El árbol que da Moreiras

Sabina Berman

1.La Moral era un árbol que daba moras.

La afirmación la hizo uno de los hijos predilectos del viejo régimen, el priato, Gonzalo N. Santos, líder sindical vitalicio y alguna vez gobernador, cuando un periodista le preguntó si existía el Bien y el Mal para el gobierno mexicano. Santos, un hombre de sentimientos vulgares y labia fina, un patán elegante, un político con licencia de saqueo en su sindicato y en el erario, se sacó el puro de entre los dientes y pronunció la frase por supuesto en tiempo presente. Luego habría de incluirla con orgullo de poeta en sus memorias, y la frase viajaría hasta la alta literatura.

En la obra de teatro El cepillo de dientes, del argentino Jorge Díaz, obra icónica del teatro del absurdo en Latinoamérica, un personaje le reclama al otro su ausencia total de Moral. A lo que el otro personaje responde yendo a buscar el diccionario, en el que encuentra, para su desconcierto, la definición: La Moral es el árbol que da moras. Entonces replica: Pues sí, carezco, totalmente, de Moral.

Y de cierto, el PRI-Gobierno era analfabeto en Moral, en la distinción del Bien y el Mal para el conjunto de la sociedad. Todo era entonces sujeción al más fuerte. Cualquier funcionario público podía robar del erario hasta el límite en que no irritara a sus superiores. Y si todo era posible dentro del Gobierno, fuera del Gobierno todo era sancionado con una severidad ciega. Cualquier raterillo de la calle terminaba en el infierno de las cárceles sin derecho a un juicio. Esa fue la paz social en el priato. Un huerto donde los políticos hurtaban a placer mientras su privilegio de corsos era resguardado por la Fuerza Pública y los jueces corruptos.

2. En cambio ahora la Moral es el árbol que da Moreiras.

Al asumir el PAN el poder del gobierno federal en el año 2000, se despertó en los ciudadanos una esperanza de que se instauraría en el país una Moral civil. Por fin la Ley nos igualaría a poderosos y débiles. Por fin dejaríamos de ser analfabetos morales: los actos provechosos para los muchos serían premiados y llamados buenos, y los actos que dañan al prójimo serían llamados malos y tendrían consecuencias.

Pero muy rápido los panistas transaron una moratoria con el viejo régimen y no cobraron los crímenes del pasado. En una cena de intelectuales con Vicente Fox en el año 2002, convocada para discutir el affaire Pemexgate, Denise Dresser le explicó al Presidente lo que la mayoría de los mexicanos esperábamos de él. Una paz con Justicia. Así fuera que para llegar a esa paz bien enraizada y por tanto duradera necesitáramos pasar por la reacción violenta de los afectados. El Presidente le respondió con candidez que no pagaría ese precio. No arriesgaría un minuto de paz social a cambio de la Justicia.

En 11 años de gobierno, los panistas han optado por seguir negociando la Justicia, y de mayor consecuencia para el futuro, tampoco han dado brazos y piernas a la Moral civil: no crearon una nueva policía federal y un nuevo Poder Judicial severos y confiables. Sólo así es posible lo que sucedió en Coahuila este lustro. El Gobernador Humberto Moreira ejerció el viejo priismo a plenitud en su coto. Tomó del erario por lo menos 30 mil millones de pesos, endeudando al estado y justificando los préstamos a menudo con documentos falsificados, y los repartió a discreción. Tanto para obra pública, tanto (posiblemente) para mí y mi familia y mis amigos, tanto (de nuevo: posiblemente) para engrosar las arcas del PRI nacional y ganarme el premio de su presidencia.

A quién sorprende que en un país sin policía ni jueces confiables, el árbol de la Moral dé Moreiras.

3. De cierto, la Moral en nuestra democracia es un árbol que da igual Moreiras que Larrazabales que Niños Verdes que Chapos Guzmanes.

¿Por qué tardó el Secretario de Hacienda tantos años en exhibir el delito de un Gobernador que presentaba documentos falsificados en su despacho? ¿Por qué no son desglosados públicamente también los endeudamientos de otros gobernadores, incluidos algunos panistas? ¿Por qué no se investigan con igual minucia? ¿Y cuáles serán las consecuencias del ilícito del Gobernador Moreira? ¿Será enjuiciado? ¿Irá a cárcel? ¿El dinero que parece haber desviado a lugares inconfesables, regresará al erario federal o se dará por perdido?

Nuestros políticos nos piden a los ciudadanos olvidar que la Moral civil es en realidad la distinción del Bien y el Mal para todos, y que presenciemos su intercambio de acusaciones con el ánimo de un partido de bádminton, entretenido, emocionante, donde ellos dirimen el triunfo, sin consecuencias reales para nuestras vidas. Acaso los panistas parten de una sincera confusión: la confusión entre la Moral civil y la Moral personal, y nos piden que deploremos que un Moreira o un Niño Verde sean inmorales como individuos. Eso debería importarnos poco en contraste de la evidencia de que siguen siendo posibles sus delitos en un país sin policías ni jueces probos.

Por lo pronto, en el caso Moreira, hay sólo un grupo que realmente pagará las consecuencias: según anunció la Secretaría de Hacienda el martes pasado, los coahuilenses tendrán que pagar 275 millones mensuales más de impuestos para cubrir en 20 años el hurto.

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