Raymundo Riva Palacio
El PRI ganó en Michoacán y, como segundo acto de la semana, este jueves firmó la coalición con los partidos Verde y Nueva Alianza para las elecciones de 2012. Con este amarre, el PRI sumará 15 puntos porcentuales, aproximadamente, para engrosar el voto de su candidato presidencial, que se descarta será Enrique Peña Nieto. En la aritmética básica, es un escenario ganar-ganar para todos. Más sin embargo, esa ecuación, mal procesada como lo está haciendo el PRI es dinamita en contra.
No es la suma de voluntades solamente lo importante, sino cómo se negocia dentro del PRI que la coalición rinda los frutos para los cuales fue concebida. Al no haberse cuidado los equilibrios internos en el PRI y se dio salida a los sacrificados en beneficio de ese acuerdo, se comenzó a formar el iceberg que puede hundir el trasatlántico que, por razones similares, no pudo flotar ni en 2000 ni en 2006.
Para poder tener una idea práctica de lo que esto significa, el estudio de caso del desaseo en el PRI es Chiapas, a donde la semana pasada, por primera vez en seis años –los que duró todo su mandato como gobernador en el estado de México-, Peña Nieto viajó, pero no a un acto partidista, sino al informe de labores del senador Manuel Velasco, del Verde.
Velasco, íntimo amigo de Peña Nieto, se convirtió en el último año en su sombra, con la esperanza de que lo respaldara para aspirar a la gubernatura de su estado. El respaldo de Peña Nieto se dio de manera heterodoxa, pues el viaje a Tuxtla Gutiérrez demostró que no sólo hizo hecho el trabajo político con los priístas chiapanecos, sino que fueron bruscamente desplazados.
La más indignada es la senadora María Elena Orantes, quien manifestó su rechazo a Peña Nieto, algo que no se solía ver hasta hace unos días, luego de que el mexiquense le dijera que era Velasco a quien le regalarían la gubernatura. Orantes no fue la única que verbalizó su molestia por el apoyo de Peña Nieto. Otro senador, ex candidato a la gubernatura, Juan Antonio Aguilar Bodegas –cuñado de Roberto Gil, secretario particular del presidente Felipe Calderón-, también hizo patente su disgusto en las cúpulas del PRI.
El acuerdo que firmaron el jueves incluye posiciones de privilegio para Nueva Alianza en Chiapas. Un escaño para el Senado fue comprometido con la dueña del partido, Elba Esther Gordillo, para su hija, la diputada Mónica Arriola, que trae una vieja historia mexiquense, y que en las elecciones para gobernador, fue el enlace del partido con el candidato del PRI, Eruviel Ávila. El otro escaño parece ir para Luis Armando Melgar, director de Proyecto 40, mientras que los priístas de viejo cuño que querían ese puesto, se quedarán ala vera del camino.
La mala manera como se está procesando Chiapas para cuadrar el acuerdo con los Verdes y Nueva Alianza, no fortalece al PRI ni a Peña Nieto, que es el propósito de la coalición, sino que lo debilita al poner en riesgo la unidad interna del partido y abrir la posibilidad de que los inconformes salten de barco. Chiapas no es un caso aislado en el país, sino es un solo ejemplo de todo el trabajo de confección política que tendría que hacer el PRI y que ante la soberbia de quienes piensan haber ya ganado, pueden encontrarse con la noche más larga y más amarga de la que vivieron hace seis y 12 años.
El PRI ganó en Michoacán y, como segundo acto de la semana, este jueves firmó la coalición con los partidos Verde y Nueva Alianza para las elecciones de 2012. Con este amarre, el PRI sumará 15 puntos porcentuales, aproximadamente, para engrosar el voto de su candidato presidencial, que se descarta será Enrique Peña Nieto. En la aritmética básica, es un escenario ganar-ganar para todos. Más sin embargo, esa ecuación, mal procesada como lo está haciendo el PRI es dinamita en contra.
No es la suma de voluntades solamente lo importante, sino cómo se negocia dentro del PRI que la coalición rinda los frutos para los cuales fue concebida. Al no haberse cuidado los equilibrios internos en el PRI y se dio salida a los sacrificados en beneficio de ese acuerdo, se comenzó a formar el iceberg que puede hundir el trasatlántico que, por razones similares, no pudo flotar ni en 2000 ni en 2006.
Para poder tener una idea práctica de lo que esto significa, el estudio de caso del desaseo en el PRI es Chiapas, a donde la semana pasada, por primera vez en seis años –los que duró todo su mandato como gobernador en el estado de México-, Peña Nieto viajó, pero no a un acto partidista, sino al informe de labores del senador Manuel Velasco, del Verde.
Velasco, íntimo amigo de Peña Nieto, se convirtió en el último año en su sombra, con la esperanza de que lo respaldara para aspirar a la gubernatura de su estado. El respaldo de Peña Nieto se dio de manera heterodoxa, pues el viaje a Tuxtla Gutiérrez demostró que no sólo hizo hecho el trabajo político con los priístas chiapanecos, sino que fueron bruscamente desplazados.
La más indignada es la senadora María Elena Orantes, quien manifestó su rechazo a Peña Nieto, algo que no se solía ver hasta hace unos días, luego de que el mexiquense le dijera que era Velasco a quien le regalarían la gubernatura. Orantes no fue la única que verbalizó su molestia por el apoyo de Peña Nieto. Otro senador, ex candidato a la gubernatura, Juan Antonio Aguilar Bodegas –cuñado de Roberto Gil, secretario particular del presidente Felipe Calderón-, también hizo patente su disgusto en las cúpulas del PRI.
El acuerdo que firmaron el jueves incluye posiciones de privilegio para Nueva Alianza en Chiapas. Un escaño para el Senado fue comprometido con la dueña del partido, Elba Esther Gordillo, para su hija, la diputada Mónica Arriola, que trae una vieja historia mexiquense, y que en las elecciones para gobernador, fue el enlace del partido con el candidato del PRI, Eruviel Ávila. El otro escaño parece ir para Luis Armando Melgar, director de Proyecto 40, mientras que los priístas de viejo cuño que querían ese puesto, se quedarán ala vera del camino.
La mala manera como se está procesando Chiapas para cuadrar el acuerdo con los Verdes y Nueva Alianza, no fortalece al PRI ni a Peña Nieto, que es el propósito de la coalición, sino que lo debilita al poner en riesgo la unidad interna del partido y abrir la posibilidad de que los inconformes salten de barco. Chiapas no es un caso aislado en el país, sino es un solo ejemplo de todo el trabajo de confección política que tendría que hacer el PRI y que ante la soberbia de quienes piensan haber ya ganado, pueden encontrarse con la noche más larga y más amarga de la que vivieron hace seis y 12 años.
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