaron una granada en las Fiestas Patrias del segundo año de gobierno de Leonel Godoy. Y seguramente todos saben que es de origen michoacano el primer “narcodiputado”, Julio César Godoy, quien no sólo pertenecía a las filas del PRD, sino que es medio hermano del gobernador Leonel Godoy.

Pero lo que pocos sabía hasta el domingo pasado –y los que estaban enterados mejor hicieron como que la virgen les habla– es que también en Michoacán se inauguró un histórico en la vida electoral mexicana; el “narcovoto”, que apareció a los ojos de todos y que, sin duda, influyó en una elección tan cerrada como la que se vivió en el estado de Michoacán el pasado domingo.

¿Pero, de qué estamos hablando cuando nos referimos al “narcovoto”?

Pues de eso, de que a lo largo de todo el proceso electoral michoacano el crimen organizado hizo acto de presencia en las elecciones locales pero nadie quiso verlo, tanto los jefes de partidos, candidatos, autoridades electorales y gobiernos locales prefirieron hacerse de la vista gorda, al grado de que el día de la jornada electoral apareció, a la vista de todos, el sello inconfundible del “narcovoto”: el miedo. Y si existen dudas, vamos por partes.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que ninguna encuestadora de las que participaron en la contienda, y menos los llamados conteos rápidos y los registros de salida, fueron capaces de registrar el resultado final del Programa de Resultados Preliminares? ¿Significa acaso que todas las encuestadoras son tan malas que no pudieron medir el resultado?

No, la respuesta está en lo poco confiable de los levantamientos. Es decir, que a causa del control que ejerce el crimen organizado y el narcotráfico en importantes regiones de Michoacán, no fue posible tomar registros confiables sobre la intención del voto en esos lugares. ¿Y eso qué significa? Que ahí donde no se pudo encuestar, es donde los criminales decidieron el sentido del voto ciudadano.

Pero no es todo, resulta que por lo menos 35 municipios del estado de Michoacán están bajo el control del narcotráfico. ¿Y cuál fue el sentido del voto de todos los habitantes de esas regiones? No es difícil imaginar que las bandas criminales que –como en las movilizaciones que ordenan contra el Ejército y la Policía Federal en municipios como Apatzingán–, también hayan ordenado el sentido del voto. Pero hay más.

¿Cómo explicar, por ejemplo, que más de 50 candidatos a diputados o alcaldes hayan declinado sus respectivas candidaturas, luego de levantones, amenazas, chantajes y presiones de los grupos criminales? Peor aún, ¿Qué dijeron sobre esa gravísima irregularidad los líderes del PRI, PAN y PRD; sus candidatos; sus cuadros dirigentes? Tampoco ahí se acaba. ¿Quién garantiza que los 50 candidatos que sí aceptaron el cargo –luego de que otros tiraron la toalla por temor al crimen– no están vinculados y/o sus candidaturas fueron financiadas por bandas criminales?

¿Por qué razón, por ejemplo, la mayoría de los levantones, secuestros, amenazas y atentados contra candidatos a puestos de elección popular fueron dirigídas contra políticos del PAN, Panal, PRD, PT y Convergencia? ¿Por qué no hubo candidatos del PRI levantados, amenazados, secuestrados, como sí ocurrió en el caso del PRI? ¿Por qué nadie dijo nada de que un periódico local de La Piedad haya difundido un amenazante desplegado vinculado con el crimen organizado, en el que se llamó a no votar a favor del PAN?

Tanto el PAN, su candidata Luisa María Calderón, como el PRD y su aspirante Silvano Aureoles, sabían que en regiones bien identificadas de la geografía michoacana no fue posible hacer campaña. Por eso, en esas entidades la logística de las campañas se hizo por helicóptero, porque por carretera no es posible entrar a no pocos municipios, salvo que los barones de la droga lo permitan.

Lo curioso es que desde hace meses tanto la señora Calderón, como el señor Aureoles, prefirieron darle bajo perfil al tema del crimen organizado en la elección michoacana. Pero una vez que comprobaron la existencia del “narcovoto”, hoy pegan de gritos. Lo cierto es que el triunfo del PRI en Michoacán –bajo esas condiciones–, más que un halago, debiera ser una severa llamada de atención a Enrique Peña Nieto. Y es que existe todo para anular el proceso. Al tiempo.

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